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CAMINO SINUOSO || ODA para ALICIA

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fotografía propiedad del genio de Alicia María Abatilli
blog: http://enelpaisdealiciamaria.blogspot.com.ar/

el dispensador dice:
me dijeron que la línea es recta,
cuando lo es... se torna incierta...
impredecible, y hasta desierta...
porque de hecho...
las geometrías de la vida,
parten de los sentidos de las esferas,
se entrelazan en dobles espirales,
que ascienden y descienden,
enlazándose con circunstancias,
que diseñan un perfil,
que identifican una identidad,
que se traduce en las respuestas personales,
mediante dones y talentos,
de aquello que asumimos,
como los sentidos bajo los cuales navegamos,
siguiendo propios vientos.

suelo andar entre montañas,
donde las rectas no existen,
suelo sentirme libre,
porque la paz me viste,
para algunos parezco triste,
de gesto adusto,
con seriedad que suena a despiste,
pero en verdad,
la alegría de ser útil me insiste,
para permanecer en el camino,
ése por dónde he venido,
ése por dónde digo, que me trajiste.

entonces debo decirte,
que ya estoy al final de mi camino,
que estoy contento de haber venido,
que llevo orgullo de haber vivido,
de haber ayudado, al que me ha pedido,
de haber recorrido un camino,
honrando lo que se me hubo concedido,
dones, talentos y abrigos.

el camino sinuoso,
te nutre de perspectivas,
alimenta visiones a la vida,
dando sentido a los sueños,
a las esperanzas, a las ilusiones,
a las voluntades y a los esfuerzos consecuentes...
ya que el camino sinuoso,
te sorprende a cada paso,
una y otra vez,
ya que se modifica a sí mismo,
de mañana, de tarde,
de noche, según la luz,
según sus curvas,
según sus momentos,
según sus actores,
según la vida...
haciendo de los horizontes,
algo por descubrirse.
MAYO 21, 2013.-

suelen ocurrir cosas extrañas,
convergencias de raras circunstancias,
mensajes que parece te bañan,
cuando ves más allá de tu ventana...

las amistades son gracias,
divinas cuando se aprovechan,
como afectos que unen y estrechan,
vínculos eternos que traen y llevan...

ALICIA es una de esas,
apareció por artilugios,
sus palabras fueron refugios,
de tormentas y subterfugios,
raros dramas que son efluvios,
de personas sin paz... que viven de sus abusos...

compartimos sentimientos,
por montes, piedras y cuchillas,
por culturas, letras, pinceles, en fin... por la vida...
un hecho que sabemos que comienza,
pero que no conocemos,
ni cuándo ni dónde... termina...

demos entonces gracias,
por todas las "gracias" concedidas...
seguramente divinas.
MAYO 21, 2013.- x2 






SENTIDOS Y DESVÍOS ▲ Competir o convivir | Cultura | EL PAÍS

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Competir o convivir | Cultura | EL PAÍS

EN PORTADA / Entrevista

Competir o convivir

Adela Cortina publica '¿Para qué sirve realmente la ética?' y 'Neurofilosofía práctica'

"Si nos hubiéramos comportado éticamente, no tendríamos una crisis como la actual"


Adela Cortina, en su casa de Valencia. / JESUS CISCAR

Adela Cortina es catedrática de Ética y Filosofía Política en la Universidad de Valencia, ciudad en la que nació en 1947. Acaba de publicar ¿Para qué sirve realmente la ética? (Paidós), título que coincide en las librerías con el volumen colectivo Neurofilosofía práctica (Comares) del que es editora. El primero es un paseo por las propuestas más urgentes para la convivencia, con una voluntad, a la vez, divulgadora y provocadora. El segundo, en cambio, es un texto académico en el que se ofrece un panorama clarificador de las principales tendencias en neuroética, así como una selección de los textos más citados en las discusiones al respecto.

PREGUNTA. El primero de los libros citados trata de ética. Pero también de política.
RESPUESTA. El libro pretende responder a la pregunta de para qué sirve la ética. He tratado de dar respuesta a las diversas posibilidades, con formulaciones claras: “sirve para”, y así hasta en nueve ocasiones, que son los nueve capítulos. El punto de partida es que todos los seres humanos somos necesariamente morales. Podemos ser morales o inmorales, pero no amorales. Y lo mejor que podemos hacer es sacar partido de esa manera de ser moral del modo más inteligente posible. De hecho, eso es lo que se ha intentado desde Grecia. De ahí que en el libro haga un recorrido por una gran cantidad de aspectos en los que la ética resulta fecunda. He intentado hacer ver que hay algo muy claro en este momento: si nos hubiéramos comportado éticamente, no tendríamos una crisis como la actual; si la gente se comporta éticamente no se producen crisis como la que estamos viviendo. En este sentido, claro, ética y política están estrechamente relacionadas. El ser humano es persona en sociedad. No hay individuos aislados. La afirmación liberal según la cual hay individuos aislados que un buen día deciden sellar un contrato no deja de ser una hipótesis ficticia. No existen esos individuos aislados, sino personas vinculadas a los demás seres humanos, es decir, en relación política.

P.¿Dice usted que con más ética no habría crisis?
R. Una sociedad en la que las gentes actuasen con responsabilidad y atendiendo al bien común estaría mucho más preparada para evitar crisis como esta. De ahí que ya en el primer capítulo se afirme que la ética sirve para abaratar costes y crear riqueza, pero no solo en dinero, sino sobre todo en sufrimiento. Si se vive éticamente, se reducen los gastos, sin necesidad de recortes: hay relaciones de confianza, hay relaciones de construcción común, todo resulta mucho más barato en dinero y el excedente puede invertirse en lo que realmente importa.

P. Pero desde una ética capitalista, lo que vale es el máximo lucro en el mínimo tiempo.
R. Las propuestas éticas pueden estar equivocadas. Una propuesta como la capitalista, según la cual la base de la conducta humana es solo el afán de lucro, está radicalmente equivocada. Lo que se muestra cada vez más, desde la biología evolutiva y desde las neurociencias, es que los seres humanos estamos biológicamente preparados para cuidar y para cooperar.

La ética sirve para abaratar costes y crear riqueza, no solo en dinero, sino sobre todo en sufrimiento
P. Será, pero hay quien sigue sin enterarse.
R. Pues ese alguien se equivoca. Optar por el máximo lucro es poco inteligente. Consiste en forzar uno de los lados del ser humano, el del egoísmo, cuando en realidad estamos preparados de una manera natural para la cooperación y el cuidado. Los padres cuidan de los hijos, cuidamos de los parientes y cercanos. Por eso es importante insistir en que el individualismo es falso. Es una abstracción, una creación, que ha resultado muy perjudicial, porque los seres humanos no somos solo maximizadores racionales, sino seres fundamentalmente cooperativos y reciprocadores. Son los chimpancés los que son maximizadores. Por eso cuando las personas persiguen solo su beneficio, se equivocan: están más preparadas para cuidar y cooperar, no se mueven solo por el afán de lucro. El asunto es ¿qué triunfará: el impuso egoísta o el cooperativo?

P.¿Usted qué cree?
R. Depende de lo que cultivemos.

P. En España, en Occidente, la tendencia es que el cuidado es algo que se compra y se vende. Sea el cuidado sanitario, el de los ancianos o la educación.
R. La crisis actual del Estado de bienestar demuestra una vez más que esas cosas no se compran ni se venden, no pueden quedar sólo al juego del mercado, porque son bienes básicos que tienen que estar al alcance de todos. Y se puede ver en la actitud de una población convencida de que atender a los ancianos, a los dependientes, es esencial. Entre otras cosas, porque valen por sí mismos.

P. La población, sí; pero los Gobiernos van a los suyo.
R. Efectivamente, los primeros recortes han sido para la dependencia, la sanidad, las pensiones. Justo para el mundo de los más desprotegidos, de los que precisan mayor cuidado. En mi opinión, se trata de medidas absolutamente injustas, porque los más necesitados tienen que ser la primera preocupación de una sociedad, precisamente porque son los más vulnerables. La ética sirve, entre otras cosas, para recordar que hay que saber priorizar y que los peor situados han de estar en el primer lugar.

P. En el segundo de los títulos citados, queda claro que no todos los éticos piensan igual.
R. Siempre ha habido distintas propuestas éticas que suponen diversas perspectivas. Nuestro equipo defiende una línea ética, que muestra también tener apoyo neurológico, científico. Es la tradición del reconocimiento, que ha sido defendida por autores como Hegel, Mead, Apel o Habermas. Lo interesante es ahora que estamos viendo que la neurociencia la avala. Que existen en los seres humanos esas propensiones de las que hablamos. Que el individualismo no se sostiene, que el cerebro es social, que el individuo se hace con los otros, que cuando el niño no es suficientemente atendido se ve mermado en sus capacidades. Es decir, la idea de que el apoyo mutuo nos constituye no es una idea abstracta, surgida sólo de la tradición filosófica, sino que tiene también bases científicas.

La educación no puede consistir en formar personas competitivas, sino en educar ciudadanos justos
P. Entre los valores éticos destaca usted la confianza. Hoy se diría que está rota. La ciudadanía no confía en sus dirigentes y, a juzgar por la proliferación de rejas en los edificios, tampoco en el vecino.
R. Sin embargo, la confianza es uno de nuestros más importantes recursos morales. Cuando se establece entre ciudadanos y políticos, empresarios y consumidores, personal sanitario y pacientes, las sociedades funcionan mejor también desde el punto de vista político y desde el económico. Y, por supuesto, en una sociedad impregnada de confianza es mucho más fácil que las gentes puedan desarrollar sus proyectos de vida feliz. La confianza es un recurso moral básico y la ética sirve, entre otras cosas, para promover conductas que generen confianza.

P. Pero hoy no se da.
R. Efectivamente, la confianza nos falta. Se ha perdido por las alcantarillas de los escándalos de corrupción, el hábito de mentir, la perversa costumbre de crispar los ánimos. Pero creo que hay que conquistarla solidariamente, igual que hay que conquistar solidariamente la libertad.

P. Su libro termina con un canto a la esperanza. Se puede cambiar. ¿Cómo se llega a un cambio colectivo?
R. En primer lugar, porque seguimos siendo libres y, por lo tanto, cambiar a mejor es posible. Pero no se puede hacer en solitario, sino trabajando codo a codo. Hemos de construir solidariamente un mundo justo. Hay que decirlo y hacerlo. Y hay muchas gentes, muchas voces en la sociedad civil, tratando de contribuir a que se llegue a una sociedad justa.

P. Hace usted un elogio matizado del 15-M. La indignación, dice, es la base de la lucha por la justicia, pero faltan propuestas.
R. Yo creo que éste es el momento de las propuestas positivas. Cuando se inició el movimiento, muchos nos alegramos de ver que al fin aparecía la gente que criticaba el estado de cosas. Ahora toca pasar a muchas más propuestas concretas y a convertirlas en obras. Necesitamos un consenso social en determinados puntos indiscutibles.

P.¿Por ejemplo?
R. Es inadmisible que en España haya gente por debajo de los límites de la pobreza, que personas que viven en nuestro país queden sin atención sanitaria, o que hayamos olvidado la ayuda a la cooperación. Acabar con injusticias de este calibre es un objetivo que debe generar un consenso, porque son claramente inmorales. Hace falta un compromiso claro y decidido que señale los caminos para solucionar estos problemas. Y, hoy, en España, o dialogamos y alcanzamos un acuerdo o estamos perdidos.

Cuando las personas persiguen solo su beneficio, se equivocan: están más preparadas para cuidar y cooperar
P.¿Cómo se consigue un acuerdo sobre lo positivo y cómo se logra que lo cumplan quienes no los reconocen?
R. En primer lugar, fomentando una reflexión social sobre qué valores valen la pena, en cuáles creemos realmente. Porque parece que hay acuerdo en que es mejor la libertad que la esclavitud, la igualdad que la desigualdad, la solidaridad que la insolidaridad, el diálogo que la violencia, pero a la hora de la actuación la realidad es muy otra. Es preciso decidir si realmente, queremos esos valores, legislar para defenderlos e incorporarlos a través de la educación. Esto es crucial.

P. Eso es a largo plazo.
R. Por supuesto. Hay que trabajarlo a medio y a largo plazo, como todo lo importante en la vida humana, pero es preciso empezar. Lo urgente es percatarse de que estamos yendo por un camino equivocado, que hay que cambiar de tercio. Y la educación es uno de los asuntos en los que hay que ponerse de acuerdo. Lo que no se puede es educar sólo en valores economicistas, sino educar para ser ciudadano.

P. Este Gobierno afirmaba, en el proyecto de ley de educación, que había que educar para el mercado.
R. Sí. El primer borrador abogaba desde el comienzo por educar en la competitividad para propiciar la prosperidad del país. Después se modificó el texto. Desde luego, el sentido de la educación no puede consistir en formar personas competitivas, sino en educar ciudadanos justos, buenos profesionales y personas capaces de proponerse metas vitales felicitantes.

P.¿Debe fomentar lo que los griegos llamaban la excelencia, la virtud de la convivencia?
R. La excelencia política tiene que ser cosa de todos los ciudadanos. En caso contrario, no funciona la democracia. Pero la educación debe ayudar también a cada persona a desarrollar sus mejores capacidades, a empoderarle para que pueda llevar adelante una vida feliz.

P. La soledad, sugiere usted, es un mal a evitar porque el hombre es social.
R. La soledad no querida, porque a veces necesitamos estar solos para reflexionar. Algo que se ha perdido bastante. Pero sí, creo que el individuo aislado es una verdadera desgracia. De hecho, es imposible llevar la vida adelante y crear una sociedad feliz desde el aislamiento.

P. Sin embargo, buena parte de los deberes éticos son de carácter negativo.
R. Tradicionalmente hay una diferencia entre deberes negativos y positivos. Se dice que los primeros no admiten excepción, como, por ejemplo, “no matarás”, mientras que en el caso de los positivos es el sujeto quien ha de calibrar hasta dónde debe llegar, por ejemplo, en la ayuda a otros. En una sociedad alta de moral se trabaja activamente por respetar la dignidad ajena y la propia dignidad.

¿Para qué sirve realmente la ética? Adela Cortina. Paidós. Barcelona, 2013. 184 páginas. 16 euros.
Neurofilosofía práctica. Varios autores. Coordinación: Adela Cortina. Comares. Granada, 2013. 344 páginas. 27 euros.



el dispensador dice:
vivir no implica competir,
vivir no significa convivir,
vivir no exige sobrevivir,
vivir no demanda elegir,
vivir es simplemente "ir",
comprender, colegir,
dimensionar y sentir,
dar y recibir,
caminar sin correr,
mirar y percibir,
expresar lo que se debe decir,
guardar lo que puede herir,
crear sin tener que huir...

competir es disminuir,
mientras que...
convivir es compartir,
cuando entides a qué has venido,
terminas comprendiendo que,
vivir es sinónimo de morir,
pero que morir,
conduce al espíritu a sublimar el sentido,
de aquello que se asocia con el escribir,
con cincelar y esculpir,
con pintar y dibujar...
con extender las manos,
para regresar al manto...

la reflexión conduce a la mística,
y cuando estás en ella,
descubres,
que todo lo que ves,
que todo lo que aprecias,
forma parte de una misma cosa,
superpuesta,
dimensionalmente coexistente,
cíclicamente reciente,
angular y paciente,
cuando la propia geometría,
te hace ser... gente.
MAYO 22, 2013.-

ENCUENTRO ▲ El viaje interior de un aventurero | Cultura | EL PAÍS

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El viaje interior de un aventurero | Cultura | EL PAÍS

El viaje interior de un aventurero

Sylvain Tesson narra en ‘La vida simple’ sus seis meses de exilio en una cabaña en Rusia para encontrarse a sí mismo


Sylvain Tesson, en la cabaña del lago Baikal en la que se recluyó para escribir 'La vida simple'. / Thomas Goisque

Entre un viaje y otro, entre un tren y el siguiente, el aventurero, escritor y geólogo de formación Sylvain Tesson (París, 1972) busca su refugio en pleno centro de París. En su pequeño ático del barrio latino, con vistas a la Iglesia de Saint Séverin, prolonga sus aventuras para fijarlas definitivamente en el papel. Animado por “la imperiosa necesidad de contar” y enamorado de las palabras —“son las compañeras más bellas”—, los relatos de sus grandes aventuras le han valido numerosos premios, también el Goncourt en 2009 por Une vie à coucher dehors (Gallimard). Pero después de haber pasado más de dos décadas recorriendo el planeta, en las que ha dado la vuelta al mundo en bicicleta, atravesado las estepas de Asia Central a caballo y cruzado el Himalaya a pie, Tesson ha decidido realizar la experiencia contraria: encerrarse durante seis meses en un lugar perdido y contarlo en La vida simple (Alfaguara), recién publicado en España.

El lugar escogido para su sueño de existencia sencilla fue Rusia. En una pequeña cabaña de nueve metros cuadrados a orillas del lago Baikal, en Siberia, con litros de vodka en la maleta, víveres para meses y una lista de 80 libros que abarcan desde Nietzsche hasta novelas policíacas, se propuso descubrir si tenía eso que llaman “vida interior”. “Todo el mundo vive en esa angustia del tiempo que pasa, de que la vida no dura más que un suspiro, pero pasar el tiempo es para mí una tarea muy dolorosa desde hace tiempo”, confiesa Tesson, puro en mano, sentado en su terraza parisiense.

“En el fondo, me he puesto a hacer esos viajes un poco absurdos porque en ellos el tiempo se dilata. Y llegó un momento en el que me cansé de cabalgar y pensé, voy a utilizar el medio de la sumersión estática en un lugar para ver si puedo hacer lo mismo que cuando tomo la ruta, es decir, desacelerar el tiempo… y ha funcionado bien”. En su retiro se sometió a la disciplina de anotar su experiencia cada día, en jornadas marcadas por los ejercicios físicos, la contemplación del espectáculo del bosque y sus animales y alguna que otra visita de guardias forestales o turistas rusos que interrumpen la rutina. “Llevar un diario es una forma de archivar la vida, de no dejar que la memoria disgregue la experiencia, de no olvidar”, explica. “Pura cortesía hacia la vida que pasa”.

“Abandonar la sociedad siempre es mejor que tratar de destruirla”
Aunque en un principio pensó relatar su experiencia bajo la forma de un ensayo sobre la sobriedad, sobre “el descrecimiento”, finalmente, optó por mantener el formato del diario. “Me pareció que su ritmo era lo idóneo. La repetición propia del género era un registro que me permitía expresar la importancia que tomó en este experimento la medida del tiempo”. Pese a sus críticas a los excesos del consumismo —en particular de lo que denomina la “sociedad de las pantallas”—, de su elogio a la simplicidad y de su compromiso con causas como la defensa de un Tíbet libre, no se reconoce en la etiqueta de militante. “Desconfío mucho del discurso político, de la profesión de fe política… No he tenido la impresión de alimentar un programa o una petición de principio con este libro”, asegura. “Además, considero que si se quiere criticar a esta sociedad es mejor abandonarla que tratar de destruirla. Es una crítica más fuerte. La indiferencia. Es el arte de la esquiva. Y la huida me parece mucho más elegante. La fuerza de este tipo de experimento es saber que si las cosas van mal, hay alternativa”.


el dispensador dice:
andando por los Himalayas,
no podía leer...
algo me atrapaba,
y mis ojos sólo podían ver,
lo que se me mostraba...

andando por el Sahara,
imperio de distancias,
donde te habilitan a comprender,
el significado y el valor que guardan... la "nada"...
no podía leer...
algo me ataba,
y no podía distinguir,
entre el aire y mi alma...

andando por algún lugar del Asia,
aquello que llamaban los "Japones",
rodeado de ancestros y sus rigores,
donde comprendes los sentidos... que guardan las oraciones...
no podía leer...
algo me orientaba,
a descubrir que el Sol nace,
cuando el horizonte... indica que "hoy" es tu "mañana"...

andando por la Puna,
por la cordillera de los Andes,
entre soledades y dunas,
en noches intensas de mundos y lunas...
no podía leer...
algo me comunicaba,
con las piedras que me rodeaban,
y a las cuales atendía...
aprendí en soledad,
que la resignación no rinde...

andando por las selvas del Brasil,
por sus verdes salvajes,
por sus humedales extremos,
por sus palabras que sólo transmiten silencios...
no podía leer...
sentía la necesidad,
de ver, de ver,
y no me alcanzaban los ojos...
no me contenía el corazón,
sabía que aquello que pisaba,
demandaba "comunión"...

andando por Alemania,
he sentido que estaba en mi casa,
me he sentido persona,
me he sentido viajero... de un tiempo,
sin cargas, sin alforjas,
y no podía leer...
parado sobre la izquierda,
de la urna de los Reyes Magos,
en la Catedral de Köln,
supe que las verdades son eternas,
en tanto y en cuanto,
no insistas en razonarlas,
aceptándolas tal como se te presentan...

andando, andando,
me he encontrado a mi mismo,
en lugares bien distintos,
tan lejanos como precisos,
tan cercanos como el propio destino,
habiendo comprobado,
luego de mi paso por el Stupa del Itey,
que muchas veces,
se nos ofrecen oportunidades únicas,
que se desvanecen,
no cuando nos vamos,
sino cuando nos quitamos la túnica.
MAYO 22, 2013.-

sí, aunque no lo creas, he sido un trotamundos... 
amo mi Argentina, lugar donde nací... hace mucho tiempo...
en los pagos de San José de Flores,
aunque mi alma recaló en Azul,
y más precisamente en Hinojos,
allá donde mi madre... hacía hablar sus sentimientos,
a través de las teclas de su piano...

amo a mi Alemania, 
único lugar del mundo donde me he sentido "persona"...
en particular en Köln.
en singular en Dormagen,
en especial en Neuss...
a pesar de no estar más allí,
permanezco... y lo haré después de haberme ido...

debes saber entonces,
que mi espíritu vaga hoy por la Cordillera de Los Andes,
entre Cafayate, Amaincha y Angastaco,
Molinos, Cachi, y el Tauil,
... cuando ya no puedas hallarme,
ve allí, y habrás de encontrarme...
entre piedras, recuerdos y soledades.


DE TINTAS ▲ José Ovejero ► "No quieras ser escritor; escribe"

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José Ovejero

El Cultural
Jueves, 23 de mayo de 2013

José Ovejero

"No quieras ser escritor; escribe"

FERNANDO DÍAZ DE QUIJANO | Publicado el 23/05/2013

Acaba de publicar 'La invención del amor', Premio Alfaguara de Novela 2013.



“El mayor enemigo de la felicidad no es el dolor, es el miedo”. Lo dice Samuel, consciente de ser un tipo que ni siente ni padece, con una vida tan cómoda como carente de toda emoción. Es el protagonista de La invención del amor, que le ha valido a José Ovejero (Madrid, 1958) el Premio Alfaguara de Novela 2013 y que ahora ve la luz. Toda la historia se construye sobre una gran mentira -nada menos que una suplantación de identidad- que, paradójicamente, llevará a Samuel al contacto con la realidad y, quizá, al amor por la vía más insospechada.

Pregunta.- ¿Qué le llevó a escribir esta novela?
Respuesta.- Como casi todas mis obras, no nace de un propósito, sino de una pequeña historia que se me ocurrió hace tres años: alguien está en su terraza, en Madrid, le llaman por teléfono y le anuncian una muerte. Lo están confundiendo con otro, y lo habitual sería sacar al interlocutor de su error, pero ¿y si no lo hiciera? ¿Y si intentase vivir la vida de esa persona con la que le confunden?

P.- Para hacer algo así es necesario tener una vida muy poco estimulante.
R.- Claro, si tuviese su propia vida no tendría que vivir la de otro. Como le pasa a tantas personas, Samuel tiene una vida que no está muy mal pero tampoco le entusiasma. Siente nostalgia de estar vivo.

P.- Las reflexiones en primera persona del protagonista tienen un tono de indagación emocional casi ensayístico. ¿Qué ha descubierto sobre el amor, la identidad, la mentira o la mediocridad escribiendo este libro?
R.- Uno de los temas que más me ha interesado es cómo una invención, en vez de llevarte a la locura, puede llevarte a la realidad. Samuel se inventa una historia de amor y acaba enamorándose, lo que le lleva a darse cuenta de quién es, de su relación con los demás y con el mundo que le rodea.

P.- El libro se abre con una reunión de amigos que rebasan los 40. En el ambiente flota cierta atmósfera de hastío, de fracaso vital, de nostalgia por las oportunidades perdidas.
R.- Cuando llegas a esa edad te encuentras con el reconocimiento de lo que eres y lo comparas con lo que habrías querido ser. Por una parte sientes que aún hay tiempo para cambiar, pero es una posibilidad teórica y la mayoría continúa con su vida, con sus resignaciones, sus renuncias y sus compromisos, y eso conduce a la decepción con uno mismo. La novela parte de esa constatación, que está relacionada con el contexto de la España de hoy: la comparación de lo que creíamos que íbamos a ser con la constatación terrible de lo que somos, es la resaca de esa pequeña ebriedad que habíamos sentido en algún momento.

P.- Habla del amor a partir de una gran mentira. Un enfoque muy alejado del romanticismo.
R.- El amor en fase de pasión es un invento: te inventas al otro porque no lo conoces y te inventas a ti mismo para que la otra persona se enamore de alguien que no existe. Luego, poco a poco, emerge la realidad y en ese momento se decide la relación. El amor es un invento pero lo vamos reinventando una y otra vez precisamente para que exista de verdad.

P.- El protagonista se pregunta si el amor empieza o acaba en ese momento en el que se muestra la verdad sin tapujos, “ese día en que no te importa que el otro te oiga cagando”.
R.- Sí, ese momento escatológico pone de relieve una de las preguntas centrales de la novela: si el amor empieza en ese momento de idealización en que el otro incluso carece de funciones físicas o cuando reconoces quién es de verdad y estás dispuesto a mantener una relación con esa persona. Me alegro de que saques el tema porque es una escena por la que la mayoría pasa de puntillas por su posible mal gusto.

P.- ¿Qué supone para un escritor un premio como el Alfaguara?
R.- Una visibilidad que pocos premios en España te dan. Y también más proyección en América, espero recuperar así la presencia que antes tenían mis obras en México, Argentina o Chile. Y, por supuesto, la satisfacción del reconocimiento a tu trabajo, que un jurado con el que no tienes ningún trato decida que tu libro merece la pena.

P.- Si alguien le visita por sorpresa y no está escribiendo o leyendo, ¿qué es lo más probable que esté haciendo en ese momento?
R.- Probablemente escribiéndome con mis alumnos de mis cursos de escritura creativa que imparto por Internet. Es muy interesante estar en contacto con gente que empieza a escribir, descubrir sus problemas e intentar resolverlos. Dedico mucho tiempo a eso. Si no, es posible que me encuentre con un destornillador en la mano porque acabo de mudarme a Madrid [antes vivía en Bruselas].

P.- ¿Y qué consejos da a sus alumnos?
R.- Es difícil dar consejos generales porque cada uno se acerca a la literatura de una manera distinta, con sensibilidades distintas y propuestas muy diferentes. El único consejo general que doy es: “No quieras ser escritor; escribe”. Que no se empeñen en la publicación de sus libros, en su imagen pública, que se concentren en la escritura. Si no, que se dediquen a otra cosa con más glamour, hoy ser escritor no deslumbra tanto.

P.- Dice que este premio es como una beca. ¿Qué va a escribir ahora?
R.- Este año he publicado un libro, el año pasado dos, el anterior otro... Así que en realidad el premio me va a permitir dedicarme al ocio algún tiempo. Necesito descansar, dejar de escribir una temporada. Por lo menos hasta el año que viene.
José Ovejero.


el dispensador dice:
quebrar la inercia,
tomar la iniciativa,
hacer que la mente escriba,
hacer que el alma describa,
hacer que las tintas vivan,
en la letra que imprima,
dando sentido a los días,
que debemos atravesar,
transcurriendo esa senda... 
que deviniendo de la gracia,
hace justificar el "qué nos pasa",
traducido en circunstancias,
que enseñan elegancias,
inteligencias y distancias,
comprensiones sostenidas,
con otras almas cercanas,
con otras personas lejanas...

el miedo detiene,
los miedos restan estima,
la dignidad se pierde en la esquina,
cuando la frente no está alta,
ya que el humano no se mide por talla,
ni por las grasas que elimina,
sí se mide por la distancia,
entre los destellos del aura,
y el espíritu que vibra...

el pensamiento es cuestión esferas,
precisas geometrías,
cuando recibes un don,
traducirlo a talento es tu día,
cuando se hace en su tiempo,
es el alma la que se realiza...
debes saber entonces, 
que todo es cuestión de tintas,
la calidad como persona,
sólo se demuestra,
honrando la propia vida.
MAYO 24, 2013.-

la tinta tiene un olor peculiar,
una vez que se incorpora la memoria,
no se la puede olvidar...

hoy, todo se está volviendo virtual,
presionar teclas no suena igual,
puedes leer... pero tal vez las mismas palabras... pueden no llegar...
¿por qué?,
porque los líquidos no suenan igual,
sus electrones al vibrar,
desde luego pueden viajar,
pero a las almas pueden confundir,
así como la pueden lastimar...
¿por qué?,
porque a través de los silicios y los grafenos,
otras entidades pueden pasar,
provenientes de universos,
donde nada funciona como acá...

VIBRATIO || Día de la Vivacidad | Tierra | Blogs | elmundo.es

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Día de la Vivacidad | Tierra | Blogs | elmundo.es

Tierra




Joaquín Araújo

Joaquín Araújo

Naturalista y escritor, Joaquín Araújo reflexiona sobre la belleza amenazada de nuestro pequeño hogar planetario.


Día de la Vivacidad


Acaso convenga recordar, hoy DÍA MUNDIAL DE LA DIVERSIDAD BIOLÓGICA, que la vida, sin más, es todo un sistema educativo. Para algunos, el mejor. Acepto esta máxima de Goethe " nada enseña a vivir mejor que lo viviente". Como arrecian los olvidos sobre lo que nos hizo y mantiene puede resultarnos útil comenzar con este otro aforismo, ahora de cosecha propia: " la vivacidad exporta, gratis, lo que importa, es decir, más vida". Que es precisamente lo que ella sabe hacer y nosotros no. La diferencia no puede tener perfiles más rotundos. Nuestro modelo se basa en convertir a la vida por mercancías, todas ellas con el carácter uniforme de lo muerto. La vivacidad, muy al contrario, centra su creatividad en las diferencias, millones de ellas, todas ellas palpitantes y cuando dejan de hacerlo se convierten en más vida todavía. Multitudes que se complementan y que al final logran esos mínimos de estabilidad que necesita la misma vida para seguir. Sólo por esta destreza deberíamos ser  biomiméticos y evitar esta búsqueda de que todo, en todas partes, sea igual. Todavía más, en momentos como los que nos atenazan, cuando por doquier la vivacidad demuestra que hay una forma de no quebrar. Es la que aplican todos los sistemas naturales: la de que todo consumidor y lo consumido son la misma cosa y por eso no pueden permitirse el saqueo. la única forma de no agotar algo es que lo usado no sea superior a lo producido, eso que ha hecho precisamente el mundo bancario.
Por descontado que, ahora mismo, apenas podemos identificar acciones claras que reconozcan y mucho menos que agradezcan el regalo que supone la incesante tarea de lo espontáneo a favor de lo artificial. En fin, aquello de que puede haber natura sin cultura, pero no ésta sin aquella. Con todo aprovechemos esta migaja de que algunos celebremos este día mundial.
 GRACIAS Y QUE LA VIVACIDAD OS ATALANTE.


el dispensador dice:
vibramos...
no lo percibimos,
porque los sentidos son escasos,
pero vibramos,
energías en sus rangos,
magnetismos en sus campos,
flujos de fuerzas "vibrando"...
y lo hacemos no por si acaso,
ya que el universo está sintonizado,
de modo que perdure,
vibrando... del mismo modo,
que el VERBO fue pronunciado,
en un sostenido eterno,
donde "vivir" es apenas un paso...
y así debe entenderse,
ya que nadie cursa esta senda,
bajo el signo del fracaso...
sólo estamos de paso,
de camino hacia un huerto,
donde lo concedido es mucho más,
que el sentido de una mano,
donde la luz es mucho más que un legado,
donde la mejor expresión,
es unir los espíritus,
mediante un abrazo...
no dejes detrás tu paso,
ve a recoger tu huella,
que tu sombra está esperando.
MAYO 24, 2013.-

AVISO A LECTORES Y SEGUIDORES

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QUERIDOS AMIGOS: nos volveremos a encontrar el próximo lunes 27... si Dios y las circunstancias lo permiten. Un abrazo andino a todos los que se acercan a estas páginas... si se pierden en ellas, no se preocupen, sigan la estrella. Hasta entonces. el dispensador

MÁS ALLÁ DEL PRISMA ▲ La Tierra, un infierno en el corazón del Cosmos | Ciencia | elmundo.es

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La Tierra, un infierno en el corazón del Cosmos | Ciencia | elmundo.es

La odisea del espacio
por Ángel Díaz
COSMOS | La odisea del espacio

La Tierra, un infierno en el corazón del Cosmos

Plutarco creía que en la Luna habitaban unos misteriosos seres inteligentes. | Afp
Plutarco creía que en la Luna habitaban unos misteriosos seres inteligentes. | Afp
La primera comunidad de estudiosos que se dedicó a observar los cielos de forma sistemática fue la Academia ateniense, origen de las actuales universidades. Allí también se impartían otras disciplinas relacionadas con la astronomía, como la geometría y la aritmética, además de dialéctica y música. Esta última materia, en realidad, también se consideraba entonces emparentada con los cuerpos celestes y, más en concreto, con los armoniosos movimientos de sus órbitas. Se trata de una idea pitagórica que tuvo gran aceptación: muchos siglos después, el gran astrónomo Johannes Kepler aún dedicaría una de sus principales obras a la música de las esferas.

La Academia debe su nombre a que se levantaba fuera de las murallas de Atenas, en los jardines del héroe Academos, rival mitológico de Teseo, quien perdió a su amada a manos de la diosa lunar Artemisa. El noble Arístocles de Atenas, más conocido como Platón, fundó esta escuela en 387 a. de C. Allí estudió durante veinte años Aristóteles, quien después fundaría su propio Liceo, pero no sin antes heredar de su maestro una visión de la astronomía que perduraría hasta la edad moderna. Según ambos pensadores -que no estaban de acuerdo en casi nada más-, la Luna no era en absoluto equiparable a nuestro planeta, sino que se trataba de un cuerpo perfecto y puro, perteneciente al mundo supraterrenal.

Desde el punto de vista científico, la tesis suponía un gran paso atrás respecto a las agudas observaciones de Anaxágoras de Clazomene, pero tanto Platón como Aristóteles consideraban que la descripción de la naturaleza tenía que ser coherente con la metafísica y estar supeditada a ella.

Tanto la Academia como el Liceo florecieron durante siglos y albergaron a grandes pensadores, hasta que, en el año 529, ambas fueron absorbidas por el Imperio romano, por orden del emperador bizantino Justiniano I. Aunque la astronomía desarrollada en la Academia y el Liceo prolongaría su influjo durante más de un milenio, en gran parte gracias a los trabajos de Eudoxo de Cnido, contemporáneo de Platón y primero en establecer con exactitud la duración del año.

Platón y Aristóteles. | E.M.Platón y Aristóteles. | E.M.

Nacido en el 408 a. de C., Eudoxo fue uno de los primeros astrónomos en oponerse a los horóscopos y la astrología, aunque no porque no creyese en la adivinación, sino más bien porque se dio cuenta de que los movimientos de los orbes eran mucho más complejos de lo que suponían los expertos en esta actividad. "Cuando creen hacer previsiones acerca de la vida de un ciudadano con sus horóscopos, basados en la fecha de su nacimiento, no debemos dar crédito alguno. Las influencias de los astros son tan complicadas de calcular que no existe hombre en la faz de la Tierra que lo pueda hacer", argumentaba.

Tras abandonar Atenas, Eudoxo fundó su propia Escuela de Filosofía, Matemáticas y Astronomía en su ciudad natal, para la que también redactó una constitución democrática. Levantó un observatorio en su ciudad y otro cerca de Heliópolis, a orillas del Nilo, desde donde estudió los cielos, los cambios meteorológicos de la atmósfera y las subidas y bajadas del río. Pero antes dejó construido en la Academia un artilugio con esferas concéntricas y transparentes que representaban los movimientos de la Luna, el Sol, los planetas y las estrellas. Todos ellos giraban sobre dichas esferas y alrededor de la Tierra, que era también esférica pero permanecía inmóvil en el interior del ingenio.

Eudoxo se las arregló para dar cuenta de los movimientos de todos los cuerpos celestiales conocidos con solo cuatro esferas, pero este modelo del cosmos causó una honda impresión en Aristóteles, quien lo desarrolló hasta incluir en él cincuenta y cinco esferas de cristal.

La diferencia entre el modelo de Eudoxo y el de Aristóteles no es solo cuantitativa, sino también cualitativa. Se cree que Eudoxo diseñó su sistema de esferas como un mero recurso práctico que le permitiera entender las órbitas de los astros. Para Aristóteles, en cambio, las esferas eran una realidad material: existían en el cosmos y estaban compuestas por éter, el elemento ligero y puro que llenaba el firmamento. La idea de este supuesto material, que jamás ha existido, no sería desechada del todo hasta que Albert Einstein publicó en 1905 su teoría de la relatividad especial. El modelo cosmológico geocentrista de Eudoxo y Aristóteles tuvo un éxito considerable, pero solo tuvieron que pasar unos pocos años para que alguien les llevara la contraria y afirmara que era la Tierra la que se movía alrededor del Sol, y no al revés.

Primer sistema heliocéntrico

Fue Aristarco de Samos, nacido en 310 a. de C. y discípulo de uno de los directores del Liceo aristotélico, Estratón de Lámpsaco. Este astrónomo y matemático no solo fue el primero en proponer un sistema heliocéntrico, lo que lo convierte en el precursor de Copérnico, sino que estuvo a punto de ser procesado por insistir en que la Tierra tenía forma esférica. También sabía que rota sobre su propio eje cada veinticuatro horas, pero sus contemporáneos no aceptaron sus teorías.

Es muy posible que fuesen sus observaciones durante un eclipse lunar las que lo llevaron a la revolucionaria conclusión de que el Sol era mucho más grande que la Tierra y, además, estaba en el centro del universo (que entonces no excedía nuestro sistema planetario). Aristarco aprovechó el eclipse de Luna de 270 a. C para medir la distancia que separa a la Tierra de su satélite. Para ello midió el tiempo que la Luna tardaba en atravesar la sombra de nuestro planeta durante el eclipse. No está claro si Aristarco llegó a calcular el valor correcto o cometió algún fallo en las mediciones, pero este dato, junto a la geometría que ya se conocía en sus tiempos, le hubiera permitido establecer que ambos cuerpos se encuentran a 60 radios terrestres de distancia. La distancia real varía entre 55 y 63 radios terrestres, por lo que la estimación puede considerarse todo un acierto.
Mediciones de la Luna, el Sol y la Tierra realizadas por Aristarco de Samos. | Librería del VaticanoMediciones de la Luna, el Sol y la Tierra realizadas por Aristarco de Samos. | Librería del Vaticano

A partir de estos resultados, también intentó medir la distancia a la que se encuentra el Sol, pero aquí sí sabemos que cometió un error al medir el ángulo entre la Luna y nuestra estrella, así como el tamaño de la Tierra en relación a su satélite. Aun así, acertó en lo fundamental. Sus soluciones sobre el tamaño y la distancia del astro rey diferían mucho de la realidad, pero dejaban claro que el Sol estaba mucho más lejos que la Lunay debía ser mucho más grande que nuestro planeta, algo que sin duda debió influir en el desarrollo de su sistema heliocéntrico: un astro de semejante tamaño no podía quedar recucido al papel de mera comparsa.

Pero el astrónomo Hiparco de Nicea, nacido en 190 a. de C., se dio cuenta de que las predicciones orbitales del aún imperfecto sistema de Aristarco no concordaban con sus observaciones, de modo que volvió a situar a la Tierra en el centro del cosmos. Hasta casi diecinueve siglos después, esta no sería devuelta al lugar que le corresponde. Hiparco defendió el modelo geocéntrico por motivos puramente científicos y para mejor explicar los datos a los que se tenía acceso en su tiempo. Realizó importantes descubrimientos, como la precesión de los equinoccios, y fue el último gran estudioso de los orbes celestes de la Grecia clásica; su relevo lo tomarían los astrónomos árabes de la Edad Media.

Pero, antes de eso, un célebre historiador formado en la Academia platónica escribiría un sugerente libro sobre una discusión astronómica muy en boga en aquel momento. Concretamente, sobre la cara que aparece en el orbe de la Luna.

Compuesto a modo de diálogo entre varios personajes, en él se presentan las opiniones dominantes en la época sobre el origen y naturaleza de las manchas lunares, un debate que se prolongaría durante siglos y no acabaría de resolverse hasta la llegada del programa Apolo.

Los seres inteligentes de la Luna

El autor de esta obra, Plutarco, ha sido considerado gracias a ella el primer divulgador científico de la historia, al menos en lo que a estudios astronómicos se refiere. El personaje central del diálogo es Lamprias, quien defiende, frente a los aristotélicos, la tesis de Anaxágoras de que la Luna es un cuerpo sólido. El principal oponente de Lamprias es Farnacio, quien sostiene que el satélite está hecho de fuego. Un matemático imaginario llamado Apolónidas es el encargado de defender que la Luna tiene valles y montañas, tal y como había dicho ya un contemporáneo de Sócrates, Demócrito de Abdera.

Los personajes partidarios de Aristóteles argumentan en la obra que las manchas lunares son una ilusión óptica o bien el reflejo de los accidentes geográficos terrestres. Lamprias refuta estas teorías, con más o menos acierto: sostiene que la Luna no es lo bastante brillante como para provocar semejantes ilusiones ópticas, lo cual es correcto; pero también argumenta que no puede reflejar las montañas y mares terrestres porque no está mirando directamente a nosotros, lo cual es falso porque asume que la Luna es un disco plano como la superficie de un espejo. Plutarco no aceptaba que nuestro satélite fuese un cuerpo perfecto y usó al personaje de Lamprias para defender sus propias ideas, pero el desarrollo del diálogo nos muestra que, en aquella época, no resultaba nada sencillo rebatir los razonamientos aristotélicos.
Plutarco. | E.M.Plutarco. | E.M.

Tampoco era fácil de refutar la idea de que la Luna, al contrario de lo que decía Parménides, brilla con luz propia. Farnacio sostiene que el tono rojizo que adquiere este astro durante un eclipse lunar, cuando la luz del Sol no le está llegando, demuestra que ha de estar hecho de fuego. Plutarco no podía saber que este color se debe a la difracción de la luz provocada por la atmósfera, de modo que su personaje Lamprias no logra dar una respuesta convincente y se entretiene en una disquisición filosófica sobre la naturaleza de dicho fuego, cuya existencia considera inviable.

Lamprias intenta entonces convencer a sus rivales de que la Luna alberga seres inteligentes, los cuales seguramente contemplarán a la Tierra en su firmamento y se preguntarán de qué está hecha y si acogerá vida similar a la suya. Los selenitas, de acuerdo con este personaje, tendrían un punto de vista exactamente contrario al nuestro: mirarían hacia abajo y se encontrarían con un mundo quieto, oscuro y envuelto en nubes y vapores, por lo que interpretarían que nuestro planeta es el infierno y que el suyo es el único cuerpo terrestre del cosmos, situado a medio camino entre el inframundo y el firmamento.

Plutarco, que en el fondo era un hombre de letras, jamás habría podido desafiar matemáticamente el modelo geocéntrico, pero hizo algo quizás aún más osado: redujo a la Humanidad a la condición de meros terrícolas, y a nuestra visión del cosmos a una simple cuestión de perspectiva. Desempeñó una amplia variedad de trabajos durante su vida, incluidos los de magistrado y embajador, y escribió sobre temas tan variados como la moral y la zoología. Nunca se dedicó en serio a la astronomía, pero sin duda le apasionaba esta ciencia. Así lo demuestra este libro, el único dedicado a los cielos en la amplísima obra que nos dejó.

La 'música' de las esferas

Ptolomeo. | E.M.Ptolomeo. | E.M.

La astronomía de la edad clásica culmina con el ciudadano romano de ascendencia griega Claudio Ptolomeo. Nacido en Egipto alrededor del año 85, fue contemporáneo de Plutarco, aunque mucho más joven. Vivió en la ciudad de Alejandría y se cree que trabajó en la célebre Biblioteca de esta ciudad. Se inspiró en los trabajos de Hiparco, pero contaba con mejores datos, por lo que pudo definir de un modo aún más preciso los movimientos del Sol, la Luna, los planetas y las estrellas. Eso sí, la Tierra seguía en el centro del cosmos. Todo ello quedó recogido en una obra que nos ha llegado gracias a su traducción árabe y que se convertiría en el libro astronómico de referencia durante más de catorce siglos.

El Almagesto (Gran Tratado) de Ptolomeo es, tras los Elementos del matemático Euclides, la obra científica que más tiempo ha permanecido en vigor. En ella se muestra una descripción del universo inspirada en el modelo esférico de Aristóteles y Eudoxo, aunque mucho más desarrollada desde el punto de vista matemático. Ptolomeo, como Platón y los pitagóricos, creía en la música de las esferas, y también redactó un tratado de armonía musical. Pero su mayor goce era contemplar el firmamento: "Cuando trazo a mi placer el vertiginoso ir y venir de los cuerpos celestes, dejo de tener los pies sobre la Tierra: estoy en presencia del mismísimo Zeus y tomo mi ración de ambrosía, el manjar de los dioses".

Aunque se basó siempre en datos empíricos, el sistema geocéntrico que creó encajaría como un guante en la filosofía cristiana que dominó Occidente en la Edad Media. Por ello, aun cuando nuevas y mejores observaciones dejaron obsoleto este modelo, no fue fácil desprenderse de él. La idea de un universo bello y armónico, con la Tierra anclada en su corazón, enseguida se vería respaldada por los valores culturales y religiosos del momento; separarla de ellos sería un proceso largo y traumático.


PRIMERA PARTE
descolgada
el dispensador dice:
lo estreché en un abrazo,
fuerte, intenso, extenso,
sentí que su corazón latía,
vibraba junto al mío,
se sincronizaron por segundos,
estuvimos envueltos en la misma energía,
esa misma que rodea al mundo...

no pude evitar lágrimas,
no pudo evitar lágrimas,
me susurró algunas palabras al oído,
cuando la mejilla se mojó,
río salado fluyendo,
mi alma se fue sumiendo,
en un raro desasosiego,
las vides se hicieron a un lado,
fuimos parte de la tierra,
fuimos parte de su riego,
en Tolombón sonó aquel abrazo,
como una estampida de rayos,
y apenas si me quedé llorando,
al ver que la soledad me había alcanzado...

los vi irse despacio,
Daniela y Matías,
Silvia y Jorge,
ellos también se quedaron lagrimiando,
la sombra me fue ganando,
y me quedé sin espacio,
al girar sobre la plaza,
la distancia me había alcanzado,
Tolombón es un espacio,
donde aquel último abrazo,
me agarró viejo y entregado,
mirando cómo la vida,
se nos pasa... atropellando.
MAYO 26, 2013.-

DEDICADO A: Matías y Daniela... Jorge y Silvia... que Dios los proteja, siempre.


SEGUNDA PARTE
esférica
En alguna noche,
de este tiempo cercano,
anduvimos conversando,
sobre ciertos significados,
que la historia está mentida,
confundidos los pasados...
que nada es como lo cuentan,
que la historia es un fracaso...

recordamos nuestros pasos,
por museos repletos de cosas,
que a los egipcios sacaron,
de yacimientos que han vaciado,
de todos los seres humanos,
esos ancestros a los que llamamos,
pueblos originarios,
de cualquier lugar del mundo,
ya esto ha sucedido,
aquí, allá y en cualquier lado...

hablamos de los egiptos,
de los indos, y otros lejanos,
aquellos que fueron llamados,
ignorantes, primitivos,
son los que forjaron nuestro legado,
ése que nos ha traído,
habilitándonos a formar parte,
de eso que denominamos "pasado"...

una de las cosas que hablamos,
ha sido de la música de las esferas,
una ecuación antigua,
que contenía al universo,
a estrellas y planetas,
a galaxias y energías sujetas,
pero que también sustentaba,
al mundo de las ideas,
a los embarazos y sus esperas,
geometrías que guardan sueños,
esperanzas de Lunas,
varias quimeras,
que al envolverte en reflexiones,
asumes que no son para cualquiera...

te aseguro,
entonces le dije,
que hay luz más allá del prisma,
que vibran dimensiones,
que los sentidos no detectan,
de allí que haya vida,
más allá de los afectos,
que debemos recorrer,
buscando el sentido de los tiempos,
a veces nos guía un ángel,
otras nos impulsan los vientos,
pero sea como sea,
el espíritu es experto,
para andar por la eternidad,
mientras los humanos... andan despiertos.
MAYO 26, 2013.-


TERCERA PARTE
prismática
todos los astros convergen,
ante cada nacimiento,
no sólo la Luna indica,
para qué lado soplará el viento...
mira bien por dónde anda Sirio,
su signo determina conceptos,
según dónde está la Tierra,
es cuando se pronuncian los desiertos...
y ya va llegando el momento,
para los despertares y los cuentos,
se acerca el alba de eternidades,
esa que borraron los siniestros.
MAYO 26, 2013.-

AMOR ► El amor, cuestión final | El escorpión | Blogs | elmundo.es

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El amor, cuestión final | El escorpión | Blogs | elmundo.es

El escorpión

El amor, cuestión final


El amor ya no salta por encima de sus condiciones objetivas. Ni se lo plantea. Simplemente entre "West Side Story" y el último libro de Junot Díaz se ha abierto un abismo, temporal, social. De Chrétien de Troyes a "El gran Gatsby", pasando por "la Celestina", ese sentimiento que comprimía el sentido de la vida y modificaba la conciencia con una perspectiva única que se abría paso a través del objeto amado, dispensaba al obstáculo, a la circunstancia, un papel estimulante, el de prueba de que el amor -colmado o no- los superaba en poder.

Ahora parece otra cosa: una caja de resonancia (una interfaz) del mundo en cuanto tal. Si el mundo es triste, el amor es triste. Si el mundo es pobre y desesperado, el amor es pobre y desesperado. Y, por otro lado, las cosas que se le piden al mundo son las que se piden al amor (dinero, status, red). Algunos pensarán que eso no es amor. Y otros pensarán que siempre ha sido así.

En todo caso, nos queda la impresión de su fragilidad (o de su futilidad). Es demasiado dependiente o al menos nos resulta demasiado dependiente de cuanto le rodea en comparación con los grandes mitos literarios. Aunque en algunos casos la ambigüedad es llamativa. Es cierto que en "Cumbres borrascosas" el amor resultaba una fuerza de la naturaleza, imparable y destructivo como la naturaleza misma, pero también es cierto que se alimentaba del drama social y de la intemperie de los páramos. Y que en "El rojo y el negro", la honestidad del sentimiento llegaba hasta la inmolación, pero también es cierto que sin la nueva sociedad del dinero y de la movilidad social, Sorel tal vez no se habría enamorado nunca. Hay ejemplos más cercanos: "Las palmeras salvajes", de Faulkner; "Un amor", de Buzzati; las novelas de Geoff Dyer; incluso "Contra el viento del norte", la novela internetera de Daniel Glattauer.

Paroxismo amoroso, de acuerdo, y también reflejo fidedigno del hábitat. En Junot Díaz, la pasión es una claudicación ante las reglas de la simple supervivencia. O sea, se acabó la pasión. Se puede claudicar por otras razones, por razones lujosas, digamos. Pero el signo del amor no cambia. Está expuesto a las contingencias del mundo habitado. Y él mismo se deshabita.

La cuestión estriba, pues, en saber si el amor siempre ha sido una caja de resonancia, cuya exaltación procedía precisamente de ser eso, una síntesis del mundo en los límites de un corazón y si ahora hemos entrado en una fase de usuarios sentimentales de una civilización que impone directamente susoftware, aprovechando los rescoldos analógicos de ese corazón.

Alejandro Gándara

Alejandro Gándara

Una crítica al aburrido discurso cultural dominante. Con "recomendados", "contraindicados" y "grandes citas".


el dispensador dice.
el amor te moviliza,
química de los afectos,
motivos de pura risa,
cuando los puentes son alegrías,
las almas no andan de prisa,
ya que nada las apura,
y las urgencias se hacen trizas...

el amor enciende las auras,
las viste y las colorea,
así como los astros se alínean,
los espíritus sintonizan,
haciendo de los magnetismos,
espacios sin geometrías,
donde cualquier cosa queda cerca,
más allá de las lejanías...

finalmente,
de aquí no te llevas nada,
sólo los afectos te llevas,
si la siembra fue sincera,
los ecos vibrarán en el aire,
así como los recuerdos en la tierra,
y cuando regreses a otra vida,
naciendo como cualquiera,
vendrán reconocimientos,
de los que no hay notas,
ni tampoco los recuerdas...

todo en este universo,
funciona como una cuerda,
si une y no se tensa,
su permanencia... será eterna...
por ello las palabras,
aquello que se pronuncia,
y nace del alma,
nunca debe quebrar,
los sentimientos y las calmas,
ya que en ellos residen,
los sentidos que atan,
y también los que desatan.
MAYO 26, 2013.-

SUCEDIÓ ► Aromos - 24.05.2013 - lanacion.com  

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Aromos - 24.05.2013 - lanacion.com  

Línea & letra

Aromos

Poesía interpretada por Pablo Bernasconi
Por Nicanor Parra
Paseando hace años
Por una calle de aromos en flor
Supe por un amigo bien informado
Que acababas de contraer matrimonio.
Contesté que por cierto
Que yo nada tenía que ver en el asunto.
Pero a pesar de que nunca te amé
-Eso lo sabes tú mejor que yo-
Cada vez que florecen los aromos
-Imagínate tú-
Siento la misma cosa que sentí
Cuando me dispararon a boca de jarro
La noticia bastante desoladora
De que te habías casado con otro.

De Parranda larga . Antología poética, Alfaguara.

Parra

 
San Fabián, Chile, 1914
El nombre de Nicanor Parra, probablemente el poeta chileno vivo más importante, está asociado ?con la llamada "antipoesía", caracterizada por el lenguaje cotidiano, cierta ironía y el humor.

el dispensador dice:
los duendes andaban por allí, 
cualquier alma sensible podía verlos,
entrando y saliendo,
por las dimensiones y sus vericuetos...
algunos venían desde San Carlos,
otros desde los barriales,
algunos andaban entre vides,
y otros cruzaban ciertos umbrales...
ascendí como siempre siguiendo las sendas,
caminos polvorientos,
llenos de piedras...
me llegué hasta la alameda,
que conduce hacia las alturas,
que nadie conoce y a las que menos llegan,
ya que allí hay que ver con el espíritu,
porque los ojos no llevan...
sentí un perfume intenso,
me envolvió el universo,
quedé extasiado, envuelto en versos,
se acercó aquel duende,
me miró sonriendo,
me dijo: "eso que hueles,
te sacó del tiempo"...
"ven, camina conmigo,
acá termina el desierto".
MAYO 27, 2013.-
 

CAMINO DE PIEDRAS ▲ “La cultura no está en crisis; es crisis” | Cultura | EL PAÍS

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“La cultura no está en crisis; es crisis” | Cultura | EL PAÍS


ENTREVISTA

“La cultura no está en crisis; es crisis”

La Universidad de Burgos lo ha investido doctor ‘honoris causa’

En esta entrevista expone su visión de Europa, EE UU, la cultura y la (las) crisis


Umberto Eco, en el hotel NH Palacio de la Merced de Burgos. / Cristobal Manuel (EL PAÍS)

Umberto Eco (Alessandria, 1932) ha llegado a Burgos como el peregrino que remata su andadura en Santiago: con la sensación de haber cumplido una promesa. “Cuando tenía 20 años y preparaba mi tesis sobre estética medieval, veía que el modelo de los portales románicos que estudiaba eran las escenas del Apocalipsis de [las iglesias de] Castilla y León. Uno de los más bellos Apocalipsis se encontraba en Burgos, aunque ya no existe. Además, al escribir El nombre de la rosa tenía en mente la idea de un bibliotecario ciego también de Burgos, de Silos; es decir, todas mis fantasías han pasado por aquí”, cuenta satisfecho. El semiólogo recibió ayer en la Universidad de Burgos un doctorado honoris causa —“el 39º”, recuerda— en Historia Medieval.

El escritor, autor de ensayos sobre cómics y de novelas exitosas como la citada, de 1980, o El péndulo de Foucault (1989) —ejemplos de lo que los críticos han dado en llamar, no sin reparos por la contradicción, best sellers cultos—, aparenta veinte años menos y apenas si utiliza un bastón para apoyarse; de hecho, arrastra más las erres que las piernas. La víspera ha estado trepando por las escaleras de un archivo burgalés “donde se encuentran ejemplares con más de mil años de antigüedad, y sin embargo nadie es capaz de decirnos cuánto nos va a durar un USB…” La conversación va de la ceca a la meca y vuelve a las andadas, del libro al ciberespacio; a juzgar por las continuas referencias informáticas, podría deducirse que si tuviera que reeditar su clásico Apocalípticos e integrados (1964), el célebre ensayo sobre la comunicación de masas, podría renombrarlo Apocalípticos y enRedados. De la Galaxia Gutenberg a la Galaxia Internet, el semiólogo italiano teje una sutil tela de araña plagada de referencias librescas y detalles tecnológicos y de actualidad a los que solo pone un coto: ni una palabra sobre política italiana o la crisis europea.

En Europa han muerto 40 millones de personas. Pero la comodidad de atravesar las fronteras sin papeles ha hecho olvidar todo eso”.
Cosa extraña esta última, porque su discurso está empapado de un entusiasta fervor europeísta, aunque no deja de reconocer la crisis de ideas (o la lucha de tópicos) actual. “Sí, Europa está dividida en dos estratos: uno superior con una profunda identidad europea; usted lo sabe todo sobre el Fausto de Goethe, nosotros todo sobre Don Quijote, tenemos una cultura común. He encontrado hace poco una página bellísima de Proust, en el último volumen de En busca del tiempo perdido, cuando cuenta desde París la guerra contra los alemanes y cómo bombardeaban estos la ciudad, y sin embargo los personajes, que sabían que podían morir bajo las bombas, escribían artículos sobre Schiller. La clase intelectual (francesa), al margen de la guerra, continuaba sintiéndose europea. Esto no sucede con personas de otro medio intelectual, que no han comprendido todavía que tienen la suerte, por primera vez en cincuenta años, de no estar matándose entre ellos. En Europa han muerto 40 millones de personas. Pero la comodidad de atravesar las fronteras sin papeles ha hecho olvidar todo eso”.

Para forjar más Europa, Eco reivindica fórmulas de intercambio como el Erasmus. “Ha sido una gran idea, no solo porque ha permitido conocerse, e incluso casarse, a europeos de distintos países, y permitirá crear en las próximas décadas una clase dirigente al menos bilingüe… Pero fuera de ese nivel es muy difícil. En un congreso de alcaldes europeos en Florencia, propuse para los trabajadores [municipales] un intercambio parecido al Erasmus, y salió un alcalde de Gales, y dijo: “Me la sopla que uno de los míos vaya a Ámsterdam; en todo caso a Londres… (risas)”.

Entre los oscurantismos de nuestra época, el medievalista destaca el racismo, aunque, como en todo, también en eso haya clases. “Es fundamental que la gente se encuentre entre sí en situaciones no conflictivas, el racismo se produce no cuando un español va a Turquía, sino cuando un turco viene a trabajar a España. El verdadero racismo es siempre el racismo del pobre contra el pobre, los ricos no son racistas porque no les afecta. Los pogromos fueron así, contra judíos, pero también contra los rusos más pobres. El problema es hoy el racismo debido a la inmigración, que no tiene nada que ver con la posibilidad de una educación europea. Si desaparece este sentido de la unidad europea estamos perdidos. Antes Europa podía contar con la ayuda de EEUU, hoy a Estados Unidos Europa se la sopla, ahora tiene sus problemas con China, con India… Europa tiene que arreglárselas sola”.

Hablando de Europa, resulta imposible sustraerse a la palabra crisis, aunque orille adrede lo político. ¿La crisis le sienta mal a la cultura, la perturba mucho o, al contrario, la espolea? “La cultura es una crisis continua. La cultura no está en crisis, es una crisis continua. La crisis es condición necesaria para su desarrollo”. ¿Y la mercantilización del producto cultural, o el riesgo de privatización del patrimonio? Es un fenómeno que en realidad tiene muchos siglos de antigüedad, recuerda Eco, en referencia al patrocinio privado de actividades culturales (la restauración del Coliseo romano por una firma de zapatos, o los palacios venecianos propiedad de grandes fortunas que exhiben su poderío y su logo): “Eso siempre ha existido. Virgilio era pagado por Augusto; Ariosto cobraba de un duque. De alguna manera, si yo hubiese vivido en el siglo XVII habría debido estado al servicio de un señor; hoy no, mi trabajo literario o docente me permite vivir. En este sentido, la cultura es hoy más libre. Todos los textos en el ochocientos se inician con una loa al señor, al rey, es como si hoy tuviese que encabezar todos mis libros con un elogio de Berlusconi (risas)… Es justo que una empresa colabore con fondos para restaurar el Coliseo de Roma…”

En sus múltiples escritos Eco ha dejado dicho que la verdadera felicidad es la inquietud por saber, por conocer. “Es lo que Aristóteles llamaba maravillarse, sorprenderse… La filosofía siempre comienza con un gran ohhh!” ¿Y el conocimiento es acaso como el viaje a Ítaca de Kavafis, un recorrido que no debe terminar jamás? “Sí, pero además el placer de conocer no tiene nada de aristocrático, es un campesino que descubre un nuevo modo de hacer un injerto; evidentemente, hay campesinos a los que esos pequeños descubrimientos procuran placer y a otros no. Son dos especies distintas, pero naturalmente depende del ambiente; a mí me inoculó el gusto por los libros de pequeño… Y por eso al cabo de los años soy feliz, y a veces infeliz, pero vivo activamente mientras que muchos viven como vegetales”.

Un bibliómano como Eco ha integrado la presencia de Internet en su vida diaria como en su día hiciera con el automóvil o el telefonino (que no suena ni una vez durante el encuentro): como un hecho consumado ni manifiestamente bueno ni todo lo contrario. “Internet es como la vida, donde te encuentras personas inteligentísimas y cretinas. En Internet está todo el saber, pero también todo su contrario, y esta es la tragedia. Y además si fuese todo el saber, ya sería un exceso de información… Si yo comienzo a estudiar en la escuela necesito un libro así [hace un apócope con las manos], no uno enorme, que no entenderé, a nadie se le ocurre darle la [Enciclopedia] Británica a un niño…”

Internet es una cosa y su contraria. Podría remediar la soledad de muchos, pero resulta que la ha multiplicado"
Como investigador, Eco utiliza Internet como lo que considera que debe ser, una herramienta, y no un fin en sí mismo. Por tanto, no augura conflictos de intereses -ni de espacios- entre lo virtual y la realidad tangible del papel, bien sea prensa o un volumen de mil páginas. “Se puede leer Guerra y paz en ebook, obviamente, pero si lo has leído hace diez años, y lo retomas, el libro objeto te mostrará los signos del tiempo y de la lectura previa… Releerlo en un ebook es como leerlo por primera vez. Es una relación afectiva, como ver de nuevo la foto de la abuela (risas)… El libro como objeto continuará existiendo, de la misma manera que la bicicleta sigue existiendo pese a la invención del automóvil; es más, hoy hay más bicicletas que hace unos años. Lo mismo podemos decir del fin de la radio por culpa de la televisión…”.

“Internet es una cosa y su contraria. Podría remediar la soledad de muchos, pero resulta que la ha multiplicado; Internet ha permitido a muchos trabajar desde casa, y eso ha aumentado su aislamiento. Y genera sus propios remedios para eliminar ese aislamiento, Twitter, Facebook, que acaban incrementándola porque relaciona con figuras muchas veces fantasmagóricas, porque uno cree estar en contacto con una bellísima muchacha que en realidad resulta ser un mariscal de la Guardia Civil… (risas)”.

El doctor honoris causa se despide recomendando una lectura de prensa casi con lápiz y papel. “Los periódicos han perdido muchísimas funciones. Por la mañana lo hojeo rápidamente porque las noticias principales ya me las ha contado la televisión, pero continúa siendo importante por los editoriales, por los análisis, y es fundamental no leer uno, sino al menos dos cada día. Se debería enseñar a leer periódicos a la gente, dos o tres, para ver la diferencia entre las opiniones, no para conocer las noticias, eso ya nos lo dice la tele”.

La televisión, esa tele vulgarizada hasta el extremo por obra y gracia de ese Berlusconi de quien sigue resistiéndose a hablar más que de pasada, pero que vino a ser, en versión embrionaria, la gran revolución sociocultural que Internet fue después. “La televisión en Italia ha hecho mucho bien a los pobres, les ha enseñado un nivel estándar de idioma, y mal a los ricos, que se quedaban en casa en vez de ir a un concierto. Y no hablamos de ricos o pobres en función del dinero que tengan, sino de ideas, de ganas. La televisión en Italia ha enseñado a hablar a masas de campesinos, obreros, en la Italia unificada. Internet es lo contrario: a los ricos que lo saben usar, les va bien; los pobres, que no lo saben usar, no tienen capacidad para distinguir”.


el dispensador dice:
no importa el apellido,
no importa el ser reconocido,
no importa ser anónimo,
o ser un vulgar desconocido,
importa cómo has vivido,
cada circunstancia que se te ha ofrecido,
si has viajado elegido,
o si lo has hecho afligido,
si al hablar has herido,
o si al hacerlo has mentido,
traicionando la confianza,
del ángel que huyó despavorido...
no importa en lo que has creído,
qué religión has tenido,
si has estado deprimido,
o si te has visto enaltecido,
sí importa qué has aprendido,
de aquello que se te ha mostrado,
por ende de todo lo que has visto...

este es un camino de piedras,
de piedras es el camino,
algunos padecen el destino,
y se quejan de haber vivido,
echando culpas al resto,
de aquello que no han asumido...

las crisis te mantienen despierto,
así como te mantienen alerta,
cuando percibes el aire inquieto,
ya sabrás quién te despierta,
y si le sonríes al hacerlo,
la vida se convertirá en una fiesta,
que a pesar de cualquier crisis,
cambiará la mirada de puerta...

es bueno saber de horizontes,
de auroras, también de ocasos,
cuando aprendes a ver lejos,
nada se asume como fracaso,
ya que la vida es un paso,
hacia la eternidad y sus llamados.
MAYO 27, 2013.-

MIGRAR ▲ La migración latinoamericana como motor de la cultura

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La migración latinoamericana como motor de la cultura

La migración latinoamericana como motor de la cultura

El proyecto 'Migrar es Cultura' expone fotografías sobre la migración Latinoamericana

Iniciativa del Museo de América invita a inmigrantes a enviar sus historias en forma de texto, vídeo o fotos


'El regreso de Antonia', de Juan Luis Sabbatini. / MUSEO DE AMÉRICA

En 1911, la española Antonia Barba Martínez viajó a Argentina pensando pasar allí una corta temporada de trabajo tras la cual volvería a su país natal, un deseo que jamás se cumplió. Como no sabía escribir, acabó perdiendo el contacto con sus familiares en Linza, cerca a la frontera con Francia. Cien años después, su nieto Juan Luis Sabbatini consiguió localizar a los parientes de Antonia y organizó un viaje en el que llevó consigo una imagen de su abuela a tamaño natural “para presentarla a su familia, fotografiarla y, de alguna manera, 'devolverla' a su tierra natal, a su pueblo enclavado en los Pirineos y a su casa que aún se conserva”. El retrato de la emigrante joven, fotografiada junto a dos tataranietas de su hermana mayor es una de las imágenes que componen la muestra fotográfica Descubre América en tu ciudad,que puede ser vista hasta el domingo 2 de junio  en Museo de América, de Madrid.

Miradas atentas son capaces de percibir que las referencias a América Latina abundan en España —y viceversa. El concurso del proyecto permanente Migrar es cultura convocó a sus seguidores a fotografiar dichas señales y eligió sus ganadores por una votación popular vía Facebook y por un jurado experto. Migrar es cultura es una forma más de hacer que los inmigrantes reflexionen sobre la importancia de su experiencia y la compartan. “Pretendemos mostrar cómo la cultura se transforma y enriquece a través de la migración, tanto en el lugar de destino como en el de origen de los inmigrantes”, explica Virginia Molinero, responsable de comunicación del Museo.



'Noche de velitas', de Diana Manrique Horta. / MUSEO DE AMÉRICA

Entre las imágenes que resultaron ganadoras están la de un mate, bebida típica de Argentina, Uruguay y sur de Brasil, capturada en un parque madrileño por Raúl Alonso y las patatas que fueron traídas de Sudamérica por los colonizadores y hoy se consumen en forma de alimentos como la tortilla fotografiada por David Sevilla. La colombiana Diana Manrique Horta ha retratado la vista del balcón de su casa en Madrid, donde aparecen encendidas las velitas con las que celebra la fiesta del Día de las velitas, tradicional en su país.

El proyecto tendrá continuidad con la proyección, el día 5 de junio, de un vídeo documental en que cuatro personajes de origen latinoamericano relevantes en la cultura española (el escritor Boris Izaguirre, el periodista Carlos Rodríguez Braun y los actores David Andrade y Juan Pablo Shuk) cuentan su experiencia migratoria. A parte de eso, la página web de Migrar es Cultura convoca permanentemente el envío de vídeos, fotos y textos relacionados a la experiencia de cambiar el país de residencia —unas 300 historias ya fueron enviadas desde octubre, cuando se inauguró la iniciativa—. El proyecto también trabaja con organizaciones como la Dirección General de Inmigración de la Comunidad de Madrid y la Asociación Apoyar para contactar a personas que puedan contar sus propias historias. “La idea es acercarse al público que no se animaría a coger una cámara para enviarnos el material", explica Molinero. "Son principalmente personas mayores que tienen muy buenas historias que se están perdiendo, por eso tratamos de recoger sus experiencias.”



'Ángela', de Fernando Rubio Ahumada. / MUSEO DE AMÉRICA


el dispensador dice: la unión de las culturas se produce sólo cuando aquellas partes que se encuentran, asumen con tiempo, aquello que se descubren, esto es, cuando se "descubren" entendiéndose, comprendiéndose, asumiendo lo bueno y detectando lo malo del otro...desde 1492 a la fecha, América hispana y España han tenido numerosos encuentros que han derivado en desencuentros, así como han sostenido desencuentros que han derivado en encuentros. Mucho es lo que se ha perdido más allá de las lenguas originarias... más allá de las vidas mal interpretadas y más tarde quemadas en inútiles hogueras... más allá de las bibliotecas arrasadas y de las historias mentidas... ya que por detrás de todo ello, siempre ha habido gentes con mejores o peores intenciones, las que han intentado acercar posiciones, sin necesidad de recibir espejos de colores a cambio de oros saqueados. El daño en las Américas ha sido muy grande... porque hoy mismo es más la historia que se desconoce que aquella que se cree conocer... y en todos los casos los ejemplos son demasiados. León Portilla lo describía sin sutilezas y sin eufemismos... existió un reverso de la conquista, y lamentablemente éste se tradujo en un daño infinitesimal para las culturas del aquí, y curiosamente, dicho daño fue extrapolado hacia el allá, lo que se traduce en que las partes perdieron. Pasados los siglos, modificadas las necesidades sociales y culturales, las gentes ven cualquier transculturación con otros ojos... y junto con ello se sabe que siempre aparecen las intolerancias y los intolerantes que se cierran al tener que "entender" al otro, su prójimo. Podría decirse que España ha lapidado muchas oportunidades culturales expresadas mediante su presencia en las Américas, pero también podría decirse lo mismo en la viceversa... y mucha culpa, si es que cabe el término, la ha tenido la política y sus habilidades para "no entender", así como la Iglesia Católica como habitual negadora de los "otros", por imperio de su mentalidad inquisidora y desintegradora por excelencia. Más allá de lo que los museos no muestran, sea porque las culturas americanas fueron saqueadas, sea porque las historias de estirpes y linajes fueron transformadas hasta mentirse, las Américas de hoy junto a la España contemporánea, guardan un vínculo insoslayable que se evidencia en las sintonías de sus gentes, y esto va más allá de las posiciones de los intereses representados mediante gobiernos. Las gentes producen "vuelcos" culturales según sus necesidades... ¿para qué estar enfrentados, cuando en verdad necesitamos estar hermanados?... La realidad nos demuestra que los pueblos van y vienen, hoy se dirigen hacia allá, para luego regresar enriquecidos importando nuevos valores desde el allá... y aunque no lo parezca, eso "une" creando puentes donde antes no los había. Algo muy parecido sucede entre Portugal y Brasil, y entre ambos y las ex-colonias portuguesas... y si se mira con detenimiento, muchos aspectos culturales se entrelazan entre Francia y las Américas, Alemania y las Américas, y hasta la Gran Bretaña y estas... sin perder de vista que la Europa Medieval llegó a las Américas en el peor ángulo de sus oscurantismos, los más dañinos, los más lesivos. Pero ello ha sido superado... por las gentes... que han entendido que ellas son el eje (¿bisagra?) y la llave de todas las puertas, siempre... aún cuando los poderes políticos se empecinen en mostrar y hacer lo contrario. MAYO 28, 2013.-

FILOS DE DOS CARAS ► La mujer que no dejó que le pegaran | Cultura | EL PAÍS

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La mujer que no dejó que le pegaran | Cultura | EL PAÍS

CRÓNICA

La mujer que no dejó que le pegaran

A Laura Restrepo le aterra el éxito de novelas que parecen celebrar que golpeen a las mujeres

La escritora pone su toque de humor negro con la historia entre ficción y realidad de Emma


Con pasmosa sangre fría, Emma Vélez Montes, una joven de 20 años, descuartizó a su amante. / Nick Dolding

Como Emma, tres cuartas partes de las mujeres que están presas por homicidio, a quien mataron fue al marido o al compañero sentimental.

Los edificios interiores de la cárcel del Buen Pastor están pintados de gris ratón. En medio de un jardincito escaso, como cultivado por alguien prolijo pero sin imaginación, una imagen de Cristo en tamaño natural apacienta tres ovejas. Flota una pulcritud fría y desinfectada. No se ve gente ni se oyen ruidos.
Estoy aquí para entrevistar a Emma, la descuartizadora.

—Va a ser difícil que le hable —me advierte la guardiana que me acompaña—. Los primeros días vino mucho reportero y ella dio mucha declaración. Después salieron esos titulares que la llamaban monstruo y sádica, y ella no quiso hablar más.

Traen a Emma, que resulta ser una mujer muy joven, casi una adolescente, de gafas negras, labios pintados de rojo subido, camiseta y jeans trincados y un corte de pelo a la moda, aunque no sé bien qué moda será, con un copete tipo Alf. Se sienta en un murito al lado de las tres ovejas y se entrega a la tarea de comerse los padrastros. Pienso que desentona con el escenario: ciertamente no parece pécora mansa de ningún rebaño.

—No me pregunte nada. Mejor dicho no me jodan más. Mejor dicho para qué les explico, si después salen a decir lo que les da la gana —me dice sin mirarme, siempre absorta en propios dedos. Vuelve a aclarar que no quiere hablar, pero al parecer sí quiere.

El cuarto alquilado que le puso Isidro había sido un buen vividero, con TV a color, equipo de CD y nevera llena, y ella lo mantenía bien arreglado. Qué más iba a hacer, si tenía todo el día para pasarla bueno, durmiendo a ratos, viendo telenovelas, ganando kilos sin control, pintándose las uñas y comiéndose los padrastros. Hasta que se cansó de tanto no hacer nada y de andar tan descuidada y empezó a hacer dieta, volvió a la minifalda, los tacones altos, el perfume y las candongas, como cuando estaba solterita y a la orden. Una noche al regresar del trabajo, Isidro la pilló en esas, estalló en ira y quiso saber dónde escondía al macho, para acabar con él. Como no lo encontró, decidió acabar con más bien con ella.

Y encima la llaman monstruo, a ella que tanto le gusta estrenar ropa de marca y lucirse por las discos
No era la primera vez ni habría sido la última; Emma ya se había acostumbrado a la escena y sabía lo que tenía que hacer, pedirle perdón mil veces, protegerse la cabeza con los brazos, agacharse sumisa, esperar a que la golpiza amainara, dejarse arrastrar hasta la cama y abrirse de piernas, sin resistir. Pero esta vez Isidro parecía inspirado y golpeaba fuerte y parejo, como dispuesto a liquidar el asunto sin más.

—Ahora sí nos matamos —repetía—, ahora sí.
—Nos matamos es mucha gente —me dice Emma que pensó. Como pudo echó mano de la varilla de trancar la puerta y se la descerrajó al hombre por la cabeza.
***
—Como Emma, tres cuartas partes de las mujeres que están aquí por homicidio, a quien mataron fue al marido o al compañero sentimental —me explicaría a la salida una trabajadora social—. Durante años les soportan golpizas, borracheras, patadas en el vientre, bofetadas a ellas y a sus hijos. Son mujeres que un día se cansan de todo eso y responden. A algunas se les va la mano, y luego pagan condena. No le digo que no haya asesinas aquí adentro, sí las hay, pero a la mayoría le sucedió como a Emma, que mataron al tipo cuando no aguantaron más.
***
Emma pasó el resto de esa noche despierta y sin saber qué hacer, con Isidro ahí tirado con una cara que metía miedo. Hasta que se dijo a mí misma, o te pones las pilas o vas muerta, hermana. Trajo cuchillos de la cocina, un martillo y unos alicates, y se dio a la tarea de despresar.

—¿Usted sabe a qué huele la sangre? —me pregunta, mostrando unos dientes bonitos y acomodando hacia atrás su copete, que tiende a caerle sobre los ojos—. Yo tampoco sabía, pero le juro que no se aguanta. El olor no se iba ni con la caja grande de FAB que restregué con cepillo, dele que dele.

Después de meter cada parte entre una bolsa plástica, se bañó y descansó. Luego empezó con el ajetreo de los buses. Tomó varios, de ida y vuelta, y fue repartiendo bolsas por todo el sur de la ciudad. Un brazo lo dejó por Las Delicias, los entresijos por Héroes de Ayacucho, el corazón por Vista Bonita. Y así, así, por aquí y por allá, hasta que por último tiró la cabeza a una zanja por los lados de Presidente Kennedy. Lo que siguió fue ir al salón de belleza a que le cortaran el pelo, que antes traía bien largo. Tenía que cambiar de aspecto, parecer otra, salir del cuarto alquilado y huir hacia la vida nueva que la estaba esperando.

—Pero antes tenía que platearme, ¿me entiende? —me pregunta—. Todo me lo había gastado en buses y sin plata no iba a llegar a ningún lado.

Así que vendió el televisor por lo que quisieron darle, y en eso se equivocó. Por ahí le seguirían la pista, y la encontrarían tres meses después.

Pero esos tres meses los pasó a lo bien, sin pesadillas ni remordimientos. Cada semana en un barrio distinto, cada noche en un inquilinato nuevo, o con algún desconocido en un amoblado de las afueras, rodando por donde nadie la conociera ni adivinara los recuerdos que guardaba en su cabeza, debajo del copete Alf.
Hasta que la Policía identificó la cabeza encontrada entre la zanja, y las sospechas recayeron sobre Emma. Dieron con el televisor vendido y luego la encontraron, mientras bailaba en una discoteca al otro lado de la ciudad.
***
Suena el timbre en el Buen Pastor y las demás presas salen al patio para sus treinta minutos de receso. Emma vuelve a replegarse sobre sí misma, se encaja los audífonos de su radiecito y de nuevo arremete contra los padrastros. Esa es, murmuran las internas al pasarle por enfrente, esa fue.

—Mire, no insista, ¿sí? No fue más y no voy a decirle más —me advierte ella a mí.

Yo soy romántica, me gusta la música romántica, les había dicho en los primeros días de presidio a los reporteros que venían a preguntarle cómo fue que cortó, con qué golpeó, por qué desmembró. Yo soy romántica, les decía, hasta que cayó en sus manos una de las crónicas de prensa en las que aparecía como protagonista: “Sin inmutarse, con pasmosa sangre fría, Emma Vélez Montes, una joven de 20 años armada de cuchillos de cocina, descuartizó a su amante en un acto de sadismo, empacó los restos en bolsas plásticas y los diseminó por la ciudad”.

Con pasmosa sangre fría, dicen de ella, y la sacan en las fotos seria y fea. Y encima la llaman monstruo, a ella que tanto le gusta estrenar ropa de marca, ponerse zapatos de plataforma y lucirse por las discos, proyectando su reflejo en las bolas de espejos que cuelgan del techo, sintiendo en las piernas la neblina fría que inunda la pista, bañándose en luz negra y en rayos láser.
***
El timbre suena de nuevo y las demás presas regresan a sus celdas. El cielo se ha despejado y Emma se relaja un poco y se estira al sol. Conectada a sus audífonos y entregada a las canciones románticas que deben sonar por su radiecito de pilas, otra vez parece olvidada de mí.
—Todo eso ya para qué —dice un rato después—. Lo único que quiero es que me dejen sola, total a quién le importa, si mi vida yo ya la viví.
De pronto me nace tutearla, y confío en que no va a molestarse ante la pregunta que antes no me hubiera atrevido a hacerle.
—Decime una cosa, Emma, y por qué lo cortaste…
—Eh, avemaría, cómo le meten de misterio a eso, ¿no?
—Bueno, es, digamos… raro.
—Ahora contestame vos a mí, ¿vos sos rica?
—¿Cómo? —me desconcierta su pregunta.
—Rica, ¿sos?
—Pues, ni rica ni pobre.
—Pero carro sí tenés.
—Sí, carro sí.
—Por eso no entendés.
—¿Cómo?
—Supongamos que es a vos a la que le cae la malparida hora y tenés que matar a tu man.
—Supongamos.
—Lo metés entre el baúl de tu carro, lo tirás bien lejos y santo remedio. ¿O no?
—Tal vez.
—Bueno, mija, a mí me tocaba en bus. Qué habrías hecho vos en mi caso, decí. Deshacerte de él de a poquitos, ¿sí o qué?



el dispensador dice:
a veces lastiman los hechos,
a veces lastiman las palabras,
a veces lastiman las intenciones,
a veces lastiman las traiciones...
cada corazón guarda razones,
cada corazón conserva situaciones,
y todo converge hacia pasiones,
donde lo que quiebra,
justamente son los equilibrios de las emociones...

la violencia suele ser consecuencia,
de la incapacidad emocional,
aquello que impide decir,
aquello que habilita a hacer,
algo de lo que se habrá de arrepentir,
cuando las aguas se aquieten,
despejando los sentidos del "sentir"...

al deformarse las emociones,
al deformarse las pasiones,
al exacerbarse las sensaciones,
los géneros se atropellan,
empujando las circunstancias,
hacia deformadas situaciones,
donde nada es manejable,
porque se transgreden los roles...

las intolerancias,
son múltiples filos,
de un mismo punzón,
de una misma bayoneta,
de una misma arma...
a veces puede ser palabra,
otras veces puede ser intención,
otras tantas la mentira da lugar a la traición,
y ello se transforma en sin razón,
que rompe o daña cualquier posición...

en este mundo,
donde la vida es efímera,
así como el tiempo lo es,
es preferible tomar distancia,
en silencio y hasta con elegancia,
de aquello que al alma daña,
evitando las agresiones,
que son imperio de ignorancias,
de negligencias y de "lagañas",
que roban parte de los destinos,
desconociendo que se va hacia la nada...

entonces,
cuando tomas distancia,
ganando en perspectiva,
te das cuenta que la violencia,
es un filo de dos caras.
MAYO 28, 2013.-

 
 
 

TEMPORALIDAD ► Físicos logran entrelazar dos partículas a través del tiempo

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Físicos logran entrelazar dos partículas a través del tiempo

Ciencia

Físicos logran entrelazar dos partículas a través del tiempo

Día 27/05/2013 - 13.08h

Los dos fotones existieron en momentos diferentes, pero cualquier cambio que sufre uno de ellos es inmediatamente «sentido» por el otro

Físicos logran entrelazar dos partículas a través del tiempo
Un grupo de físicos israelíes acaba de conseguir entrelazar dos fotones que nunca habían coincidido en el tiempo, esto es, que existieron en momentos diferentes. Primero generaron un fotón y midieron su polarización, un procedimiento que destruye la partícula que se quiere medir. Después generaron un segundo fotón, y a pesar de no haber existido al mismo tiempo que el primero, comprobaron que tenía exactamente la polarización opuesta, lo que demuestra que ambos estaban entrelazados. El hallazgo acaba de publicarse en arXiv.org.
 
A pesar de que el experimento parece más propio de la ciencia ficción que de un laboratorio real, no hay que olvidar que en el mundo de la física cuántica, el de las partículas subatómicas, las reglas no son las mismas que en el mundo que nos rodea. De hecho, las leyes de la física clásica, las que gobiernan la realidad que vemos a diario, dejan de funcionar a pequeñísima escala. Allí, en el reino de lo infinitamente pequeño, nuestra percepción y nuestra lógica, basados en la mecánica clásica, sencillamente, no sirven.

A pesar de ello, y por extraño que parezca, la mecánica cuántica no tiene problema alguno con el comportamiento observado por los físicos israelíes en su experimento. El entrelazamiento cuántico, en efecto, no es una propiedad que pueda explicarse con las leyes físicas a las que estamos acostumbrados. Se trata de un estado en el que dos partículas (por ejemplo, dos fotones) entrelazan sus propiedades de forma tal que cualquier cambio que sufra una de ellas es inmediatamente “sentido” por la otra, que reacciona al instante y sin importar cual sea la distancia que las separa.

Y es que las partículas subatómicas, debido a un principio llamado de “superposición cuántica”, pueden existir en cualquier estado teóricamente posible al mismo tiempo. Un fotón, por ejemplo, es capaz de girar horizontal y verticalmente (polarizaciones diferentes) simultáneamente. Solo cuando se efectúa una medición concreta la partícula observada adopta un estado determinado. Y cuando se trata de partículas entrelazadas, como las del experimento, cuando se mide una de las dos y ésta se “congela” en un estado determinado, podemos estar seguros de que la otra ha asumido, en el mismo instante, el estado opuesto. Si medimos un fotón y observamos que tiene una polarización vertical, su “alter ego” tendrá una polarización horizontal.

Relaciones complejas

La técnica usada por los físicos israelíes para entrelazar dos fotones que nunca habían coincidido en el tiempo es bastante compleja. El experimento empezó produciendo dos fotones (que llamaremos 1 y 2) y entrelazándolos. El fotón 1 fue inmediatamente medido, por lo que quedó destruido, aunque no sin fijar antes el estado del fotón 2. Entonces los físicos generaron otra pareja de fotones entrelazados (3 y 4) y enlazaron a su vez el fotón 3 con el “superviviente” de la primera pareja, el fotón 2. Lo cual, por asociación, también entrelazó el fotón 1 (que ya no existía) con el 4. A pesar de que los fotones 1 y 4 no habían coincidido en el tiempo, el estado del 4 era exactamente el opuesto del 1. Es decir, ambos estaban entrelazados.

El entrelazamiento funciona de forma instantánea sin importar cual sea la distancia entre las dos partículas, ya sea de pocos cm. o que ambas se encuentren en extremos opuestos del Universo. Ahora, este experimento ha demostrado que el entrelazamiento no solo existe en el espacio, sino también en el tiempo o, más propiamente dicho, en el espaciotiempo.
 
Es pronto para decir cuáles podrían ser las aplicaciones prácticas del descubrimiento, aunque su potencial es enorme en el campo de la computación y de las telecomunicaciones. Por ejemplo, en lugar de esperar que una de las dos partículas entrelazadas llegue a su destino a través de una fibra óptica, esta técnica de “dobles parejas” permitiría al emisor manipular sus fotones, y por lo tanto su comunicación, de forma instantánea.


el dispensador dice:
saltan los tiempos,
espacios y vientos,
simultaneidades conociendo,
entrando y saliendo,
bajando y subiendo,
en distintos universos...

portales abiertos,
energías y sentimientos,
químicas, ideas y talentos,
destinos que pretender serlo,
ecos, vibraciones y nuevos ecos,
fuerzas desconocidas creciendo...

aunque no se crea,
todo el tiempo está sucediendo,
mientras el humano duerme,
buscando sus sueños...
todo se sostiene,
porque el Verbo mantiene,
equilibrios eternos,
que el hombre no entiende...
mientras ello ocurre,
todo va y viene...
el hombre despierta... el hombre duerme...
cree descubrir... pero sólo se entretiene...
porque todo existe,
más allá de las gentes...
MAYO 29, 2013.-

todo estaba, cuando tú no estabas...
todo estará, cuando te hayas ido...
todo permanecerá, hasta que regreses...
todo se repetirá, hasta que despiertes...
haciendo del espíritu, un cuarto creciente.

DE RIQUEZAS E INOCENCIAS ► Rafael Chirbes: «No hay riqueza inocente»

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Rafael Chirbes: «No hay riqueza inocente»

Libros

Rafael Chirbes: «No hay riqueza inocente»

Día 28/05/2013 - 15.23h
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«Crematorio» se convirtió en la segunda mejor novela española del siglo XXI, según una encuesta organizada por ABC. El novelista valenciano acaba de publicar «En la orilla», algo más que una secuela sobre los estragos morales del ladrillo

Rafael Chirbes (Tavernes de la Valldigna, 1949) vive solo con dos perros, Tomás y Ramonet, en una casa que le compró a un camionero jubilado hace diez o doce años a las afueras de Beniarbeig, en la carreterita que se aleja sinuosa de las tapias del cementerio, en una región tan hermosa como degradada por urbanizaciones y puticlubs como buena parte de los personajes, endiabladamente humanos, de su paisaje literario. Nos cita en su bar, El Moss de Segaria, donde saluda a los vecinos por su nombre. Nada distingue al escritor, salvo su vida interior. Segaria es el macizo que se ve desde la casa donde se desentiende de las pompas del mundo, pero no de sus entrañas, como demuestra en sus novelas. Su penúltima obra «Crematorio» (premio de la Crítica, éxito editorial en Alemania, de la que Canal Plus hizo una celebrada serie protagonizada por Pepe Sancho), un aguafuerte del que no puedes salir una vez que empiezas a leer, la situó, justo por detrás de «La fiesta del chivo», de Mario Vargas Llosa, como la mejor novela española de lo que va de siglo, según una encuesta que ABC convocó hace diez días. «En la orilla», publicada también por Anagrama, como prácticamente toda la obra de este autor imprescindible si alguien quiere saber de verdad qué ha pasado en esta península europea en lo que va de siglo, desde las cimas del ladrillo a la escombrera moral y económica posterior, es más que una secuela. Por eso elegimos un marjal, el de Pego, para retratarle, porque es el de su último libro, el que ahonda en las dudas y certezas de este hombre que cree que «no hay riqueza inocente».
Desde los ocho años estudió en colegios de huérfanos de ferroviarios, estudió Historia Moderna y Contemporánea, fue profesor de español en Marruecos y durante años escribió en la revista «Sobremesa». Dice que por culpa de unos análisis ha pasado de tomarse diez gin tónics diarios y fumarse tres paquetes de tabaco «a nada», de ser «un adolescente inconsciente» a un «anciano enfermo», de un epicúreo a un estoico. Junto a su trasteado ordenador, una leída y releída edición de San Juan de la Cruz, obras de Peter Handke y de Gracián, botellas de agua y una cama sin hacer. Hablamos entre plato y plato en Un cuiner a l'escoleta, en Sagra, entre Pego y Beniarbeig, un restaurante donde saben cautivar el paladar de este escritor exquisito, pero sin pelos en la lengua.


—Una cosa que fascina es la forma como construye las grandes tiradas de prosa, por ejemplo en «Crematorio», que son como bloques de texto, recuerda una imagen de Kafka: que el texto fuera precisamente eso, un bloque compacto en el que el lector debía sumergirse, con muy pocos puntos y aparte, muy poco diálogo...
—Yo creo que tanto la vista como el ritmo de lectura, la atmósfera, te vienen marcado por esas cosas. Por qué por ejemplo novelas como «Mimoun» o «La buena letra» son novelas de párrafos cortos, novelas cortas. De «Mimoun» yo siempre decía que era un sorbo de flautines, un poema, en donde cada capítulo está tratado como una estrofa, cada frase como un verso, de algún modo. Y yo creo que es verdad que el impulso de la prosa está en el ritmo de la puntuación, en la música, que es muy importante. Yo creo que el lenguaje por sí mismo no es nada, si no es contenedor de cosas, pero tienes que jugar con ese contenedor, cómo lo distribuyes. El ritmo de un libro es muy importante, su respiración, la tensión. En libros como «Crematorio» o «En la orilla», se busca, dado que el lector se enfrenta a cosas que no le hacen ninguna gracia, y que le hablan de sí mismo de un modo no muy gratificante, que el lector no te deje. «En la orilla» es un libro totalmente centrífugo, como un pulpo que quiere tocar todas las cosas. No quiere ser un libro de personajes sino de un tiempo. Me viene a la cabeza la trilogía de John Dos Passos («USA»), o «Manhattan Transfer». Eso quiere decir que es un libro que lo mismo te habla de comida como del aceite, de las putas, de la crisis económica, de pederastia... Yo que sé, está todo. Se quiere hablar de todo. Si además de estar todo y en un tono que al lector no le hace gracia, sobre todo identificarse con algunas cosas, la única forma que tienes para tratarlo es el ritmo de la prosa, meterle en una túrmix de la que no pueda salir...

—Incluso visualmente. Aparte de la prosa en sí, de la cadencia de cada frase, de la forma de pensamiento, de la forma física...
—Esto es cazón seco (dice señalando el plato que acaba de llegar a la mesa) y tostado. Salazón. 

—Decía que me impresiona el aspecto físico de la página en sí. Un bloque de texto. Una vez que entras, te quedas dentro...
—Sí, yo creo que es así. El proyecto es así. Atrapar al lector y no dejarle salir.

—No dejarle respirar, casi.
—Ahí voy. No puedes dejar esa frase porque viene otra a continuación. El punto y aparte te marca un respiro. «En la orilla» te deja respirar algo más que «Crematorio».

—De hecho comentó que después de «Cremación» quedó agotado, vacío. ¿Fue «En la orilla» una especie de desagüe lógico?
—Me pasa con cada libro, y los amigos me lo dicen, y a fuera de repetírmelo, he acabado por creérmelo también. Yo no soy un novelista profesional, no tengo plano de mis novelas...
—¿No sabe qué va a pasar?
—No sé qué va a pasar. En ese sentido yo siempre digo que soy proustiano: aprendes de lo que escribes al tiempo que lo escribes. La propia escritura es el aprendizaje de lo que estás escribiendo, y esto yo creo que hace que cuando termines una novela no has contado una historia ajena a ti, sino que de alguna manera te has exprimido tú mismo. Por ejemplo, cuando la gente me decía acerca de «La buena letra», que es una historia que cuenta una mujer: "Ah, es la voz de una mujer. Es literatura oral". Mentira. Es un artificio. Es la voz de una mujer que yo he inventado, un artilugio que recoge parte de mi memoria, mi formación literaria, recoge mi idea como historiador, y sobre todo es un libro escrito desde el presente, es decir, que recoge mi enmienda a la totalidad –por así decirlo- a mi generación en el año 90, 91, que es cuando está escrito el libro. Es un libro sobre la España de la Olimpiada y la Expo, y en todos los libros pasa igual. Como tú no eres un ilustrador de historias en realidad en todos los libros eres tú mismo en tus preocupaciones distribuido por una serie de personajes. Y si me preguntas quién es cada uno de los personajes que aparecen en «Crematorio», diré: "Soy yo".

—Veo una voluntad clara de evitar el maniqueísmo, y desde el soliloquio que abre «Crematorio», de Rubén en el coche, de meterse dentro de la cabeza de cada personaje y no juzgarlo, tratar de hablar desde toda su complejidad.
—Claro, es que yo creo que esa es la principal diferencia de la novela con cualquier otro género, que es lo que plantea Bajtín con respecto a la epopeya o a la poesía. ¿Cuál es la posición del novelista? Pues búscala. La posición del novelista es esa incertidumbre de correr de un personaje a otro. ¿Pero tú con cuál estás? Estoy en la dinámica de moverme entre unos y otros, escuchar todas las razones, y cada cual que se forme su opinión. Me decían: "Hombre, es que el protagonista de «Crematorio» qué malísimo es, es un especulador, es horroroso, y tal". A mí no me parece un personaje tan malo. Es un personaje, un individuo que tiene una historia, y siento hacia él una especie de piedad... En alguna novela he hablado de la tercera persona compasiva.

—Habla mucho también de ponerse en el lugar del otro...
—Eso es. La tercera persona compasiva. 

—Como de querer entender las razones de cada uno...
—Sí, están estos personajes que se manchan para comprarle su inocencia a otros. En «En la orilla» hay un momento en que se dice que si el dinero sirve para algo es para comprarle inocencia a tus descendientes.
—¿Es un proceso de muchas sociedades, de blanqueamiento, que se ha vivido en Estados Unidos y en muchas partes...?
—Es un proceso que hemos vivido aquí mismo. ¿Tras la guerra civil hay alguna fortuna legítima? Ninguna. Porque las que las han mantenido ha sido por connivencia y los que se han enriquecido a la primera ha sido por expropiaciones, por contratas, por subcontratas. No hay riqueza inocente. En cambio sus hijos sí que son inocentes. Sus hijos son mis contemporáneos.

—No son culpables de los pecados de sus padres...
—Pero gozan de ellos. 

—Es un poco la conciencia que tiene Silvia en «Crematorio», que sí sabe de dónde viene ella, de dónde viene su buena vida...
—Sin pararme a pensar cuál es la mejor novela, de construcción y eso, creo que son seguramente «La buena letra» y «Los disparos del cazador». Me gustan más las novelas cortas porque puedes manejar mejor las cosas, jugar con el material literario, quitar las comas...

—Sin embargo en las novelas largas hay también un gran trabajo de depuración, de corrección. No sé si corrige mucho...
—Se hace lo que se puede.

—En una entrevista hablaba de «cocer y cocer el plato de la novela hasta que tenga un sabor determinado»...
—Hay una empatía con estos personajes. Siempre me cae mejor el cazador que el que se come la caza y denuncia al cazador, que son los hijos de los disparos del cazador. La metáfora es quizá la muerte, que está esperando, pero que él es cazador, es un especulador de la posguerra, y sus hijos son mi generación, arquitectos, que enseguida dicen que ellos están haciendo arquitectura social...
—La conciencia impecable.
—Eso es. Si oyen hablar de dinero: no, no, por Dios. Siempre me acaba gustando más Torquemada. El personaje que me inspira a todos estos es el Torquemada de Galdós. Siempre me cae mejor Torquemada con sus contradicciones, sus trampas y sus barullos, que no toda la familia del Águila, impoluta, pero que vive a espaldas y a costa suya, y encima se avergüenza de él. Me parece eso bastante más deleznable y repulsivo. Es Torquemada el que está detrás de «Los disparos del cazador», el que está detrás de Rubén Bertomeu [el protagonista de «Crematorio»], el que está detrás de todos los malvados estos. Me gusta mucho Vautrin, de Balzac... 

—Hay una frase que mencionaba en una entrevista, y que no sé si es de Balzac, de que «la novela es la vida privada de las naciones». ¿Se reconoce ahí, es uno de sus afanes?
—Sí, yo creo que es mi manera de ver el mundo. Vamos a ver. A mí la vida interior me aburre como una ostra. 
—Y sin embargo le gusta San Juan de la Cruz.
—Sí, pero San Juan de la Cruz en su tiempo. Yo creo que, como soy materialista, el alma que tenemos es la que nos toca en nuestro tiempo.

—Fruto de nuestra experiencia y nuestras lecturas.
—Ahí voy, fruto de nuestras lecturas, experiencia, todo eso. Y entonces, dado eso, cuando yo me pongo a analizarme a mí mismo no me entiendo si no entiendo mi tiempo. Yo no me entiendo a mí mismo si no entiendo que parte de mi generación acabó como yonkis, que parte de mi generación gestionó el poder, se lió a tiros, que vivimos un momento en el cual cuando yo entré en la universidad apenas había hijos de obreros, y diez años después estaba repleta, y treinta años después los hijos de obreros protestan porque les piden un seis para tener una beca. Son universitarios y parados, esa es otra contradicción. ¿Para qué quieres ir a la universidad si luego te vas a ir al paro? Eres el nudo de contradicciones de tu época. Como historiador yo no puedo entender esto si no lo tengo en cuenta...

—Veo que le gusta mucho el término historiador, ¿tal vez porque estudió Historia y por devoción hacia Heródoto y todo lo que vino después?
—Es que somos historia. Es que no somos más que historia. ¿Por qué nos vestimos así? ¿Por qué si ves una foto y sabes si es de los años veinte o treinta? Y las caras. Cuando ves por ejemplo «Tierra y libertad», esa película malísima de Ken Loach, esos que saltan por las trincheras te das cuentas de que son actorcillos. ¿Qué hacen estos muchachos de la facultad haciendo esos papeles?
—No te los crees. No han pasado hambre.
—Tú ves las fotos de los años treinta, ves las caras rugosas, la manera de llevar una camisa, un pantalón. No tienen nada que ver. Pues porque somos alimentación, somos cultura, somos trabajo. Una de las cosas que me gustan de haber trabajado en una revista gastronómica [«Sobremesa»] es la historia de la cocina. Saber la historia del té, de los espías que entraban a analizar qué planta era esa. La independencia de Estados Unidos tiene en su origen la guerra del té, en que no querían pagar impuestos. Saber cómo los tópicos que hay detrás de expresiones como "me gusta la tortilla española". Pero usted qué dice, si las patatas vienen de América. Me gusta el gazpacho andaluz. Pero desde cuándo ha habido pimiento y tomate aquí. La cocina mediterránea, esa Sicilia, con esos tomates. Que vienen de allá. La historia pone en cuestión la permanencia de las cosas, que algo sea eterno. La historia te lleva a lo de Walter Benjamin: que todo es encubrir el crimen originario. Toda fortuna procede de una injusticia originaria, cuando no de un crimen, que es lo más probable, y eso es la novela, además. Eso es la esencia de la novela. La novela que está fuera de la historia es lírica. No es novela. La novela es el cambio, la transformación. Que empiezas a leer acerca de un personaje y cuando terminas es otro, lo miras desde otro punto de vista. Transforma al lector, y transforma al escritor también. 
No te consuela.
—Si no te transforma no sirve para nada.
—La literatura que no es conocimiento no es nada. El más admirable de todos me parece Broch. ¿Cómo alguien describe la muerte de Virgilio? Es, diríamos, pura belleza, y se caga en la puta madre de la belleza. Yo no sé si en «El novelista perplejo» o en «Por cuenta propia» hablo de eso, pero los partidarios de la belleza por la belleza son como los traficantes de armas en la guerra, porque la literatura es aprendizaje. Si estás leyendo «La muerte de Virgilio» ves que es una aprendizaje sobre el poder, la relación de la cultura con el poder... Que luego te dé gusto leerla... Porque la belleza qué es. La belleza es el ajuste entre una idea y una palabra, una concatenación de palabras. La floritura a mí no me interesa para nada, me aburre. Me parece prosa cascabel, que diría Marsé. Que por cierto, Marsé ha sido el padre de gran parte de mi generación. Yo creo que «Si te dicen que caí» es una novela que cambia la perspectiva de lo que es la literatura social, de lo que es el realismo. De repente es esa especie de unión perfecta entre fondo y forma, donde no hay ninguna duda de que un texto literario es una construcción y al mismo tiempo tiene toda la verdad del mundo, eso me parece extraordinario. 
—¿De todos modos a usted le incomoda especialmente esas actitudes despectivas hacia el realismo español, hacia Galdós y todo lo que vino después?
—Es que para empezar eso es una tontería, es una falsa polémica que crearon en los setenta simplemente porque había un grupo de escritores señoritos, o delicados, que no querían pringarse con el franquismo, querían estar por encima de él sin enfrentarse a él. Lo cual era imposible.

—Un lavado estético de conciencia.
—Ahí voy. De todo eso hablo en «Por cuenta propia», en el capítulo dedicado a Galdós. Se inventan algo que es mentira: que el realismo es un garbanceo español, y ¿qué me dice usted de Dos Passos, u hoy mismo qué me dice usted de Roth, qué me dice usted de Mailer, qué me dice usted de Capote, qué me dice usted de Updike? ¿Es es garbanceo? Vamos a ver. ¿O qué me dice uste de Laurent Mauvignier, autor de una novela tan extraordinaria como «Hombres», que habla de la presencia de la guerra de Argelia en la Francia contemporánea? Para empezar, mentira. No es un fenómeno español. ¿Qué me dice uste de Solojov, el de «El Don apacible», con todo lo que ustedes pueden despreciar eso? Primero se crea esa ficción. Creo que es querer superar el franquismo sin enfrentarse a él. Y eso no es posible. Cómo puedes decir que Max Aub es el garbancero español. Para empezar es tan poco garbancero que prácticamente no escribe ninguna novela aquí, las escribe todas en México. Y además está en contacto con todos los intelectuales europeos, habla cuatro o cinco idiomas. No para de hacer experimentos. Lee «El correo de Euclides», que te mueres de risa. Mira las obras de teatro, que son de un vanguardismo y de una actualidad rabiosa... Galdós. O Clarín. O la Pardo Bazán. Son de los escritores más cultos de su tiempo, están en contacto con Europa, viajan a París, a Londres. Saben lo que se está publicando. Es todo mentira. Recuerdo una encuesta en los años ochenta de por qué no había novela española. No teníamos esa cosa inglesa del «plot», del no sé qué. ¿Cómo no va a haber novela española en el país del que ha salido «El Quijote», «El lazarillo», la novela picaresca, «La Regenta»... «La Regenta» es de una modernidad... Donde todas las metáforas son cubistas, es decir, se ponen de perfil y es un triángulo. Y Blasco Ibáñez, te lees «La horda», «Arroz y tartana», o El intruso», sobre el País Vasco, una novela excelente. Es todo una pura fantasmagoría. Dime tres novelas que hayan quedado de aquel movimiento de los setenta...

—¿«Tiempo de silencio»?
—Acusada de realismo, aunque en realidad se dijo que era un sainete. ¿Qué más?

—¿Algún experimento de Juan Goytisolo...?
—«Señas de identidad» es realismo en estado puro, y tiradas enteras de «Tiempo de silencio»... Al final, en la resolución, que se quiere poner más moderno, la novela se te viene abajo. La volví a leer hacia siete u ocho años, y al final, que se quiere poner un poquito rarito, se te cae la novela en picado. Es una falsa polémica que ha servido para que alguno hable de Galdós sin habérselo leído. ¿Cómo puedes quitar del diccionario a Eça de Queiroz en Portugal, a Balzac y Zola en Francia, y a Galdós en España, que es lo mismo? 

—No sé si forma parte de nuestra dificultad para asumirnos, para asumir nuestra propia historia, del paradójico auto-odio, que luego es capaz de pasar a la exaltación desaforada...
—Yo creo que es confundir lo que se oponía a la autarquía con la autarquía, y lo que se oponía al casticismo con el casticismo. Decir que Galdós es un escritor castizo cuando justamente es un escritor cosmopolita que se está enfrentando a la España conservadora por tierra, mar y aire. Tú te coges los últimos «Episodios nacionales» y se los puedes leer en la Puerta del Sol a los indignados y se rebelan los indignados. Yo tengo un amigo que se está leyendo ahora los «Episodios» y está deslumbrado. "¡Pero si está todo lo que está pasando ahora!", me dice. Hace tres o cuatro noches me llamó, que estaba acabando «Prim», que es un episodio cojonudo. Pero si es que está lleno de episodios cojonudos. «Aita Tettauen»: la alianza de civilizaciones, el relativismo del punto de vista, la misma historia contada por un moro, por un cristiano, por un judío, por uno que no se sabe si es moro o cristiano, porque se ha pasado al otro lado. Está Torquemada, en los monólogos interiores. Luis Cernuda lo decía muy bien: hay tanto idiota que se cree moderno despreciando cuanto ignora, despreciando a Galdós, y cómo el manejo del monólogo interior está en Galdós.

—En «Crematorio», un personaje dice «me he cansado de buscarle sentido a lo que lo tiene». ¿Es el novelista hablando por boca de su personaje? ¿Una fatiga de intentar aplicar la razón a todo lo que existe?
—Es el novelista. El novelista es otro personaje. Me gusta autoflagelarme un poco en todas las novelas.

—¿Por la cosa judeocristiana?
—Y porque creo que está muy bien reírte de ti mismo. En «En la orilla» sale un gastrónomo, que se supone que es un hijo de puta, que es un poco chirbesco. ¿Qué hubiera ocurrido con Chirbes si hubiera sido tan consecuente con su destino como Anson con el suyo, por ejemplo?

—Matías Bertomeu busca en «Crematorio» viejos libros perdidos, por ejemplo de Angela Davis, y de Victor Hugo, y no los acaba de encontrar, y se pregunta ¿qué ley biológica dice que la madurez sólo se alcanza cuando uno entierra definitivamente ideas como la justicia? ¿No sé si vuelve a hablar el autor por boca del personaje?
—En «En la orilla», el protagonista, en un momento determinado, dice que él también ha buscado en los estantes de su casa libros de Rosa Luxemburgo. Y se dice, «a lo mejor es que no me los había leído. Estaban en el ambiente». 

—¿Quién se ha leído «El capital»?
—Un servidor.

—¿Los cuatro tomos?
—Ahí arriba está subrayado [dice, como si estuviéramos en su casa, con las librerías abarrotadas de libros leídos y releídos, desordenados, con un orden muy chirbesco]. No entendí nada. A partir del tomo primero, luego de los otros no entiendes nada. No sólo me leí eso, sino también el Cornu, que era un libro así de gordo, que tenía como mil páginas, y era la biografía de juventud de Marx y Engels, que acababa con los manuscritos del 48. Yo quería saber, no como ahora. Yo he tenido muy mala memoria y luego muy mala cabeza para el saber abstracto. 

—Pero el saber abstracto y la novela son antitéticos.
—Mi pensamiento es que, como no tengo nada dentro, me caben los personajes.
—Pero tal vez porque su pensamiento es más plástico que teórico.
—Como estoy hueco, pues ahí dentro entran personajes.

—¿Eso hacen los actores, no?
—No tienes nada dentro y cabe todo. 

—Pero escucha bien, le gusta poner la oreja...
—Pero en filosofía y todo eso soy muy malo, porque no soy capaz de creerme las teorías ni de entrar en ellas.

—Pero visto el resultado práctico de las teorías es como para desconfiar de cuando se aplican en la realidad. Porque los resultados son devastadores, sobre todo las que venían con las mejores intenciones...
—Jemeres, y compañía. Yo sí que creo, cosa que yo no tengo, es que hay que tener una visión del mundo. Lo que yo no sé es hacia dónde.

—¿Sigue teniendo una visión del mundo?
—Tengo muchas. 

—¿Se ha vuelto más piadoso hacia la condición humana, o más despiadado, o más implacable con los corruptores de almas y de cuerpos?
—Más piadoso y más implacable. Odio más a los que más saben.

—¿A los más cínicos?
—A los que más saben. 

—¿Se ha vuelto un descreído pero no un cínico?
—No, descreído, no. Me gustaría que hubiera justicia. Una idea muy simple. Que el que más trabaje más gane, que el tenga más responsabilidad responda. Hay cuatro ideas que son muy simples, pero que son dificilísimas de aplicar. Lo que sí que sé es que no puedes cambiar las cosas porque desde el siglo XIX han cogido mucho poder. No es aquello de que hacen los bulevares anchos para que los caballos del ejército puedan entrar. Una de las ideas que Haussmann [el que, con Napoleón III, renovó París] tenía en la cabeza era acabar así con las barricadas. Pero es que ahora no es así. Es que ahora no tenemos un arma para oponernos a sus armas. El poder se ha vuelto mucho más astuto y más poderoso. Es que cuando lo pillas te bombardea, y se queda tan tranquilo. Y además no sabemos ya quién representa a quién. ¿Por ejemplo? Está reunida la oposición a Al Asad en Madrid en estos momentos. ¿Son mejores que Al-Assad? Yo solo sé que si leo en el periódico un accidente que ha ocurrido aquí en la esquina, que yo he presenciado, descubro que todo lo que cuenta es mentira. Que la mujer no iba por la acera...
—Pero yo no sé si es un problema que tenemos aquí, agravado, y que es el problema de la prensa española con la verdad.
—Esa es una. El desprecio absoluto por los hechos. Si esto que está cerca se ve así, imagínate qué podemos pensar de Siria... Luego, cómo puede ser que yo ponga la televisión a la hora de las noticias y todas las cadenas den como gran noticia la misma, que a lo mejor es que han rescatado a una niña china de un terremoto. 

—Ferlosio se preguntaba por qué todos los días había, pongamos por ejemplo, 80 páginas de noticias. ¡Será por la publicidad, no por las noticias!
—Y además las mismas noticias, que si salen cuatro griegos, quién maneja mi barca. Prueba, prueba esto.

—¿Qué es? ¿Alcachofa?
—Alcachofa.

—Está muy buena. Dice un personaje de «Crematorio» que cree que lo peor que le pasó fue descubrir que la democracia acaba con la política. ¿Es un descubrimiento del personaje o del autor?
—Mío y de cualquiera. Es decir, la política desaparece porque lo que nos dan son otras cosas, lo que vemos todos los días. 

—Entonces, ¿qué hacemos?
—No lo sé. Los principios son muy elementales. Como además estás escarmentado, cuando ves un movimiento ya ves quién anda por detrás enredando. Hemos perdido la inocencia. Lo que pasa, como se cuenta en «La larga marcha», la suerte es que la derrota no se hereda genéticamente. Cada generación tiene derecho a combatir la injusticia y a experimentar su propia derrota. 
—¿La lucha que justifica una vida aunque la derrota sea el final?
—Ahí voy. Hay un personaje en «La larga marcha» que dice que el mal triunfa siempre, y entre los malos los peores. Si viene uno después será peor que el que había antes. Pero claro, el mal absoluto es la muerte, y esa sí que triunfa siempre. ¿Está bueno el arroz o no?

—Estupendo.
—Por esa regla de tres cuando nace un niño casi es mejor que se muera enseguida la criatura. Le evitas 80 años de sufrimiento. Pues no, el niño nace, le operan de fimosis, y luego de anginas, y luego le quitan la tos que tiene, y luego le quitan un riñón que tiene...

—Pero también se enamora, se pega unas buenas comidas...
—Ahí voy, ahí voy. Se enamora. Pero y de viejo todavía le ponen una sonda, y le están cambiando los pañales. La dignidad de la persona es oponerte al mal y mantenerlo a la puerta de tu casa aunque sea un minuto. Y ya has cubierto tu vida y ya te puedes sentir tranquilo, y el que le abre las puertas al mal es el que vive con indignidad y muere con indignidad.
—¿Y usted ha intentado hacerlo al menos como novelista, aparte de vitalmente? Ha sido honesto con su propio oficio.
—¿Como novelista? Sí. Para empezar es que no me ha atraído nunca la pasta.

—¿No está en su cuadro genético?
—Y luego que no me gusta que me tomen por tonto, aunque quizá lo sea.

—Eso es algo que alguien comentaba acerca de cómo trata a sus personajes. No le gusta ponerse por encima de ellos, escuchar sus razones, y hacerlo de buena fe.
—Cuando escribo lo que procuro es contar algo que ahora llaman el relato. Un relato paralelo al que ellos han contado, que es el que yo he visto. Cuando me dicen: "Usted ha querido...". No, yo no he querido... En cada novela he tocado algo que me desazonaba en ese momento. Como historiador he vuelto siempre atrás para poder entender lo de delante. La novela sale de una necesidad vital. Es verdad que si ahora lo miro se han ido encadenando una serie de episodios, de relato paralelo. Cuando salían las primeras novelas me decían los amigos: "Ya era hora de que alguien contara eso", como en «La larga marcha», desde el punto de vista de los que perdieron en la transición. O no participaron en ello. Eso ocurre desde «Mimoun», que es la historia de un tipo que se va a Marruecos, y se va buscando un paraíso, se supone, y al final se vuelve a su país. Es una novela escrita el año 85, 86, por ahí, que es cuando España miraba a Europa, la narrativa era como comedia ligera, se buscaba europeización, y tal, y esta novela miraba a Marruecos. Era una novela sólida, de perdedores, y curiosamente cuando se publicó en Alemania hicieron una lectura política del libro, cosa que en España nadie hizo. Es verdad que desde entonces, «En la lucha final» era contar lo de Roldán veinte años antes de Roldán. El que ha guardado el romanticismo de la juventud y luego es un impostor, y todo el mundo huye de él. 

Rafael Chirbes: «No hay riqueza inocente»
Rafael Chirbes, en su casa de Beniarbeig (Foto: MIKEL PONCE)

—Ha dicho que «en España los que llegan al poder pierden la memoria y si no vendieron su alma es porque no la tenían». ¿Hemos cultivado ese fenómeno con delectación aquí?
—Yo creo que seguramente ocurre en todas partes, pero es que aquí se ha producido una cosa que no ha ocurrido en ningún otro país europeo, quizás en Nicaragua sí, en sitios así. Que de repente la generación que estaba tirando piedras en la calle dos años después esté dirigiendo las prisiones del país. Eso creó una velocidad de ascenso social que no es muy frecuente, tan rápida y tan deslumbrante, y al mismo tiempo digamos de suicidio como pensamiento. Porque todo eso suponía negar radicalmente todo lo que habías afirmado dos años antes. No había habido un proceso.

—Creo que es Silvia, en «Crematorio», quien hablando de su promoción dice que «en las facultades españolas de letras no se había enseñado jamás pensamiento, orden en la mente, sino retórica, variante de la escolástica». No sé si eso forma parte de nuestros males históricas, de tener unas bases filosóficas y educativas tan endebles.
—Eso es muy importante. Nos hemos educado sin un sentido cívico de la moral. Nos hemos educado con una moral teológica, y eso no lo acabamos de perder. La mala conciencia tiene que ver, y no con un hecho concreto, objetivo. Y todos los valores que se llevan los republicanos a México. En «Por cuenta propia» hay un capítulo que cuenta cómo la generación que debía haber restituido, o reimportado, o reconstruido esos valores y esa agitación de la España de la República, en la que había multitud de prensa, ateneos obreros, grupos de teatro, todo eso, lo que hace es al revés. Acabar con lo poco de eso que funcionaba durante el franquismo, es decir, asociaciones de vecinos... O se hacen del PSOE o se eliminan...
—Buscando la adhesión inquebrantable.
—Yo recuerdo que además nos acostumbraron muy pronto a las barbaridades. Después de eso, ¿qué se podía hacer? Si tú a los pocos meses de llegar haces el peinado del Barrio de Pilar, que hizo Barrionuevo, cuando el secuestro de Villaescusa y Suñén, peinas sin orden judicial las casas de 120.000 personas, entras, patada en la puerta cuando no te abren, a partir de ahí has dado barra libre para justificar lo injustificable, y de ahí lo "gato blanco, gato negro, lo importante es que cace ratones", "la codicia no es mala"... Pues hasta hoy. 

—Salvo excepciones, como la suya, la novela española ha intentado estéticas escapistas, aparentemente modernas...
—La crisis lo que ha hecho es evidenciar la debilidad de todas estas propuestas entre psicologistas, o bien tragedia psicológica o comedia psicológica flotante. Porque aquí es curioso que a algunos novelistas poner el primer nombre en español les ha costado cinco o seis novelas, ¿no? Que un personaje se llamara Paco o Manolo les ha costado. Y ya cuando lo han metido ha sido por oportunismo porque ha cambiado la onda y de repente la república se había puesto de moda y las actrices querían ser fusiladas contra una tapia, libertarias, revolucionarias... Eso es así, como que en la novela española no comía nadie, nadie se sentaba a comer... Cada sociedad tiene la novela que toca. Porque es curioso que "La buena letra» sale en el 92 y precisamente como reacción al 92. Yo la escribo en el año 90, estaba viviendo en Extremadura, en un pueblo pequeño, y eso estaba lleno de referencias, olores, a mi infancia, al pueblo que yo había conocido, y eso había desaparecido, y además todo lo que tuviera que ver con eso. En los últimos años de la muerte de Franco se publicaron algunas cosas de Max Aub, como «Las buenas intenciones», «Vida y obra de Luis Álvarez Petreña» y «La calle Valverde», y creo que la revista «Primer Acto» se publicó alguna de ellas. Inmediatamente después de la muerte de Franco se publicaron los «Campos», en la colección azul, de Alfaguara, y se agotaron, y se agota «Las buenas intenciones». Y nos pasamos doce años en España hasta que aquí, en la Diputación de Castellón, se decidió a reeditar las obras. Pero nos pasamos doce años sin Max Aub y no pasa nada. Imagínese que en Francia se pasaran doce años sin Proust, o sin Balzac. ¿Dónde está esto en los colegios, en los institutos, en la formación de nuestros alumnos? ¿Dónde cojones está, ahora que dicen que en nuestra generación no saben quién era Franco? Ahora dicen que es un escándalo que los chavales de 18 y 19 años no conocen la historia de España. Pero es que la quitásteis de los planes de estudio. Si no queríais que se supiera la historia de España.
—Y eso sumado al delirio de que cada comunidad autónoma cuente su propia historia de España.
—Esa es otra, que de un río nos interesa la margen derecha, que es la que da a nuestra comunidad, y la margen izquierda son ranas manchegas, porque son del otro lado del Júcar. 

—Es evidente que la España contemporánea le interesa mucho, pero no le gusta nada. Le interesa como sujeto narrativo...
—No son valores que comparta, en general, porque ni me va el fútbol ni me va el mamoneo este de la cultura, este ir de aquí para allá, de cóctel en cóctel...
—Por eso no le gusta aparecer con frecuencia en los periódicos, ni como columnista ni como entrevistado...
—Si digo esto puede parecer cinismo puro, porque hace dos meses que no paro. No sé a quién se lo decía, que parezco una cotorra ambulante, pero se está muy bien uno en casa y yo creo que las opiniones del novelista cuando las dices en una entrevista lo que haces es ponerles una tapia y un cinturón y cerrarla. ¿De qué trata su libro? Empieza así, sigue y termina. ¿Y qué piensa usted sobre la España contemporánea? Lea «Crematorio»...

—Ahí lo ha dicho de la mejor manera que ha podido...
—Todo lo que sea explicar eso es ponerlo peor. 

—Tiene que ver con el esfuerzo, porque leer a fin de cuentas, aunque pueda ser placentero, es un esfuerzo, y estamos siempre buscando el picadillo, el potito...
—No, la gente opina si un escritor es bueno o malo porque le ha visto en la tele. No ha leído ningún libro de él. Oye, Gala es estupendo. ¿Usted ha leído algún libro de ese hombre? No, pero es tan simpático, habla tan bien, es tan poético cuando habla... Muy bien, señora.

—Aunque Valle-Inclán forma parte de su tradición y de su espíritu, sin embargo menciona junto a la estética del esperpento, de que España necesita una estética sistemáticamente deformada, la figura de Bacon, para mostrar cosas que incluso con esa deformación no es suficiente para mostrar lo que está por debajo...
—Bacon me gustaba más que me gusta, porque la edad te va volviendo más tranquilo, y ahora me parece un poco demasiado gesticulante. También hay un artículo sobre Bacon en «La buena letra». Me gustaba sobre todo por su valor de seguir con una pintura raramente figurativa y al mismo tiempo, sin coger el camino más sencillo, que es hacer estampados para las paredes y para los sofás me esfuerzo en buscar una salida para la pintura que no sea la salida fácil, de pasarme al expresionismo abstracto, como ha hecho todo el mundo. Me parece que hace un esfuerzo muy grande. Hay una penetración en el alma humana contemporánea muy aguda, que levanta muchas ronchas, porque es un pintor que está claro que ha salido después de la II Guerra Mundial, después de todo lo que hemos visto, de que la libertad sexual nos ha llevado a ver ese tren de la bruja, que decía la Gaite, que es esa libertad sexual que es placer y horror juntos. Todo eso lo tiene Bacon, que es un pintor muy contemporáneo y al mismo tiempo extremadamente clásico. Sus espacios son muy clásicos, las atmósferas te dan la sensación de estar contemplando a Velázquez, por el aire que tiene el cuadro...
—¿En sus últimas dos novelas se reconoce en una estética que podía entroncar de alguna manera con Bacon, o se siente más cerca de Faulkner?
—Más cerca de Faulkner.Lo que pasa que Faulkner tiene más carga retórica, yo creo, y más esfuerzo no sé si a veces gratuito. Aunque me gusta mucho. He vuelto a leer, no hace mucho tiempo, «Absalón, Absalón» y «Las palmeras salvajes», y «Las palmeras salvajes», que me había parecido una obra menor, me ha dejado asombrado.

—Pero esto de permitir que el lector se sumerja en la prosa y se deje arrastrar por ella...
—Yo creo que soy más faulkneriano que baconiano. Ninguno de mis personajes está despellejado. Lo que tiene de bodegón barroco «En la orilla», tiene mucho de faisandé, los pájaros siguen con las plumas y los individuos están vestidos, o con piel, no tienen esa cosa de vísceras fuera de Bacon. Y de Faulkner... ya quisiera el gato lamer el plato. Me suena impúdico decir, pues di, de Faulkner, y también de Cervantes. Nos ha jodido. Me gusta mucho «La Celestina», por lo del materialismo. Me parece la mejor crítica del lenguaje que se ha hecho en lengua castellana jamás. No deja un valor en pie, se carga toda la retórica y en el fondo, mire usted, de lo que se trata es si despluma a la gallina o no despluma a la gallina.
—Materialismo puro.
—Ahí voy. Calixto despluma o no despluma. Mete o no mete. Remata o no remata, y todo lo demás, verborrea, verborrea, verborrea. Es un libro que tengo mucho en la cabeza. Desde «Los viejos amigos» a «Crematorio», donde no sé si se nota la presencia celestinesca, pero aquí en «En la orilla», creo que más aún. «En la orilla» es una especie de repaso de todos los tópicos contemporáneos, alejándose un pasito de ellos y manejándolos con un poco de ironía o de sarcasmo.
—¿«En la orilla» es, respecto a «Crematorio», un paso siguiente después de la burbuja inmobiliaria, los escombros de la burbuja, o eso sería una simplificación? ¿En esto hemos desembocado?
—No, yo diría que es lo que había detrás de la burbuja, eso que parecía intocado pero que ha ido acumulando estratos de desperdicio y en realidad haces una excavación, como hacen los arqueólogos, y te vas encontrando la basura de diferentes épocas, desde los que se refugiaron ahí en el 36 y fueron cazados y tiroteados por unos hasta el que tiró tiras asfálticas en la época del progreso, hasta el que tiró escombros, hasta los mafiosos que han tirado armas, incluso algún coche que han enterrado ahí dentro.

—Estratigrafía moral de España.
—Ahí voy. Es una novela pulpo y hay en todo ello un uso del lenguaje tópico y buenista con un pasito de distancia convertido en ridículo. Ah, la soledad y tal, ay, te vas a quedar solo. El único mal terrorífico y la única enfermedad de verdad es la pobreza. 
—Dice en «Crematorio»: «En cuanto te descuidas tres o cuatro días sin hacer limpieza, lo oscuro, lo sucio, lo prehumano empieza a acometerte». ¿La escritura es también una forma de luchar contra eso?
—Es. Es y luego hay también una ironía sobre los códigos. Por qué hemos decidido que los escritores son la cultura, que hemos decidido que es estupenda, y ser un fontanero es una mierda. Pues no, mire, usted, sin «El Quijote» puede usted vivir, pero sin un fontanero que le arregle la casa cuando se le escape la tubería, no. Estos son códigos que vienen desde los bisontes de Altamira y que año tras año repetimos. Nosotros somos los que sabemos explicarlo bien, pues seguimos manteniendo esos códigos. Uno de los temas de mi novela es el respeto al trabajo. De hecho «En la orilla» termina con una especie de glorificación oculta de las manos...

—Del trabajo manual...
—Que me parece una forma de redención, de eso que hablamos. Es una mierda la apropiación del trabajo, pero saber hacer esto y hacerlo. Es tan hermoso saber hacer mesas y sillas. ¿Qué haríamos si no hubiera trabajo? El trabajo te salva. A mí me salva y a ti te salva. Gracias al trabajo tienes la sensación de que esto no te ha devorado del todo. Si no escribiera, qué haría en este mundo. Yo no sirvo para ir de alterne, de restaurantes y de no sé qué, no sirvo para hacer negocios y frotarme las manos porque le acabo de mangar a uno 2.000 euros. No sirvo para jugar a las cartas porque digo: si pierdo soy un idiota y si gano soy un hijo de puta. Prefiero no jugar. 
—¿No tiene la sensación de que en España hemos acabado por hacer parques temáticos de antiguas minas, de antiguos puertos, de antiguas metalúrgicas? ¿Entonces qué hacemos? Aparte de algunos viñedos, de atender a los turistas, de hacer restaurantes, casinos, parques de atracciones, qué hacemos? ¿No estamos perdiendo el sentido del propio trabajo y de la propia vida?
—Sí. Era convertirte en un país de jubilados, pero no hay quien pague la jubilación. Yo cero que ahí hubo la esperanza de que los rumanos y tal vinieran y nos pagaran, pero lo que están haciendo es limpiando el cobre, si no declaran a hacienda...

—El enriquecimiento súbito y superficial nos hizo a los españoles olvidar la historia que no habíamos estudiado y quiénes somos y de dónde venimos, con raíces aéreos.
—Sí, la vergüenza de donde veníamos, de tener el pantalón remendado y medio culo al aire. Eso lo hemos llevado los niños de nuestra generación. La dignidad era llevarte limpio y que estuvieran bien cosidos los rotos y estuviera todo perfecto. Todo eso se ha olvidado. Cuando yo lo pienso a veces, nosotros veíamos las películas neorrealistas y los críticos decían: retratan un ambiente y tal... No, nosotros éramos los protagonistas de las películas neorealistas. No es que retrataran un ambiente, es que éramos nosotros. No nos apiadábamos o nos reíamos por gente más pobre que nosotros, nos reíamos y nos apiadábamos de nosotros mismos. Eso desaparece en los sesenta, y ya a partir de los ochenta todo eso pasa a ser voluntariamente olvidado. Había que olvidar todo eso. Éramos Europa y todo eso lo que hace es impedirnos ser Europa. Bueno, esto termina con el capítulo descabellado del especulador que sale ahí y dice: "Ahora vivimos valores más franciscanos". Pues sí, hemos entrado en la fase de ir a nuestro sitio. Lo malo es que ya no quedan carpinterías ni fontanerías ni fábricas de nada ni minas. Ahora somos unos parados sin oficio. 
—También señala en algún momento que del sufrimiento y del dolor no se saca nada bueno. ¿Comparte la idea de Ferlosio que en un libro decía «Vendrán más años malos y nos harán más malos»? ¿Vamos a aprender algo de esta vuelta a la pobreza?
—Sí, sí, yo creo que aprendes cosas peores. La mayoría de los mortales se convierte en más desconfiados, cada buena obra que has querido hacer te han engañado (eso me ha pasado a mí, le ha pasado a todos). Sobre mi mesa tenía «El criticón», de Gracián, que no había vuelto a leer desde que tenía 30 años, y he descubierto que había frases enteras metidas en «En la orilla». Cuando Gracián dice que el ser humano es un saco de porquería pues así es. Y me he dado cuenta de que incluso la media distancia, ese apartamiento del código oficial, leído un poco sarcástica o irónicamente, es la base de todo «El criticón». El lenguaje popular sacado de contexto y mirado desde un lado. Es divertidísimo, te ríes como una fiera, y el libro es cojonudo, porque es demoledor, pero de un pesimismo tremendo. Esto es lo que hoy. Un crítico ha dicho que «En la orilla» carece de humor, y eso me sentó como un tiro, porque todos los libros los he escrito medio de coña.

—¿No le estará pasando como a Kafka, que todo el mundo lo leía al pie de la letra y no vio el humor que había detrás?
—Yo creo que tanto «Crematorio» como «En la orilla» están llenas de sarcasmo. Me gustaría saber contar mejor, con más humor, que yo creo que es lo que te salva: la perspectiva desde donde ves las cosas. Que a veces escribir es también una forma de librarte de eso, porque es reírte de ti mismo un poco, hacer un auto-análisis y darte cuenta de que tampoco tienes ninguna importancia en el cosmos este en el que nos movemos. Y por eso todos los libros míos siempre aparezco yo por tres o cuatro lados, y amigos que me conocen dice: "Joder, en esta novela todos los personajes eres tú". Y es verdad. Juegas con eso. Y es una manera de hacerlo soportable, porque si no, lo que te digo: ¿En qué podíamos trabajar, empleado en un banco, en una fábrica? Yo de carpintero, con estas manos, fatal. 

—Ha dicho en alguna ocasión que cada vez le interesa menos la trama, que la trama, como decía Benet, es una dictadura.
—Vamos a ver, la trama en el sentido tradicional, que tiene que haber un desenlace, un muerto, un asesino que se descubre, todo eso... En «En la orilla» salen las voces despegadas, cada una a su aire. ¿Por qué? Porque yo creo que hay otras formas literarias que no lo necesitan. Porque aquí los personajes que hablan están todos relacionados con el taller del protagonista, así si los hilas y entra... Pero, ¿para qué, para qué? Tenemos otros recursos narrativos que no son los de planteamiento, nudo y desenlace en el sentido tradicional. Sí, ¿pero de qué? No de algo que se descubre, de algo que ocurre, de algo que se levanta. Yo creo que «Crematorio» tiene ese planteamiento en la tensión del lenguaje y en esa especie de crescendo que te va llevando hasta el final. Hay como una especie de purificación del lector en ese momento. Porque yo siempre digo que para mí la literatura tiene algo de ejercicio ignaciano, de ejercicio espiritual, ascenso al monte Carmelo. Escribes y te salvas, no de una manera muy cínica, sino como experiencia de conocimiento. Me gusta que el lector con ese juego de párrafos cortos o de párrafos largos viva una experiencia paralela a la tuya, que para el lector sea también un ascenso al monte Carmelo o un ejercicio espiritual ignaciano, y que cuando termina el personaje en el último camino llorando por sí mismo el lector se tenga pena a sí mismo porque en definitiva se ha visto en ese paseo.
—¿Es un descubrimiento simultáneo, suyo y del lector?
—Eso me gusta. 

—¿No hacerle trampas al lector?
—Ahí voy. Yo siempre digo que una novela es lo que quitas y no lo que pones. Cuando tú terminas una novela no tienes nada, tienes el mundo entero. Solo cuando empiezas a darte cuenta de qué trata la novela ya la estás terminando, es cuando tienes que hacer la novela: quitar todas las adherencias para ir dejándola en ese camino que hace que una novela sea una frase que empieza en la primera página y termina en la última sin hacerle ninguna trampa al lector por medio. Y las trampas se pagan siempre. Yo sé si he metido tres o cuatro frases en un libro porque sí, porque me sonaban bien o me parecía que eran un guiño a algo ajeno al libro y cuando pasa un año y las lees se te caen al suelo. Y esa es la estructura del libro, no si muere la chica y luego descubren que la ha matado su primo. En ese sentido es en lo que cada vez me da más igual la trama. Me gusta que el libro se mantenga en el sonido, en la música, pero siempre sabiendo que el sonido y la música no son sonido y música, es una carga, que las palabras son contenedores. Y lo que me gusta es que todo ese juego de contenedores vayan bombardeando al lector y lo vayan llevando sin necesidad de que sienta la curiosidad si se va a quedar cojo de la herida o no se va a quedar cojo de la herida. 
—Una de las críticas que se hacían a la novela realista era a su voluntad de novela social. ¿Sus novelas tienen la voluntad de intervenir en el momento y tratar de sacudir al lector?
—No.

—Pero tienen consecuencias al final.
—Cuento lo que veo y si tiene consecuencias es sobre mí mismo y en la medida en que otros se parecen a mí lo que a mí me emociona quizá les emocione a ellos. 

—Pero denota incomodidad con el mundo que tiene alrededor.
—Hombre, totalmente, porque yo creo que si estuviera cómodo no escribiría. Me dedicaría a follar o a pescar. Hay escritores gozosos, que me dan mucha envidia. Pero yo creo que toda mi literatura sale de la grieta que hay entre el relato dominante y el relato personal que no se ajusta, entre las aspiraciones que te pide las sociedad (qué quieres ser de mayor) y tus imposibilidades o tu falta de ganas. Y ahí en esa grieta es donde sale la literatura, o al menos en mi caso. Yo sé que hay gente que es feliz escribiendo, que goza. Yo a veces me río con alguna maldad que escribo, pero en general lo paso mal, porque no me sale, porque a veces es un coñazo.
—Ha dicho también que las novelas tienen la capacidad de mantenerlo todo en presente, son una especie de fresco que te está interpelando en este momento.
—Es que tú abres «Gargantúa y Pantagruel» y los tienes ahí. Abre «El Quijote» o un libro de Balzac, y están ahí. Son como esas florecitas chinas que las metes en agua y se abren, pues esto es igual. ¿Está vivo Torquemada? Pues sí. Fijese, el último libro que ha ganado el Herralde, el de Luis Goytisolo, no me ha gustado nada, pero al final dice una cosa que está muy bien, que es eso de la verdad de la literatura. Es decir, que en la ciencia una verdad sustituye y entierra a otra. En la filosofía, un sistema, gira, y todo se va. La literatura está ahí para siempre. La literatura posterior no ha expulsado a Homero. Eso es acojonante. 
—Nos sigue interpelando, y nos sigue emocionando.
—Ningún personaje es mejor que la Celestina, no ha salido ninguna puta mejor que esa. Es esa. Y la pícara Justina es la pícara Justina, pero la Celestina es la Celestina. Y Torquemada es Torquemada.

—¿Entonces la muerte de la novela le parece una bobada, un recurso de periodistas perezosos?
—No, que la novela está muerta hasta que sale una novela buena y la resucita.
—¿Le hace el boca a boca?
—Claro. Pero eso pasa con toda. Está muerta la novela francesa, pues sí, pero te lees la de Mauvignier («Hombres») y menudo novelón. La novela revive con un libro. ¿Está muerta la novela española? Pues no, descubres novelas que están muy bien. Eso de que como estoy viejo la novela se muere conmigo eso es una tontería.

—¿Un delirio narcisista?
—Ahí voy.

—La última pregunta. ¿Quién es Rafael Chirbes?
—Ni él lo sabe. Yo que sé.


el dispensador dice:
es necesario enriquecer el espíritu, nutrir el alma, ya que ellos regresan contigo y tu mismo con ellos...
es prudente enriquecer el espíritu y nutrir el alma, ya que ellos comparten tu vida, y tu tiempo es una gracia de ellos...
cualquier otra riqueza sólo es pasajera... 
cualquier otro bienestar sólo es pasajero...
y suelen conducir a atolladeros,
conformados por desfiladeros,
a los que se ingresa relegando sueños,
que van consumiendo las esperanzas,
que van devorando las ilusiones,
hasta someterlas a los "secaderos",
donde la frustración alcanza,
y donde el destino se mira de lejos.
MAYO 29, 2013.-

CAMINO ADENTRO ► El misterio infinito de la vida privada

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El misterio infinito de la vida privada

prensa de Barroso y Rehn sobre la zona euro »

El misterio infinito de la vida privada

La Fundación Mapfre acoge la primera exposición en España sobre los universos íntimos en blanco y negro del gran fotógrafo estadounidense Emmet Gowin

FOTOGALERÍA
'Edith'. Newton (Pensilvania), 1994 / emmet gowin


Lo indescifrable, casi lo inexplicable, el inacabable misterio de la vida privada y los círculos concéntricos que desembocan entre las salas y las habitaciones del territorio de la intimidad conforman el fascinante universo en blanco y negro de Emmet Gowin (Danville, Virginia, 1941). Un universo cuya carga poética lo convirtió en uno de los fotógrafos más importantes de la segunda década del siglo XX. Ese universo se despliega ahora en las salas de la Fundación Mapfre de Madrid, en lo que supone la primera exposición española de todo un clásico en vida de la fotografía.

El autor estadounidense conoció a su esposa, Edith Morris, durante el otoño de 1960. Gowin estaba ya interesado por la fotografía. Le fascinaban la naturaleza y los ciclos de la vida. Pero después de conocer a Edith su cámara ya no pareció encontrar ningún objetivo mejor. Casados en 1964, durante más de dos décadas, Edith y su mundo son los protagonistas absolutos de la obra de Gowin. De frente, de espalda, en camisón, con traje de fiesta, desnuda, embarazada, sola, con la familia...


FUNDACIÓN MAPFRE
Alto, atractivo, con una pequeña cámara Sony colgada al cuello y dueño de una voz que recuerda a los grandes actores del Hollywood dorado, Emmet Gowin explicaba ayer en las salas de la exposición cómo un día decidió elegir a su mujer y a su familia como tema central de sus composiciones, porque todo lo que le interesaba estaba ahí, delante suyo. “La mayor parte de estas fotografías”, contó, “las hice durante los años que duró la guerra de Vietnam; algún crítico me dijo entonces que mi trabajo tenía algo de incestuoso. Pero yo buscaba algo que ofrecer a la gente y no había nada mejor que las imágenes de mi familia. Descubrir lo mucho que amaba a mi mujer fue una reafirmación de lo que era importante en mi vida, de lo que de verdad era precioso para mí. Pensar en sus familias era también un motivo por el que los soldados anhelarían volver del frente”.

Pero si la exposición, incluida en el programa general de PHotoEspaña, arranca y cierra con hermosisímas series dedicadas a su mujer, en medio hay muchos más temas. Comisariada por Carlos Gollonet, responsable de fotografía de la Fundación Mapfre, la muestra acoge 180 trabajos realizados en blanco y negro, salvo la serie dedicada a paisajes de Andalucía, realizada expresamente para esta su primera cita española.

La naturaleza y los paisajes que ya le habían empezado a interesar en su adolescencia se despliegan en sucesivas etapas de su vida durante varios viajes realizados a Europa, Asia y el interior de Estados Unidos. De Europa Gowin ensalza la belleza de las laberínticas y empinadas calles de Matera (Italia). En Asia escoge Petra (Jordania) y sus casas esculpidas en las rocas.

Pero es en su propio país, Estados Unidos, donde realiza algunas de las series más aplaudidas por los ecologistas, aunque él no está cómodo con ninguna etiqueta. “No tengo más intención que la de descubrir la realidad, no doy mensajes”, comenta. La reserva nuclear de Hanford en el Estado de Washington y las tierras muertas que rodean al río Columbia constituyen todo un catálogo de las diferentes formas que tiene el hombre de destruir el territorio. Las imágenes que obtiene de los circuitos de irrigación en Kansas o los paisajes lunares de Nevada recuerdan a las pinturas de los expresionistas abstractos, aunque Gowin recuerda que el artificio es ajeno a lo que su cámara retrata. “Yo no manipulo, pero estoy muy a favor de aplicar las nuevas tecnologías. Gracias a un sofisticado tipo de escaner, el Smithsonian ha recuperado imágenes de soldados americanos de la guerra civil que habían desaparecido del todo. Milagroso... y maravilloso”.

Los paisajes aéreos realizados sobre Andalucía, también tienen para Gowin un punto de milagro. “Me dijeron que tenía dos días para hacer las fotos. Pensé que era imposible, una experiencia inabarcable. Pero salieron en dos minutos. Como dice la Biblia, Dios da ojos al que quiere ver”. El final de la exposición es una inmersión en las selvas Latinoamericanas. Con su esposa como acompañante y modelo, Gowin retrata centenares de mariposas. Es la serie Mariposas nocturnas. Edith en Panamá. La sombra de ella sobrevuela a los insectos en un aparente juego de tintas conseguido a base de contraluz. El resultado le emociona y confiesa que es feliz.

¿Y por qué no se autorretrata ni siquiera como parte de su familia? “Porque en mi obra estoy yo. En mis fotos me verán a mí”.


Del formalismo a la emoción
ANÁLISIS

Del formalismo a la emoción

El componente autobiográfico es sustancial en Gowin, como ocurre con Cunningham y Callahan


'Campo de golf en construcción', Arizona, 1993. / EMMET GOWIN

 
Emmet Gowin encarna a la perfección algunas de las dialécticas mayores de la fotografía, especialmente aquellas que enfrentan las cualidades técnicas y formales del medio, ligadas a la objetividad, con las que corresponden al ámbito de la subjetividad, encarnadas en el propio fotógrafo, y también, en el caso específico de Gowin, en el registro de su mundo personal, biográfico y afectivo.

De hecho, el componente autobiográfico es sustancial en su obra, tal y como ocurre con otros autores americanos como Imogen Cunningham, Harry Callahan, o más recientemente, Sally Mann, con los que se podría establecer una línea genealógica muy clara. Harry Callahan aparece entre sus referentes, como ocurre también con el más experimental y formalista Frederick Sommer o el escritor James Agee. Unas referencias que apuntan muy claramente hacia la síntesis que constituye su estilo: el lirismo, la capacidad de experimentación formal propia de la fotografía de los años setenta, la exploración de las cualidades fotográficas del mundo, o el apunte onírico o poético cercano en ocasiones al surrealismo. Elementos que se dan la mano en una obra que indaga siempre en busca de la armonía, en un equilibrio entre intelectualidad y lirismo, entre formalismo y emoción, entre artificio y naturalidad.

No es difícil encontrar en su obra el acercamiento casi espiritual hacia el paisaje, característico de la fotografía americana desde sus comienzos. Del mismo modo que no es difícil encontrar una asimilación íntima, también muy característica en la tradición fotográfica de su país, entre naturaleza y familia, entre cuerpo y paisaje. En cierto modo la obra de Emmet Gowin nos propone una mirada ritual a la confluencia o la disolución entre tiempo y materia a través de la reflexión sobre los ciclos vitales, tanto los que corresponden al ser humano, como los que corresponden al mundo.
Del formalismo a la emoción


el dispensador dice:
cada vez que me pierdo,
cada vez que me desoriento,
cada vez que me desconcierto,
cada vez que me gana el desaliento,
regreso a mis adentros,
y me sigo descubriendo...
recupero el aliento,
recupero la voluntad,
recupero el esfuerzo,
y me zambullo en la vida,
en un reforzado pensamiento,
de imbuirme con claridad,
de adecuados sentimientos... 

y sigo nadando, 
prescindente de los tiempos,
haciendo de mis visiones,
velas desplegadas a los vientos,
dejándome llevar por las sensaciones,
que me imprimen las intuiciones,
un sentido de sin razones,
que siempre llevan a buen puerto,
ya que triunfar es un hecho incierto,
y aprender a perdurar... es lo que te hace bueno...

tal te digo,
cada vez que me pierdo,
regreso para mis adentros...
y de tanto hacer camino,
me he terminado conociendo,
soy capaz de darte todo...
siempre que no se traicionen mis sentimientos...
tengo firmes convicciones,
de allí que nunca me miento,
y cuando me cansan las gentes,
siempre regreso a mis adentros.
MAYO 30, 2013.-

VECINO ▲ ¿Fue habitable Marte?

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¿Fue habitable Marte?

¿Fue habitable Marte?

Los hallazgos de los robots ‘Curiosity’ y ‘Opportunity’ indican que el planeta pudo acoger diferentes formas vivas


El monte Sharp fotografiado por el robot 'Curiosity'. / NASA / JPL / CALTECH

El vehículo Curiosity, explorando el planeta Marte, ha descubierto que el fondo del cráter Gale, donde se encuentra, fue un lugar habitable para organismos del tipo de los que habitamos la Tierra en algún momento durante las primeras fases de la evolución geológica marciana. En aquel tiempo, el suelo y las rocas de Gale se vieron alterados por la presencia de agua en cantidades importantes y, además, estas masas acuosas no eran ni excesivamente ácidas ni muy saladas. Se trata sin duda de un descubrimiento extraordinario, especialmente para un robot que no lleva ni diez meses trabajando en Marte.


El suelo y las rocas del cráter Gale se vieron alterados por la presencia de agua

Pero el relato de los hallazgos de Curiosity suele ir acompañado con el argumento de que su predecesor, el rover Opportunity, está explorando una región marciana hostil para formas vivas similares a las terrestres. Esta afirmación se fundamenta en los propios descubrimientos del Opportunity, que lleva más de nueve años analizando las planicies de Meridiani. El suelo y el subsuelo de Meridiani también fueron alterados por agua líquida en tiempos remotos, pero en este caso el agua era ácida y salada, lo que ha servido para extender la noción de que Meridiani nunca fue habitable. Esta idea se incorpora con frecuencia a la narración del viaje del Curiosity, y sirve para sugerir que en el Marte primitivo existieron entornos habitables y no habitables, resaltando así, por contraposición, la importancia de los descubrimientos en el cráter Gale. Pero esta valoración es errónea, y es importante analizar por qué lo es.

Diversos modelos geoquímicos nos han ayudado a reconstruir las características del agua primitiva de Meridiani a partir de las rocas analizadas por el Opportunity, y así hemos descubierto que era agua salada y ácida.

En la Tierra conocemos una gran cantidad y variedad de masas de agua con elevadas acidez y salinidad, comparables o incluso superiores a las que caracterizaban los entornos acuosos de Meridiani. En estos lugares, la vida es abundante y diversa. Podemos fijarnos, por ejemplo, en los ambientes ácidos más extensos de la Tierra, como los lagos ácidos de la región del río Yilgarn, en Australia Occidental. Allí, algunos lagos tienen un pH muy bajo, en algunos casos cerca de 1.5. Otro enclave con acidez extrema en la Tierra lo constituyen algunas de las fuentes del río Tinto, en Huelva, que llegan a alcanzar un pH de tan sólo 1. En las aguas del Tinto la biodiversidad es extraordinaria: se han descrito más de mil especies distintas de hongos y un centenar de algas, además de protistas y bacterias.


En la Tierra la vida es abundante y diversa en entornos extremos

En lo que se refiere a entornos salinos, en la Tierra existen masas de agua estables muy saladas, como por ejemplo el lago Assal, en la República de Yibuti, que contiene hasta un 40% de sales. Otros lagos con más del 30% de sal en su composición son el Mar Muerto, entre Jordania, Palestina e Israel; o el Gran Lago Salado, en Utah, Estados Unidos. Los lagos salados albergan una gran riqueza de comunidades de seres vivos, entre otras cosas, por la disponibilidad de nutrientes y por la escasez de predadores.
Estos entornos ácidos y salados están habitados por comunidades densas y diversas, que incluyen diferentes especies de bacterias, arqueas, algas y hongos. Además, aún no sabemos si la vida en la Tierra se originó precisamente en lugares con elevadas acidez y/o salinidad, o en entornos menos extremos. Ambos escenarios han sido contemplados en diferentes hipótesis. Es evidente que, en el primer supuesto, carece de sentido poner en duda la habitabilidad de Meridiani en el pasado.


En los entornos ácidos y salados hay comunidades densas y diversas

Pero la hipótesis de que la vida no puede formarse en entornos extremos, y que por lo tanto sólo puede adaptarse a ellos y colonizarlos una vez que se ha originado en un ambiente no extremo, tampoco parece un argumento de peso para borrar a Meridiani del mapa de los posibles lugares habitables en el Marte primitivo. El Curiosity y el Opportunity están colaborando para revelar una historia del agua en Marte hasta ahora desconocida: los sedimentos más antiguos en los lugares de estudio de ambos vehículos coinciden en mostrarnos un planeta muy húmedo en origen, con un ciclo hídrico posiblemente global, caracterizado por aguas generalmente ni saladas ni ácidas. Algunos cientos de millones de años después de su formación, Marte perdió la mayoría de su atmósfera y de su hidrosfera, y el agua en superficie se tornó escasa y, entonces sí, ácida y salada. Por lo tanto, es muy posible que Meridiani evolucionara desde un estado primitivo, caracterizado por la presencia de aguas no excesivamente saladas ni ácidas, hasta convertirse en un entorno tan extremo y exótico en el Marte antiguo como puedan serlo el lago Assal o el río Tinto en la Tierra hoy. Pero, de ser así, es evidentemente insostenible catalogarlo como hostil para la vida en ninguna de las fases de su evolución geoquímica, ya que los posibles habitantes originales de Meridiani habrían tenido la oportunidad de adaptarse a las nuevas condiciones impuestas por la transición hacia la acidez y salinidad elevadas.
No parece que la mejor estrategia en el intento de destacar las enormes posibilidades que ofrecía el cráter Gale para el establecimiento de comunidades biológicas en el pasado sea precisamente infravalorar la importancia astrobiológica de Meridiani.


El planeta vecino fue muy húmedo en origen, con un ciclo hídrico global

Las dos regiones son esenciales para que podamos reconstruir la evolución de Marte, justamente porque se trata de dos entornos habitables que ofrecieron condiciones favorables para la vida en momentos y lugares muy distantes durante la temprana historia geológica del planeta. Además, las diferencias entre ambas regiones permiten aventurar que, en conjunto, hubieran podido acoger una gran variedad de formas vivas semejantes a las terrestres, de manera similar a como distintos organismos habitan entornos extraordinariamente diferentes en la Tierra. Es innecesario recurrir a argumentos competitivos cuando comentamos los descubrimientos de nuestros vehículos en Marte: sólo tenemos dos.

Alberto González Fairén es investigador en el Departamento de Astronomía de la Universidad Cornell, en Nueva York (EE.UU.), y es miembro de los equipos científicos de los vehículos de exploración planetaria Curiosity y Opportunity.


el dispensador dice: 
el universo reboza de vida,
la hay visible,
la hay intangible,
la hay perceptible,
la hay ininteligible,
donde la mente humana no llega,
porque alcanza y supera... límites de lo imposible...

la vida no sólo se expresa con forma humana,
la vida no sólo se expresa tal como el hombre la reconoce,
la vida no es ni representa lo que el hombre entiende por tal,
la vida se extiende con un carácter "universal",
por ende multi-dimensional,
por ende como energía vibracional,
que se traslada según geometrías que no tienen igual...

¿qué harás hombre,
cuando descubras que por allí has estado,
secando suelos y devorando espacios?...
¿qué harás hombre,
cuando viéndote en tu propio espejo,
descubras que has roto equilibrios,
secando rios y mares,
transformándolos en desiertos?...
¿qué dirás hombre,
cuando te enfrentes a tu propio ocaso,
repetido, reiterado hasta el fracaso?...
no aprendes tus lecciones,
abusas de tus pasiones,
transgredes los corazones,
para luego vender una historia,
que no guarda fundamentos,
ni tampoco razones.
MAYO 31, 2013.-

EL MAÑANA NECESARIO ►“La teoría de la conspiración es una necesidad biológica del hombre”

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“La teoría de la conspiración es una necesidad biológica del hombre”

“La teoría de la conspiración es una necesidad biológica del hombre”

El novelista Dan Brown presenta en Madrid 'Inferno'

Es su sexto libro y una nueva intriga internacional protagonizada por el profesor Robert Langdon

Brown ha vendido más de 200 millones de copias de sus libros, 81 solo de 'El código Da Vinci'


El escritor estadounidense Dan Brown, en el Auditorio de la Biblioteca Nacional, en Madrid. / ULY MARTÍN

Navidad, para el pequeño Dan Brown, llegaba un poco más tarde. En muchas casas, los niños se despiertan el 25 de diciembre y corren al árbol para ver qué les ha traído Papá Noel. Pero Brown solo se encontraba un papelito con un código, regalo de su padre, matemático. Descifrarlo le llevaba a otra nota, y a unas cuantas más. Hasta que su periplo por casa le devolvía delante del árbol, esta vez sí con los regalos. Su odisea navideña se parece de alguna manera a la caza del misterio que el escritor adulto Dan Brown (Exeter, 1964) desarrolló en 2003 en El código Da Vinci, éxito millonario de ventas, y en sus otras obras. Como Inferno (Planeta), la sexta novela del autor estadounidense hasta la fecha, que ha presentado hoy en Madrid en una rueda de prensa en el Auditorio de la Biblioteca Nacional.

Entre tantos códigos y misterios, tal vez el más fácil de resolver sea la fórmula que Brown emplea en sus libros y también en Inferno: el profesor de simbología religiosa Robert Langdon y una atractiva y brillante mujer se ven implicados en una trama mundial y peligrosísima que solo pueden resolver descifrando misterios relacionados con la historia del arte y la humanidad. Y así, de paso, cada enigma es una ocasión didáctica para recordar los eventos y personajes clave del pasado. “Me encantaría tener una fórmula infinita, escribiría mucho más rápido. Es verdad que mis libros tratan temas similares, pero esa es solo una parte, la más fácil, del trabajo”, asegura Brown.

Lo cierto es que, con Inferno, Brown pone otra vez a Langdon en el ojo del huracán y propone la prosa frenética que le ha hecho famoso. Cambian ambientación, referencias y enemigos: Florencia, la Divina Comedia de Dante Alighieri y un misterioso grupo llamado Consorcio. Sí se repite, sin embargo, esa estrategia a lo Perdidos que consiste en terminar cada capítulo con un momento de tensión que deja al lector en vilo: y no se podía creer lo que vio; y se quedó aterrorizado; y supo que su vida estaba en peligro; etc.
La receta tiene un ejército de admiradores. Brown ha vendido más de 200 millones de copias de sus libros, 81 solo de El código Da Vinci, más todos los ingresos de dos adaptaciones cinematográficas (El código Da Vinci y Ángeles y demonios). Inferno, por cierto, también será llevada a las pantallas. “Lo que más me gusta de que mis obras sean best sellers es que permiten a las editoriales publicar libros de otros autores. Nuestro trabajo es dar voz a los demás”, defiende el escritor.

Un superventas también permite a una editorial una apuesta segura en tiempos de incertidumbre. Tanto como para imprimir directamente un millón de copias del libro y gastarse casi 5.000 euros en alquilar el Auditorio de la BNE. "Cualquiera podría hacerlo, pero no todos tienen el presupuesto",  cuentan fuentes de la Biblioteca. En el fondo, el estadounidense está acostumbrado a moverse entre archivos y estanterías, en busca de secretos por desvelar y documentación por acumular: "Desde El código Da Vinci tengo un acceso a los documentos que antes no tenía. En Florencia he podido ver una copia de la Divina Comedia de tan solo dos años después de que Dante la escribiera [entre 1304 y 1321]. También hablo mucho con responsables de museos, bibliotecarios, estudiosos. Hay que tener cuidado con las fuentes que usas, la información ha de ser exacta".

Más aún cuando la base histórica es uno de los pilares de tu literatura. "Es al 99% cierto", dijo Brown de El código Da Vinci, lo que provocó la ira funesta del Vaticano, ya que el libro defendía, entre otras, la teoría de que Jesucristo y María Magdalena fueron pareja, en algún momento. Y de Inferno Brown sostiene que "los únicos elementos ficticios son los personajes. La historia del arte, las localizaciones, la documentación y la ciencia son reales". Una premisa que el autor ha defendido también para sus otras novelas, y que sin embargo ya varias veces le ha fallado. De la altura de la Giralda a la muerte de Copérnico, del entierro de Rafael al origen del Priorato de Sion, los historiadores han demostrado que las reconstrucciones de Brown contienen errores. Y Umberto Eco ha dicho de él que es "un agitador que difunde noticias falsas, que se enriquece con material descartado".

Brown sonríe ante las acusaciones: "El código Da Vinci sigue la teoría de que la idea que tenemos de nuestro mundo no es exacta. Me alegro de que haya historiadores con visiones distintas respecto a la mía porque eso permite establecer un diálogo". Tampoco le preocupa que los críticos literarios le tengan en el punto de mira. The New York Times, por ejemplo, ha definido Inferno como una "autoparodia". "Suelo leer solo los titulares. Y además por cada crítica tengo 10 lectores", explica Brown.

Bastante más le interesa plantear preguntas y dudas a sus lectores: "El espíritu humano quiere creer que hay una razón para todo. La teoría de la conspiración es una necesidad biológica del hombre". De hecho, en torno a la propia novela se ha montado una intriga, hecha de traductores encerrados en un búnker sin Internet ni móvil, tráileres y revelaciones con cuentagotas. Hacia el final de la rueda de prensa, Brown desveló también algunos detalles sobre su vida: le importa mucho su privacidad, se suele despertar a las 4.00 para escribir, ante la falta de inspiración se ata los pies a una tabla y se cuelga de los tobillos cabeza abajo y hace flexiones cada hora, coincidiendo con que su reloj de arena se vacía.

Dicho esto, tras terminar su discurso, el escritor se quedó callado. Inmóvil. Desde entonces, su vida podría no volver a ser la misma.

No, mentira. Simplemente se levantó y se fue.


el dispensador dice: transitamos un tiempo donde todo se justifica... se justifica la cultura, pero también se hace lo propio con la anticultura... se argumentan los valores, pero se concede lugar a los antivalores... se habla de los principios, pero se denigra la condición humana despreciando la calidad de los dones y los talentos para la vida, esos que dan forma a la "gracia" que se nos concede para transitar los tiempos humanos, o lo que es lo mismo, los tiempos respirables... cuanto más se miente la historia humana más lejos se está del humanismo, y mucho más cerca se está del lado infernal de los ángulos espaciales que contienen a las ideas y fundamentos. La inquisición eclesiástica cristiana se ha ocupado de fabricar una historia a la medida de las miserias humanas, sobre expresadas a través de supuestos representantes de Dios, aún a sabiendas que Dios no necesita de representante alguno, ya que él está contenido en el espíritu de cualquier persona, de cualquier color, de cualquier condición, y hasta de cualquier religión, en cualquier lugar del universo, por consiguiente en cualquier lugar de la Tierra y allende ella... últimamente, economías perversas a ultranza, industrialismos a ultranza, daños colaterales a ultranza, desprecios a ultranza, imperios a ultranza, se justifican en cualquier teoría de la conspiración que de lugar a someter, dominar, esclavizar al prójimo, como sea, desde lo intelectual hasta lo corporal, diezmando el sentido de las almas... de allí las violencias... de allí que las gentes transiten sus vidas indignadas... de allí que el mundo esté envuelto en un "todos contra todos", "mujeres versus hombres", "varones versus mujeres", "niños contra padres", "padres contra hijos", en un completo y absoluto divorcio inconducente, restador de valores elementales y de los otros fundamentales. De allí que las gentes exhiban fundamentalismos que sólo derivan en enfrentamientos inútiles, pero que expresan el peor lado de los individuos, que al verse invadidos reaccionan negando las bases del humanismo. Podría decirse que eso se acerca a la visión de una edad de piedra, donde el hombre es su propio depredador, su propio exterminador, negando los sentidos de la doble hélice de las "herencias". El impersonalismo es una herramienta inservible y peligrosa, porque instala el desprecio como mecanismo de vida y la negación como mecanismo de supervivencia. Las necesidades biológicas de la raza humana pasan por construir un modelo de retroalimentación que impida que se hagan siempre las mismas cosas, al sólo efecto de justificar la vida y sus espacios, antes bien cabe nutrir la "creación" como eje del diseño de un sistema que alimente los futuros de las personas, según vayan llegando, según se vayan yendo, según vayan regresando, etcétera... la falsa propiedad intelectual de las corporaciones y los individuos, han deformado el sentido social de los dones y los talentos... y cuando ello sucede, cualquier cosa que se compre o se venda... no tendrá nunca valor alguno... ya que el beneficio (cualquiera de ellos) obtenido en cualquiera de sus formas, es dañino a los principios de la vida humana, como gracia, como don y como talento, ya que inhibe los fundamentos que nos traen justificando el sentido de los destinos como padres y como hijos. La conspiración que domina el paisaje humano de estos últimos milenios, para no ir más lejos, sólo propenden a la extinción de la raza, entonces... ¿qué precio pagará el hombre por verse nuevamente potenciado hacia los tiempos respirables, que le permiten habilitar los ciclos de la herencia?... ¿qué hará el hombre cuando descubra que su pensamiento depende de una fuente que no le pertenece pero a la que alguna vez tuvo acceso?... ¿qué será del hombre cuando descubra que ha perdido la capacidad de engendrar su propio rostro?... descubrirá entonces que no puede conspirar contra Dios, tampoco contra el Espíritu Santo, mucho menos contra el Verbo y su capacidad de autopronunciarse y recrearse de cara a las eternidades plausibles. Mayo 31, 2013.-
el hombre no existe, no puede hacerlo, prescindente de su "mañana necesario"...


LANZAS ENTERRADAS ► Ejercicio - 31.05.2013 - lanacion.com  

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Ejercicio - 31.05.2013 - lanacion.com  



Línea & letra / Poesía interpretada por Pablo Bernasconi

Ejercicio


Hacia un pueblo de retaguardia
Marchaban cuatro artilleros
Estaban cubiertos de polvo
De la cabeza a los pies
Miraban la vasta llanura
Hablando sobre el pasado
Y no se volvían sino apenas
Cuando tosía un obús
Clase dieciséis los cuatro
De ayer hablaban no mañana
Así alargaban la ascesis
Que ejercitaba en morir
De El mundo de Guillaume Apollinaire
Traducción de Rodolfo Alonso, Centro Editor de América Latina.

Apollinaire



Roma, 1880 - París, 1918 Con el poema "Zona", el primero de su libro Alcoholes (1913), Apollinaire inauguró una visión poética contemporánea. Luego, en Caligramas (1918), convirtió la palabra en dibujo. Fue también un combativo crítico de arte, cuyas ideas están reunidas en el libro Los pintores cubistas..


el dispensador dice:
marchas,
contramarchas,
trincheras y lanzas,
flechas que no descansan,
sueños que se descalzan,
gestas sin alabanzas,
himnos que se desgajan,
estandartes que se rajan,
dignidades se rebajan,
sangres desperdiciadas...

destinos truncos,
recuerdos ocultos,
tristezas e insultos,
silencios inoportunos,
dolores absolutos,
vacíos sin rezos ni cultos,
ausencias en tumulto...

cuando el conflicto caducó,
nada se olvidó,
el corazón dictaminó,
que el odio se acumuló,
todo lo que queda irresuelto,
flotando... perduró...
atribulando las almas,
remanente de lo que quedó...
¿sirvió?...
seguro que no...

el hombre debe entender,
que las lanzas deben ser enterradas,
que las flechas deben ser olvidadas,
porque las guerras no sirven,
para nada...
aún cuando alguien se beneficie,
lo que se quiebra es la escala,
perder el destino es perder la gracia,
sacrificio que no se lava...
¿dónde se dirige la humanidad,
sin música, sin paz, sin pentagrama?...
¿dónde irá la humanidad,
si pierde sus mañanas?...
cuando el futuro se hipoteca,
cuando chocan las espadas,
se abren los abismos,
devorando las esperanzas...
hombre!
aprende de una vez,
entierra las lanzas.
JUNIO 01, 2013.-

CERTIDUMBRE E INCERTIDUMBRES ► "El amor es indisociable de la incertidumbre" - 31.05.2013 - lanacion.com  

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"El amor es indisociable de la incertidumbre" - 31.05.2013 - lanacion.com  



Manuel Cruz

"El amor es indisociable de la incertidumbre"

El pensador español, que en estos días vendrá a Buenos Aires para presentar su premiado ensayo Amo, luego existo (Eudeba), reflexiona en esta entrevista sobre el modo como los filósofos lidiaron con los afectos en sus vidas y en sus obras, y sobre el papel disfuncional que cumple el amor en las sociedades actuales. Adelantos de uno de los capítulos del libro y de un trabajo de Ercole Lissardi que reivindica el erotismo
Por  | LA NACION


Hace ya más de un cuarto de siglo, en un libro famoso e inclasificable, Roland Barthes describió de manera magistral la "extrema soledad" en la que por aquellos días se hallaba confinado el discurso amoroso. El crítico y teórico francés consideraba que ese discurso había sido abandonado, que estaba siendo ignorado y despreciado de manera deliberada, pero al mismo tiempo encontraba que, justamente, era su "inactualidad" lo que lo volvía más precioso y urgente.

No puede decirse que ese estado de situación se haya modificado. En Amo, luego existo, que obtuvo el premio Espasa de Ensayo 2010 y que ahora Eudeba publica en la Argentina, el filósofo español Manuel Cruz contrasta las ideas de diversos filósofos sobre el amor y el efecto que la pasión o los sentimientos amorosos tuvieron en sus vidas. Su análisis permite entrever las distancias que median entre las ideas de Platón y san Agustín, entre el amor herético del monje medieval Pedro Abelardo y Heloísa, y las decisivas reflexiones de Spinoza para, en el mismo gesto, poner en crisis el concepto. La relación entre Friedrich Nietzsche y Lou Andreas-Salomé, el vínculo entre Simone de Beauvoir y Jean-Paul Sartre, la ambigüedad insoluble entre Hannah Arendt y Martin Heidegger son los ejemplos de mayor fricción entre vida e ideas que contemplan las páginas de Amo, luego existo. Cruz -que iniciaba el libro subrayando la poca importancia relativa que le prestó al tema la filosofía- cierra el volumen con Michel Foucault, pensador que, en sus palabras, sentó las bases para "enriquecer nuestra idea de amor con determinaciones en buena medida inéditas históricamente".

-En el comienzo de Amo, luego existo , define la tarea de escribir sobre el amor como endemoniada, una verdadera incursión en campo minado. ¿Por qué?
-La razón es doble. La primera es la engañosa facilidad del asunto. Como todo el mundo cree poseer la experiencia del amor, da por descontado que también posee su conocimiento, cosa que no es en absoluto cierto. A todos nos pasan cosas, en múltiples planos, que no entendemos, y para cuyo conocimiento recabamos, por ejemplo, la ayuda de especialistas. Pero luego hay una segunda razón, relacionada con una ambigüedad en la valoración de la experiencia amorosa, ambigüedad que parece acompañarla desde sus orígenes. No costaría gran esfuerzo reconstruir toda una línea de pensamiento que a lo largo de la historia ha juzgado el amor como algo fronterizo con la enajenación mental transitoria, una pérdida de lucidez o una situación en la que la voluntad puede quedar notablemente debilitada. Como también se podrían hilvanar las aportaciones de quienes han considerado que el amor es la energía que hace que el ser humano se atreva con los retos ante los que, sin amor, desfallecería. Por amor se han llevado a cabo las mayores gestas y se han tomado las más valientes determinaciones.

-Considera el amor como una cuestión prefilosófica, no muy distinta de la experiencia del asombro. ¿En qué medida ese "sentir" marca la filosofía?
-Si el asombro es fundamental en la génesis de la filosofía porque permite pensar, por lo mismo deberíamos asumir que otras experiencias, como la del vértigo o la del amor, comparten esa misma cualidad. En realidad, arrancamos a pensar a partir de una experiencia que sacude nuestra plácida instalación en el mundo, el encaje perfecto originario en el que nos articulábamos sin problemas con lo real. El amor, en ese sentido, es una experiencia que altera radicalmente el estado de cosas existente. Entre las cosas que altera está, en la modernidad filosófica, el convencimiento de que el ideal del espíritu humano es alcanzar un lugar blindado a toda duda. El amor impugna esa doble certeza. En primer lugar, porque cuestiona que lo mejor que le pueda ocurrir al espíritu humano sea liberarse de toda duda. El amor, la experiencia humana de máxima plenitud, es indisociable de la incertidumbre (el enamorado nunca está del todo seguro). Pero, al mismo tiempo, la verdad vital que se le revela al enamorado es de tanta o mayor intensidad que la que se le revela al que piensa. ¿O es que alguien podría afirmar "amo, pero tal vez no exista"?

- Su análisis comienza con Platón y termina con Foucault. En el transcurso se vuelve evidente que el concepto de lo que se entiende por amor ha cambiado con el tiempo. ¿Cuáles son las líneas directrices de esos cambios?
-En la medida en que el tema del amor está presente a lo largo de nuestra cultura, resultaría pretencioso intentar resumirlos en pocos trazos. Tiendo a pensar que la clave de la evolución pasa por las cambiantes concepciones de los protagonistas del hecho amoroso. Por poner un ejemplo muy simple: las expectativas que tiene un varón heterosexual hoy en día en nuestras sociedades en relación con el amor resultan indisociables de la evolución histórica de la mujer. Dar por descontado que la mujer amada ha de ser alguien con quien poder compartir preocupaciones, a la que explicar las cosas que uno piensa, de la que esperar sugerencias y críticas, empieza a ser pensable a partir de un determinado momento, cuando han triunfado ciertas transformaciones culturales que han colocado a la mujer en un nuevo lugar, acorde con sus capacidades. Argumentos análogos podrían plantearse respecto a la expectativa, hoy aceptada por todo el mundo sin el menor aspaviento, de que una de las condiciones de posibilidad de una relación amorosa satisfactoria, duradera en el tiempo, es una vida sexual activa, en la que ambas partes obtengan una gratificación lo más completa posible.

-En relación con eso, al erotismo se lo solía vincular con la fugacidad de la pasión más que con una supuesta trascendencia amorosa.
-El erotismo constituye una de las dimensiones de lo amoroso, pero no lo agota. Parafraseando la célebre afirmación de Henri Cartier-Bresson, según la cual la fotografía "coloca el ojo, la cabeza y el corazón a un mismo nivel", así también cabría sostener que el amor es la única instancia capaz de alinear esos tres niveles o elementos (amor, sentimiento y proyecto de vida), que nuestra sociedad actual parece empeñada en que materialicemos por separado. Cuando se piensan (y se viven) así, alineados, los tres elementos tienden a mudar su faz, y, en concreto, la fugacidad de la pasión resulta mucho menos evidente y obvia de lo que el cliché suele reiterar. El enamorado que ha dado rienda suelta a su pasión tiende a permanecer abrazado a la persona amada. Es quien únicamente se vinculaba al otro para satisfacer su deseo quien experimenta la compulsión por escapar bien lejos una vez que lo ha satisfecho.

-Es notable la contradicción entre vida e ideas de muchos de los pensadores sobre los que escribe. 
¿Esas contradicciones ponen en jaque sus ideas filosóficas o, justamente, los ubican del lado del "asombro"?
-No me gustaría colocarme en el lugar, cargado de moralina, del que señala con el dedo las contradicciones ajenas. Me parece que vale más la pena intentar pensar su naturaleza. Y aunque son, dentro de una misma gama de colores, de muy diverso tipo, tal vez nos informen no sólo de lo proteico de la tarea que significa rebelarse contra las estructuras mentales en las que alguien se socializó (y que, por tanto, interiorizó hasta lo más íntimo), sino también de la posibilidad de que en algunas ocasiones muchos pensadores y pensadoras no han sido lo suficientemente sensibles y atentas a determinadas dimensiones de su alma.

-De todos esos casos, ¿cuál le resultó más revelador?
-El episodio de Simone de Beauvoir, enamorándose perdidamente del escritor norteamericano Nelson Algren. En ese momento, se diría que ella misma se asombró de sus propios registros amorosos, del hecho de que brotara en ella una manera de querer que nunca antes había experimentado. Pero en vez de abandonarse a dicha manera, o de aceptar que le ocurriera e intentar ver a dónde la llevaba, optó por perseverar en su peculiar pacto con Sartre y regresar al estatuto de pareja abierta y no comprometida que defendía en el plano teórico, y que tanta notoriedad le proporcionaba. Tal vez actuando así evitara las contradicciones teóricas, pero incurrió de lleno en las contradicciones sentimentales, si se me permite la expresión. De hecho, fue enterrada portando el anillo que Algren le regaló durante un viaje a Centroamérica.

-Uno de los filósofos sobre los que escribe es Spinoza, pensador que ha sido revalorizado en las últimas décadas. ¿Su mirada sobre el amor tiene tanta relevancia como en otros terrenos?
-Sin duda. Y no deja de ser significativo que su mirada sobre el amor no se apoye prácticamente en ninguna experiencia amorosa. Sin embargo, eso no impide que, tanto en ese plano como en el de otras emociones y registros del alma humana, Spinoza haya hecho aportaciones insoslayables. Su idea de que el amor es constituyente del ser humano en la medida en que es un impulso que nos saca de nosotros mismos, una fuerza que nos lleva a buscar fuera de nosotros aquello de lo que carecemos, apunta al nervio de la experiencia amorosa y permite pensarla en su diferencia con otras experiencias vecinas, como el enamoramiento.

-Hannah Arendt escribió que el amor soporta mal la exposición a la luz y lo consideró una fuerza poderosamente antipolítica. ¿Es -entonces y hoy- una cuestión primordialmente privada?
-Éste es un punto extremadamente interesante. Arendt recelaba sobre todo de quienes en el fondo pretendían introducir lo amoroso en la esfera de lo político con la inconfesada intención de sustituir el debate racional por la movilización emotiva, operación bien conocida tanto por ustedes los argentinos como por nosotros los españoles. De ahí su famosa carta a Gershom Scholem en la que no se priva de afirmar que no "ama" al pueblo judío ni a ninguna instancia suprapersonal de la misma escala, porque solo ama a personas concretas. La política tiene que ver con el interés, esto es, con el inter-esse, y entre los amantes no hay "inter" alguno, son pura continuidad. Pero que algo no sea político no significa que no tenga una dimensión pública. En este punto Arendt reitera en más de una ocasión que todo lo que está oculto e interiorizado es como si no existiera. El amor tiene que realizarse, que materializarse, y ello únicamente ocurre cuando adopta una determinada forma en público. Resulta difícil dejar de pensar que en esas afirmaciones resuena una queja sobre la condición clandestina en la que Heidegger quiso confinar siempre la relación entre ambos.

-¿Hay algún filósofo que le haya quedado en el tintero, sobre el que le hubiera gustado escribir?
-Por supuesto. Aunque tal vez los autores que más me ha dolido no poder incorporar hayan sido Ortega y Gasset y el propio Freud.

-Teniendo en cuenta las circunstancias actuales, ¿podría decirse que hay que reinventar el amor, para retomar la aspiración de Rimbaud?
-Lo que parece claro es que el amor se ha ido convirtiendo en algo crecientemente disfuncional en nuestras sociedades. El individuo-tipo que se promueve entre nosotros no puede ser ese enamorado extasiado que ve colmado el sentido de su existencia ante la mera presencia de la amada, el que le declara, con el lenguaje de antaño, "contigo, pan y cebolla". Alguien así es, por lo pronto, casi el anticonsumidor por excelencia. Pero no es sólo eso. Recuerdo haberme tropezado hace un tiempo en una librería, en la vitrina de los libros más vendidos, uno que se titulaba Contra el amor dependiente , o algo muy parecido. Cuál no sería mi sorpresa al comprobar que lo que se adjetivaba de esa manera era lo que siempre se había entendido como amor sin más. ¿Acaso el que ama no es dependiente de la persona amada, hasta el punto de que desde el instante en que se separa de ella, ya empieza a extrañarla? ¿Hay que considerar semejante añoranza una riqueza de nuestra experiencia, un regalo de plenitud que nos concede la vida, o una patología a la que hay que poner remedio cuanto antes? A la vista está que nuestra sociedad ha optado por esto último y conspira contra el amor, al menos tal como lo conocimos en el pasado. Tal vez no quede otra que reinventarlo. En todo caso, mejor eso que quedarnos sin él, justo cuando más lo necesitamos.


el dispensador dice:
al llegar a esta vida,
para transitar la gracia concedida,
luz del destino que llevamos encedida,
aura que brilla,
me mueve una sola certidumbre,
regresaré a ser espíritu... algún día...
y mi alma permanecerá a salvo,
mientras sea bendecida,
por el ángel conferido,
y la consciencia elegida...

transito asímismo esta vida,
bajo el signo de las incertidumbres,
nada es seguro bajo el tiempo,
sólo la luz que te guía,
del faro que te alumbre...
soy portador de mochila llena,
bajo la consigna... de que debe estar vacía,
debe contener humildad concedida,
debe contener inocencia atendida,
debe portar afectos que perduran... como luz encendida...

es necesario saber liberarse,
de aquello que aporta heridas,
quejas, reclamos, mordidas,
haciendo uso de las mentiras,
para imponer propias medidas,
que aprecen vestidas,
como lágrimas sufridas,
entre labios que ocultan sonrisas,
atando almas según sus prisas,
haciendo que los arroyos... se agoten en falsas crecidas...

luego dejarse llevar,
según la consciencia lo indica,
atendiendo lo que dice,
ya que cada mañana... guarda su oportunidad...
de ser historia algún día...
para que al regresar la mirada,
sepas que has andado,
teniendo al verbo como consigna.
JUNIO 01, 2013.-

hoy puedo decirte,
habiendo transitado mi tiempo,
que cada camino exige aliento,
y estar siempre dispuesto,
a extender la mano al opuesto,
ya que las cosas suceden,
según lo escrito en libro que nos pertenece,
porque allí estamos indicados,
para revelar lo que es "nuestro".

no me inquietan las incertidumbres,
sólo sigo los designios que me cubren,
con su estrella y con su lumbre...
lo demás es pasajero,
y se va cubriendo con herrumbres,
eso te habilita a diferenciar,
dónde residen los hechos,
que en las almas perdidas,
se disfrazan de incertidumbres.
JUNIO 01, 2013.-
DEDICADO A: HVT... un puente... una cuerda... un cajón de agua en esta vida, y más allá de algún día.

ESFERAS, ESPACIOS Y VIOLÁCEOS ► Spinoza: la geometría de las pasiones - 31.05.2013 - lanacion.com  

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Spinoza: la geometría de las pasiones - 31.05.2013 - lanacion.com  



Spinoza: la geometría de las pasiones

En este capítulo de Amo, luego existo, el autor retrata experiencias e ideas de un filósofo insoslayable para pensar los registros del alma humana
Por  | Para LA NACION


Según la filósofa húngara Agnes Heller, la diferencia fundamental entre escritores y filósofos en lo referente a la relación que mantienen entre su vida y su obra es que mientras los primeros pueden utilizar sus propias peripecias vitales como materia prima, estímulo e incentivo para sus creaciones, lo propio de los filósofos es precisamente que una vida anodina y sin relieve constituya la condición de posibilidad más adecuada para un trabajo teórico de interés. Pues bien, si en algún autor parece cumplirse con perfecta exactitud dicha máxima o principio es, sin duda, en Baruch Spinoza.
Baruch (equivalente hebreo del latinizado Benedicto o del portugués Benito) Spinoza nació en Ámsterdam, Holanda, en 1632, procedente de una familia de judíos sefardíes criptojudaizantes (marranos), es decir, judíos a quienes la Inquisición había obligado a profesar externamente el cristianismo pero que permanecieron fieles, de hecho, a su propia religión. Sus antepasados abandonaron la Península Ibérica, huyendo de la persecución religiosa en Portugal, como un siglo antes habían huido de España por análogo motivo. Su padre y su abuelo decidieron buscar asilo en Ámsterdam, dado que en aquel tiempo las comunidades mercantiles holandesas eran, pese a la influencia de los clérigos calvinistas, las más tolerantes de Europa, lo que las convertía en el centro natural para los refugiados de la persecución. Se educó en la nutrida comunidad judía de aquella ciudad, donde los familiares de Spinoza eran miembros prósperos y prominentes (su padre había sido en varias ocasiones guardián de la Sinagoga), extremo este relevante a la hora de analizar la conmoción y el escándalo que provocaría su separación de ella. Siendo joven, contrajo una tuberculosis que poco a poco minaría su salud, hasta ocasionarle una muerte temprana.

Baruch Spinoza fue estudiante de la escuela rabínica. Durante seis ciclos anuales fue instruido, a razón de seis horas diarias, en los estudios hebreos tradicionales. Estudió gramática hebrea, la Torá, los profetas y el Talmud, entre otras cosas. Tenemos constancia de las discrepancias del joven estudiante con sus maestros. Como también la tenemos de que siguió cursos en la escuela del antiguo jesuita devenido librepensador y ateo Francis van den Enden, escuela frecuentada por muchos jóvenes judíos que aprendían en ella el latín, los elementos de la filosofía y la ciencia cartesianas, además de matemáticas y física. También leyó a Thomas Hobbes, Lucrecio y Giordano Bruno, lecturas todas ellas que fueron generando en Spinoza un conflicto de incompatibilidades.

En efecto, Spinoza era consciente de que las nuevas ideas del Renacimiento y la filosofía natural de Galileo, Kepler o Bacon encontraban un obstáculo insuperable en la Biblia, tanto en su interpretación literal como en las interpretaciones figuradas o alegóricas sugeridas por los filósofos judíos anteriores. Si a esto se le suman las influencias que sobre él tuvieron los colegiantes (cristianos liberales protestantes significados por su tolerancia), el choque de nuestro autor con la comunidad judía estaba anunciado.

En 1656, a los veinticuatro años, tres después de la muerte de su padre y acaso influido por ello (su desaparición lo habría liberado de la obligación de mantener oculto su descreimiento por respeto a la figura paterna), Spinoza fue condenado y excomulgado. ¿Los cargos? Por la información de que disponemos, durante los meses previos a la proscripción "dejó de asistir a los servicios de la sinagoga, rompió los mandamientos de la Torá y les reveló sus dudas a los conocidos de más confianza". Según parece, Spinoza recibió avisos y recomendaciones, a las que hizo caso omiso, para que se apartara de sus malas costumbres.

Finalmente, el consejo de ancianos, utilizando como prueba concluyente delaciones que daban noticias sobre las horribles herejías que Spinoza practicaba y enseñaba (probablemente acerca de lo que le ocurría al alma después de la muerte) y sobre las abominables acciones que ejecutaba (como la blasfemia), resolvió sancionarlo con la proscripción (o cherem). Fue apartado de la nación de Israel el 27 de julio de 1656: excomulgado, pasó a ser un desterrado de la única comunidad a la que pertenecía naturalmente.

Tras la condena, se retiró a un suburbio en las afueras de la ciudad (sus acusadores lo habían denunciado a las autoridades civiles como un peligroso hereje y blasfemo, por lo que había sido expulsado de Ámsterdam) y acentuó su trato con las sectas de los menonitas y colegiantes. Cumpliendo el precepto talmúdico que prescribía a cada hombre aprender un trabajo manual, había aprendido el arte de fabricar y pulir lentes para instrumentos ópticos, oficio que en su nueva situación, además de servirle para afrontar las dificultades económicas creadas por la sentencia condenatoria, le permitió seguir con atención los descubrimientos de la ciencia que en el siglo XVIII había llevado a cabo una de las mayores revoluciones: la óptica. Para este fin resultó determinante la relación con su amigo el físico y astrónomo Christiaan Huygens, autor de la teoría ondulatoria de la luz, con quien colaboraría años más tarde en la elaboración de un sistema especial para tallar lentes de gran longitud focal.


Foto: María Elina
Probablemente a comienzos de 1657 su exilio había terminado, lo que le permitió regresar a Ámsterdam. Allí permanecería hasta 1660, año en el que es objeto de un ataque cerca del teatro de la ciudad. Un joven fanático de la Sagrada Comunidad trató, sin éxito, de apuñalarlo. El episodio debió impresionar vivamente a Spinoza porque cuando murió, en 1677, todavía conservaba en el armario el abrigo que llevaba ese día, con el desgarrón que el cuchillo de aquel fanático le había hecho, se dice que para mejor tener presente que el pensamiento no siempre es amado por los hombres. Como observa agudamente a este respecto Gilles Deleuze, "si bien no es infrecuente que un filósofo acabe procesado, es más raro que comience por una excomunión y un intento de asesinato". Parece razonable suponer que la experiencia de este terrible episodio lo empujara a abandonar Ámsterdam de forma definitiva e instalarse, en 1660, en Rijnsburg, una aldea tranquila cerca de Leyden, buscando la soledad para escribir. De ahí pasó a vivir, de 1664 a 1669, en Voorburg, cerca de La Haya, para, finalmente, trasladarse a esta última ciudad en 1670, donde residió hasta el fin de sus días. Mientras vivía en Rijnsburg, trabó amistad con el que entonces era jefe de gobierno (raadspensionaris) Jan de Witt, quien protegió la publicación anónima del Tractatus theologico-politicus en 1670, obra de Spinoza que causó un gran revuelo por su crítica racionalista de la religión. Estas protestas, unidas al asesinato de su protector en 1672 en una revuelta popular de carácter monárquico y nacionalista, persuadieron a Spinoza de no volver a publicar nuevas obras sino tras su muerte, lo que no impediría que circularan entre sus admiradores, cada vez más abundantes. En 1673 J. L. Fabritius, profesor de Teología, le ofreció por encargo del Elector del Palatinado una cátedra de Filosofía en la universidad de Heidelberg, pero Spinoza no la aceptó, pues aunque se le garantizaba libertad de filosofar, se le exigía no perturbar la religión públicamente establecida.

Ambas decisiones nos permiten empezar a mostrar algunos rasgos de la manera de ser de Spinoza (íntimamente ligados a su manera de pensar) que tal vez nos ayuden a interpretar mejor sus propuestas en lo referido a los afectos. En efecto, el perfil que, especialmente tras su excomunión se nos va apareciendo, es el de un hombre de firmes convicciones, a las que va llegando tras unos profundos procesos de reflexión crítica, ávido de conocer y, por ello mismo (y por su propia experiencia personal), preocupado por cualesquier forma de fanatismo e intolerancia. Pero también un hombre frugal, discreto y humilde, ajeno a ambiciones de cualquier tipo. Disponemos de diversos testimonios que nos lo indican. Durante nueve años (1663-1672) aceptó del mencionado Jan de Witt una modesta renta anual de 200 florines. Pero cuando en cierta ocasión su amigo y discípulo Simon De Vries pretendió regalarle una suma de dos mil florines para que pudiera vivir con más comodidad la rechazó cortésmente argumentando que no necesitaba nada y que, de recibirlo, tanto dinero le desviaría infaliblemente de sus estudios y ocupaciones. También rechazó la pretensión de De Vries de instituirlo heredero de todos sus bienes e insistió en que solo aceptaría una pequeña renta anual (una suma de quinientos florines en concreto) para poder vivir de sus ingresos. Cuando De Vries murió y le legó la pequeña pensión que habían acordado, Spinoza redujo aún más la cantidad y solo aceptó trescientos florines, manifestándole al desconcertado hermano de De Vries, Isaac, que esta pequeña suma sería más que suficiente. Asimismo parece que en algún momento el rey Luis XIV de Francia, por intermedio del príncipe Condé, le ofreció una magnífica pensión si le dedicaba una de sus obras, ofrecimiento que fue, como todos los otros, educadamente rechazado por Spinoza.

Importa insistir en la conexión entre la vida y el pensamiento de nuestro autor. La referencia antes apuntada al cambio de actitud que este manifiesta tras la excomunión merece ser destacada, sobre todo para no deslizar una idea romántico-esencialista del personaje. No estamos ante alguien que desde siempre supo, que ya desde su más tierna infancia pensó... y otras formulaciones análogas que dieran a entender la preexistencia de una especie de teleología o plan de vida por parte del protagonista, el relato de cuyas peripecias concretas no hiciera más que confirmar. En el caso de Spinoza manifiestamente no fue así, en el sentido de que no siempre mostró idénticas actitudes en relación con los mismos asuntos. Sabemos que hasta los veinticuatro años de edad fue comerciante y, durante una parte de ese tiempo, estuvo a cargo del negocio de la familia. Tanto parecía importarle el dinero en aquella época que llegó a cometer el acto, reprobable desde el punto de vista de la comunidad (cualquier tipo de conflicto entre judíos tenía que resolverse entre las paredes de la comunidad y por parte de sus líderes), de llevar ante los juzgados holandeses a colegas judíos que no pagaban sus deudas. Sin que la cosa acabara aquí: cuando su padre murió, dejando su empresa con un considerable número de deudas, Spinoza no dudó en hacerse celador del juzgado holandés y en ser nombrado acreedor prioritario de su herencia.

Pero poco después las cosas empezaron a variar y bien radicalmente por cierto. Porque cuando el juez dictó la sentencia, distribuyendo equitativamente los bienes legados, Spinoza renunció a su parte, quedándose únicamente con la cama de sus padres. Se diría que por aquel entonces había descubierto ya que pensar y escribir eran sus mayores fuentes de satisfacción, y necesitaba poco para mantener una vida dedicada a ellas. Nada parecía importarle tanto como su trabajo intelectual. Subsistía sobre la base de su trabajo de fabricante de lentes y, con posterioridad a 1667, de la pequeña pensión de De Vries mencionada. Le bastaba disponer de dinero, alojamiento y comida, poder comprar papel, tinta, cristal y tabaco, y estar en condiciones de pagar las facturas del doctor. Parecía persuadido de que un filósofo debía de permanecer oculto, ajeno a todo, tras su filosofía y, al igual que sus antepasados intelectuales Euclides, Epicuro y Lucrecio se ocultó efectivamente detrás de sus obras. Nunca llegó a formularlo así -que yo sepa-, pero se diría que a partir de un determinado momento la máxima que rigió su existencia fue esta: vivir para pensar.

Amores pensados, amores vividos

Y de amores, ¿qué?, pregunta que solo puede obtener esta respuesta: de amores, pocos. Utilizando nuestros esquemas, se sentiría la tentación de atribuir el escaso éxito amoroso de Spinoza a su apariencia física. Disponemos de la descripción de nuestro filósofo a través de las declaraciones, coincidentes, hechas ante la Inquisición, en Madrid en agosto de 1659, por parte de un fraile agustino, fray Tomás Solano y Robles, y un capitán de infantería, Miguel Pérez de Maltranilla, después de haber viajado a Ámsterdam: estatura baja, delgado, blanco, de ojos y cabellos negros. A lo que habría que añadir, por otros testimonios, que su constitución débil se traslucía en lo enfermizo de su aspecto.

Pero también sabemos de su reputación de hombre de gran cortesía y amenidad, querido y respetado por sus vecinos; nada severo, frío ni amigo de censurar. En realidad, cifrar en sus cualidades -exteriores o interiores- el origen de su escasez amorosa implicaría incurrir de nuevo en un manifiesto anacronismo (como si en la época solo contrajeran matrimonio los apuestos o los encantadores). Más razonable resulta atribuir dicho origen a alguno de los factores objetivos que habíamos empezado a señalar. Recuérdese que la excomunión que padeció Spinoza dictaminaba que ningún judío podía vivir bajo su mismo techo y que lo maldijeran al acostarse y al levantarse. Tampoco nadie podía hablar con él. En consecuencia, ninguna mujer judía debía tener contacto de ningún tipo con él. De hecho, en sus cartas no aparece ninguna mujer como corresponsal. Añádase a esto que en la comunidad judía sefardí de Ámsterdam los casamientos eran arreglados (por convenio, en función de los intereses sociales y económicos). La comunidad vigilaba que no se realizaran bodas clandestinas y si eran descubiertas recibían la excomunión.

Eso por lo que respecta a las mujeres de su propia comunidad. Porque si dirigimos nuestra mirada hacia el resto de las mujeres holandesas, lo más probable es que se sometieran a lo estipulado por la confesión calvinista. Según la versión de Erich Fromm, existía la norma de que los feligreses de dicha confesión no debían manifestar sentimientos de amistad hacia los extranjeros. Si a eso le unimos el proverbial ascetismo de los protestantes, lo más extendido era la prohibición del vínculo matrimonial de protestantes con judíos.

De hecho, hay constancia de la existencia de una reglamentación administrativa municipal que prohibía el matrimonio de todo tipo de cristianos con judíos. Como es natural, todas estas prohibiciones y dificultades podían, como mucho, obstaculizar un hipotético matrimonio de Spinoza, pero en modo alguno le impedían enamorarse. Al parecer, lo hizo de Clara María, la hija única de su maestro católico Franz van den Ende.

Aunque de constitución frágil y figura poco agraciada, la joven, que contaba trece años en ese momento, dominaba la lengua latina y la música tan perfectamente que era capaz de dar clase a los alumnos de su padre en ausencia de este. También conocía lenguas modernas, era poetisa, estudiante de filosofía y matemáticas. Parece que su finura de espíritu y su excelente cultura dejaron prendado a Spinoza. Pero ella prefirió al más apuesto de los condiscípulos, un joven luterano rico llamado Dirck Kerckrinck, natural de Hamburgo, quien, según cuentan, con el regalo de un hermoso (y muy caro) collar de perlas consiguió inclinar de su lado el favor de Clara María, con la que terminaría casándose (no sin antes abjurar de la religión luterana y abrazar el catolicismo). Spinoza hablaba de ella a sus amigos con veneración, aunque parece ser que la pretendida se adornaba también con una refinada coquetería que la llevaba a complacerse galvanizando la pasión serena y caldeando la fría sangre del futuro filósofo. En realidad, tanto da este último extremo. Lo importante es que Spinoza encontraba en ella cualidades que la convertían, a su juicio, en digna de ser amada, pero que la expectativa de lograr su amor se vio enteramente frustrada.

En qué medida esta experiencia influyó en sus ideas acerca del amor, hasta qué punto este fracaso tuvo sobre su pensamiento un efecto análogo al que su excomunión tuvo sobre su forma de vivir es algo imposible de dilucidar desde nuestra perspectiva y con la información a nuestro alcance. En muchos pasajes, efectivamente, el lector experimenta la tentación de llevar a cabo una interpretación en clave autobiográfica.
Tal vez no haya nada malo en deslizarse por esa vía, siempre que seamos conscientes de que no hay forma de sancionar inequívocamente el acierto o el desacierto de semejante interpretación y de que solo nos es dado, como mucho, aportar indicios o buenas razones a favor de ella.

En cierto modo, podría decirse que la vida y la obra de Spinoza parecen atravesadas por idéntica tensión. Respecto a la primera, se diría que intentó componerla con el mismo cuidado que su Ética, eliminando como causas posibles del mal los elementos extraños, dominando las circunstancias, sin dejarse dominar por ellas, y desenvolviéndose según un principio interno de conducta, al cual supeditó las luchas y contradicciones del medio. ¿Resultado? Esa vida anodina y sin brillo a la que empezábamos refiriéndonos, pero que no por ello carece del pálpito de los sueños, del entrecortado pulso de la existencia. Respecto a su obra, especialmente en lo tocante a sus ideas acerca del amor, aparece regida por análoga voluntad de orden y sistema, tutelada por un formidable esfuerzo por introducir el intelecto y la abstracción en el fluido y desordenado objeto de su pensamiento, la experiencia humana.

Del amor como alegría

La definición spinoziana de la esencia del amor en la Ética demostrada según el orden geométrico queda formulada en los siguientes términos: "el amor es una alegría acompañada por la idea de una causa exterior". Por su parte, el deseo podría definirse como "el apetito acompañado de su conciencia", y aunque nos centraremos en el primero, la referencia al segundo es importante porque para Spinoza el deseo es el afecto básico, concibiendo la alegría y la tristeza como sus primeras variaciones y derivando todos los demás, incluyendo el amor, a partir de ellos.

Conviene empezar indicando que el mero hecho de que el amor resulte susceptible de ser definido ya resulta, en el esquema de Spinoza, algo profundamente significativo. Para él es posible abordar la cuestión del amor humano de manera que de su análisis extraigamos verdades objetivas. A este respecto, las declaraciones de Spinoza son absolutamente inequívocas: propone tratar los afectos humanos "como si fuese cuestión de líneas, superficies o cuerpos".

Planteando las cosas de semejante forma, se distancia por un igual de quienes "prefieren, tocante a los afectos y actos humanos, detestarlos y ridiculizarlos más bien que entenderlos" y de quienes, apreciándolos, consideran a los afectos fuera de las leyes de la naturaleza, sin que quepa seguir orden alguno con respecto a ellos. Por supuesto, tanto unos como otros tienden más bien a definirse por unas tesis que, en realidad, son los efectos derivados de aquellos. Es el caso, que señala Spinoza tras presentar su definición de amor, de aquella otra manera de concebirlo en tanto "la voluntad que tiene el amante de unirse a la cosa amada", entendiendo por voluntad el contento que produce en nosotros la presencia de dicha cosa amada. Para Spinoza, el error conceptual de esta otra versión consiste en que la presencia del amado no puede constituir la esencia del amor porque sigue habiendo amor incluso cuando el amado está ausente.

Pero es que, además, en la versión criticada por Spinoza el amado importa de una manera muy particular: importa en la medida en que es fuente de alegría, sin contemplar el conocimiento de él. Con otras palabras, este amado es únicamente ocasión, oportunidad, mero soporte material para la idea preconcebida del amor que pueda tener el amante. La desesperada necesidad con la que se buscan, por más apasionada que parezca, es meramente instrumental: se necesitan el uno al otro para arder en el fuego de la pasión, pero ninguno de ellos necesita verdaderamente al otro tal como es, en su real y concreta especificidad. En ese sentido, en tales situaciones -representadas de manera emblemática por lo que se suele denominar flechazo, cuya característica fundamental es precisamente que la rapidez, casi instantánea, con la que brota el vínculo amoroso parece hacer de todo punto innecesario un proceso de conocimiento entre los presuntamente enamorados- lo que hay, más que amor al amado es, utilizando la expresión que Denis de Rougemont toma de Agustín, un amor al amor.

Pues bien, frente a ambos grupos (el de quienes desdeñan los afectos y el de quienes los valoran en clave subjetivista), Spinoza postula la dimensión cognitiva consustancial a nuestras emociones. El temor, la aflicción, la ira, la alegría e incluso el mismo amor suponen la valoración de la situación en la que ellas se producen. En ese sentido, las emociones, lejos de ser simples impulsos o instintos, constituyen patrones sumamente selectivos de visión e interpretación. Aunque, eso sí, el conocimiento que cualquiera de aquellas reacciones aporta es un conocimiento planteado desde una perspectiva específica, en concreto, la de hasta qué punto una determinada situación afecta a mi bienestar, en qué medida lo altera.

El amor es la conciencia de una transición significativa en la dirección de un mayor florecimiento personal. En la alegría del amante este experimenta cómo se realiza su ser con una perfección mayor a la que experimentaba antes de sentir esa alegría. Aunque también podría plantearse lo mismo en el plano del lenguaje cotidiano y constatar que se expresan con bastante propiedad quienes declaran cosas tales como que el amor hace que saquen lo mejor de sí, o que el haber conocido (y haberse enamorado) de X les ha transformado en sentido positivo. Con la contrapartida inevitable de que no cabría considerar en puridad como amor en sentido spinoziano todas esas relaciones tóxicas, en las que, a la inversa, una de las personas acaba sacando lo peor de sí, por no hablar de cuando termina autodestruyéndose.

En todo caso, la alegría en cuestión, definida por Spinoza como el paso del hombre de una menor a una mayor perfección, en modo alguno significa que el individuo se transforme en alguien distinto al que era en el sentido de que su esencia o forma cambien a otra (por más que a los afectados a menudo les agrade fantasear tan radical mudanza). Significa que aumenta su potencia de obrar, "tal y como se la entiende según su naturaleza". En consecuencia, en cuanto alegría el amor es paso o transformación de nuestra potencia en una potencia aún mayor de existir, de actuar. Acaso lo que más importe resaltar de esto sea la idea de que esa búsqueda de mejora, en un horizonte de perfección, lejos de constituir el resultado de una decisión libremente tomada, forma parte de la propia naturaleza humana.

Porque es en esta perspectiva en la que se deben interpretar todas las afirmaciones spinozianas resaltando la importancia del amor (incluidas las de su juventud, como aquella en la que sostenía que "no podríamos existir sin gozar de algo a lo que estemos unidos y fortalecidos"). Lo que las sustenta, al tiempo que les proporciona su sentido último, es precisamente el convencimiento por parte del filósofo de la dimensión carencial del ser humano. A la esencia de todas las personas, señala Spinoza en su antropología, pertenece el deseo de buscar todo cuanto contribuya a su mejoramiento. Y si, en general, necesitamos muchas cosas debido a nuestra naturaleza, en particular nos necesitamos los unos a los otros ("nada es más útil al hombre que el hombre"), necesidad de la que dejan clara constancia determinadas emociones, que constituyen, en ese sentido, el reconocimiento de nuestra dependencia de los demás.

En cierto sentido, pues, el amor es una cuestión de supervivencia para el individuo. Lo que aparece como contento o júbilo se basa en realidad en una carencia fundamental inscrita en lo más íntimo del corazón humano: para no amar, había sostenido también el filósofo cuando era joven, haría falta no conocer, pero no conocer equivale a no ser. Bien pudiéramos decir, entonces, que el amado provoca en el amante la alegría del amor pero no la crea.

Alguien podría pensar que esta relativa indiferencia del objeto amoroso (el amado solo desencadena la alegría, lo que implica que idéntica función podría ser desempeñada por otro) libera al amante de muchas de las servidumbres que a menudo acompañan a la experiencia amorosa. El amante spinoziano es consciente de que la posesión del objeto amoroso no es inteligible en cuanto objetivo si no hace referencia a las necesidades del yo, lo que implica que quien conozca estas adecuadamente (y sepa, por tanto, que aquella posesión nunca puede constituir un fin en sí mismo) se encontrará en una posición de mayor autonomía que el enamorado bobo que sea ignorante de ellas (resultando indiferente a estos efectos que se encuentre en esta actitud como resultado de un flechazo o de un proceso). Pero asimismo sabe, frente al platónico irredento, que tampoco se trata de buscar ningún bien de carácter superior en el particular objeto de nuestro amor, sino que este ha de ser puesto en relación con nuestros conflictos más apremiantes, de manera que el presunto bien sea un bien para nosotros.

Es imposible amar intensamente a una persona manteniendo al mismo tiempo la convicción de que su lugar podría ser ocupado por cualquier otra. Se diría que la lógica de funcionamiento interno del amor exige considerar al amado como único e irrepetible. Su necesario conocimiento solo puede seguir, por tanto, la dirección de afirmar su especificidad.

Pero el caso es que determinadas personas desencadenan en nosotros dicha emoción mientras que otras no lo hacen en absoluto, y no está claro que Spinoza disponga de una explicación para ello. Lo cual acaso no debiera ser valorado como una deficiencia de su planteamiento, sino más bien como el reconocimiento por su parte del irreductible elemento de misterio que acompaña a toda relación amorosa. La necesidad de que el objeto de amor sea independiente del amante (puesto que en caso contrario no habría genuino florecimiento del yo) constituye, en cierto sentido, el sensor de la emoción amorosa, que es vivida por este de manera tanto más intensa cuanto más siente depender de la persona amada, hasta el extremo de que ni la felicidad misma le resulta capaz de concebir sin ella. Pero la conciencia de tal dependencia, señala Spinoza, es fuente de odio porque es conciencia del poder que posee el amado para disminuir el bienestar del amante. No poder poseer por completo al objeto amado genera el dolor de la angustia y de la frustración (que nada casualmente termina virando en odio cuando se produce esa pérdida definitiva que es la ruptura).

En este mismo capítulo de los efectos derivados de la exterioridad de la causa del amor deberíamos incluir los celos (la amada, irreductiblemente independiente del amante, puede amar a otra persona), a los que se define en la Ética como "fluctuación del ánimo surgida del amor y a la vez del odio, y acompañada de la idea de otro al que se envidia". La definición se acompaña con una descripción de la experiencia de los celos difícil de imaginar en alguien que no los hubiera sufrido en su propia carne: "quien imagina que la mujer que ama se entrega a otro no solamente se entristecerá por resultar reprimido su propio apetito, sino que también la aborrecerá porque se ve obligado a unir la imagen de la cosa amada a las partes pudendas y las excreciones del otro".

Tal vez la cruda veracidad de esta última descripción, que irrumpe como un golpe de efecto teatral en ese sistema rígidamente intelectual de Spinoza, muestre sin demasiados velos la profunda contradicción -ahora sí- que parece recorrer su planteamiento por entero. Y es que, de un lado, nuestro autor reconoce la omnipotencia del deseo, la fuerza desmedida de los sentimientos, cuando escribe cosas tales como que "la fuerza de una pasión o afecto puede superar todas las demás acciones del hombre, o sea, puede superar su potencia, hasta tal punto que ese afecto quede pertinazmente adherido al hombre". Pero, de otro, en todo momento se muestra preocupado por los efectos de tan desmedida fuerza. De ahí algunas de las formulaciones, más literarias, que recoge de las Sagradas Escrituras a este respecto, como, por ejemplo, "la pasión es una caries para los huesos" o "el deseo es despiadado como el sepulcro". En definitiva, para Spinoza el amor (al igual que el odio, el temor y las demás emociones) es tan fuerte que nos debilita.

Aquello, por tanto, que constituye la condición de posibilidad de la alegría es, al propio tiempo, lo que la amenaza. Aquello que el individuo ama porque constituye el instrumento privilegiado para alcanzar la felicidad es precisamente aquello que lo esclaviza y, en la misma medida, lo que le resulta odioso. Las emociones, imprescindibles para preservar, perseverar y mejorar al sujeto, lo convierten en dependiente de la fortuna, condenado "a ser zarandeado por causas exteriores y no gozar nunca de la verdadera tranquilidad de ánimo". La inequívoca inspiración estoica de los planteamientos spinozianos aboca en el caso específico de la emoción amorosa en la misoginia y, en el de las emociones en general, en la renuncia a las cosas que otros consideran esenciales para el bienestar.

No existe, de acuerdo con lo expuesto, más amor que el amor anestesiado, más pasión que la que conseguimos que no exista. Hay renuncia, reconoce Spinoza al final de la Ética, pero ella misma es la prueba de que hemos alcanzado la felicidad. Alguien podría valorar este recurso argumentativo postrero como una manifestación, apenas enmascarada, de la ancestral tendencia del pensamiento a presentar lo inevitable como virtuoso. Se diría que nuestro autor intenta protegerse de este reproche cuando concluye su libro con un tan rotundo como enigmático "todo lo excelso es tan difícil como raro".

Pero tal vez conviniera detenerse un paso antes de esa conclusión, en el momento en el que Spinoza constata el misterio que acompaña a la elección de la persona amada. Que quedemos prendados de alguien que, sobre el papel, no cumplía ninguno de los requisitos que estábamos convencidos de que debía cumplir nuestra pareja ideal o que, a la inversa, nunca estalle la chispa con aquella otra persona que sí parecía cumplirlos y con la que incluso, por añadidura, teníamos trato frecuente y fluido, quizá no impugne la idea spinoziana de que lo que está en juego en el amor es la satisfacción de toda una serie de necesidades profundas del yo. Acaso lo que pruebe la pareja inesperada o sorprendente es que uno nunca termina de conocerse del todo a sí mismo.

  •  
    Amo, luego existo
    Manuel Cruz
    Eudeba
.
el dispensador dice:
aunque no lo creas,
cada cosa que existe,
conserva una geometría,
guarda una forma,
ocupa un espacio...
incluyendo en ello,
todo aquello que no se ve,
que no se percibe mediante sentidos,
porque se hace necesario afinar el alma,
un sentido que el humano ha olvidado,
porque se hace necesario enaltecer el espíritu,
una geometría que el humano ha negado...

las ideas son esferas,
los sentimientos ocupan espacios,
al modo de fractales,
que cristalizan entre conexiones,
sintonías y fracasos...
las auras ejercen químicas entre espacios,
donde los más puros son los violáceos,
viajeros fuera de cualquier tiempo,
fuera de cualquier razón,
argumento o retrato...

las pasiones ocupan espacios,
diseñando cuerdas,
que catalizan en puentes,
vínculos que se producen,
sólo cuando las almas,
ocupan lugar en las mentes,
haciendo de las intenciones,
un don sublime... un don de gente...

hasta las intenciones ocupan espacios,
haciendo tejidos geométricos,
que pueden atrapar voluntades,
robar esfuerzos,
crear entuertos,
restar descanso a los muertos,
sobresaltar los sueños,
invadir lejanos terrenos...

hasta el amor y la alegría,
guardan propias geometrías...
haciendo que aquello se vive,
haciendo que aquello que se transita,
puede asumir como noche,
puede asumirse como día...
conteniendo sutiles energías,
donde las corrientes convergen,
confluyen al modo de las aguas,
descendiendo los destinos,
según los designios de cada vida.
JUNIO 02, 2013.-
 
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