Anna Althea Hills (American painter) 1882 - 1930 Autumn, Fallbrook, s.d. oil on canvas 76.2 x 91.44 cm. (30 x 36 in.) signed 'Anna A. Hills -' (lower right) and titled and signed (on the stretcher bar) private collection
Hills attended Olivet College, the Art Institute of Chicago and the Cooper Union for the Advancement of Science and Art in New York City. After her schooling, she worked for Arthur Wesley Dow. Hills traveled in Holland and England, attended the Academie Julian and studied with John Noble Barlow. After returning to the United States, Hills traveled to the west coast and she switched from interior figures to impressionist landscapes. Hills settled in Laguna Beach, California where she opened a studio and taught. Besides her painting, Hills was known for community activism. She was involved with the Presbyterian church and ran the Sunday school. For six years, she was president of the Laguna Beach Art Association. As president, it was Hills' strong advocacy that led to founding the Laguna Beach Art Museum in Laguna Beach, California in 1929.
Marie Bashkirtseff (Ukrainian-born Russian diarist, painter and sculptor) 1858 – 1884 Autumn, 1883 oil on canvas State Russian Museum, St. Petersburg, Russian Federation Painter, sculptor, proto-feminist and creator of one of the most extraordinary journals ever written, Marie Bashkirtseff (November 24, 1858–October, 31 1884) was born in Ukraine to a somewhat nomadic and eccentric family of petite noblesse. From an early age, Marie’s intelligence and the force of her personality held sway over her wandering, expatriate family. And wander they did, back and forth across the face of Europe and Russia. In 1873 she was 14 years old, living in a sun swept villa on the shore of Mediterranean—along with her mother, aunt, brother, grandfather, family doctor, a train of servants, a monkey and dogs (always her beloved dogs)—when she began inscribing the events of her seaside days: her infatuations, acute and precocious observations, passions, dreams, radiant artistic notions, loves—every topic that fell into the ken of her encompassing mind and luminous vision. Marie’s devotion to beauty and the fine arts defined the focus of her brief, prolific life. In 1877—against the wishes of family and the orders of her doctors—she moved from the temperate climate of Nice to Paris in order to study painting. She enrolled in the Académie Julian, the only art school in Paris at that time accepting women; during this period Marie also began attending meetings of “Le Droit des Femmes,” the leading society of the emerging French feminist movement. At the Académie, Rodolphe Julian—the founder—and Tony Robert-Fleury took an immediate and great interest in her talent, and of the overwhelming force of her fiercely determined self. Simultaneous to her artistic development, Marie published articles regarding the Rights of Women, writing under the nom de plume of Pauline Orell. Always, in every endeavor, Marie seemed engaged in an inexorable battle with passing time, sensing from early on that her own time was short. In spite of her personal wealth and illness, she worked tirelessly—eight to twelve or more hours a day, virtually for the remainder of her life. After a relatively short period of study, M. Julian asked Marie to paint a large canvas depicting his Académie, for submission to the Salon. Her painting, L’Atelier Julian (The Studio), has long been regarded as a masterwork of La Belle Époque. Scarcely known in her lifetime, Marie Bashkirtseff’s paintings, sculptures and her epic, monumental Journal have established her as one of the great women of the 19th century. She died of consumption (pulmonary tuberculosis) in Paris at the age of 25—feeling she had accomplished little. Her mausoleum in Cimetière de Passy depicts an artist’s studio in stone, and is a French Heritage site. Upwards of two hundred of Marie Bashkirtseff’s paintings, sculptures and sketches disappeared during Hitler's destruction of Europe; nevertheless, today her art is known throughout the world, and the Journal is ranked among literature’s eminent, encompassing examples of belles-lettres—parallel to the diaries of Virginia Woolf, Samuel Pepys, and Anais Nin, and like the letters of Vincent van Gogh and the sonnets of Michelangelo, the Journal of Marie Bashkirtseff stands as a literary witness of the creative life and is now accorded the status of world literature.
Biography by Vincent NicolosiImage courtesy of Fonthill Press Christa Zaat
Julius von Klever (Russian painter) 1850 - 1924 Золотого осень (Golden Autumn), 1912 oil on canvas signed in Cyrillic and dated 1912 lower left private collection
Julius von Klever was a Russian landscape painter of Baltic German descent.
Julius von Klever was born in the 31st of January in 1850 in Dorpat and frequented the grammar school in the same town. From 1867 to 1876, he frequented the Imperial Academy of Arts in St. Petersburg. In 1873 he participated in numerous expositions, some even outside Russia. In 1878 he became a member of the St. Petersburg Academy and in 1881 a professor of landscape painting in the same place.
John Banville (Wexford, 1945) ha vuelto a hacernos un regalo. Enfundado en la piel de Benjamin Black, el autor irlandés se ha apartado del camino marcado por su patólogo forense Quirke para escribir Pecado (traducción de Miguel Temprano) obra con la que ganó el Premio RBA de Novela Policíaca 2017. Se trata de una historia en la que, con la excusa de un terrible asesinato, Black despliega todas sus artes para mostrarnos la sociedad irlandesa de finales de la década de los cincuenta del siglo pasado, adentrarse en sus conflictos e hipocresías y regalarnos un nuevo, complejo y entrañable protagonista.
El planteamiento es el siguiente: Navidad de 1957. En medio de un terrible invierno, un cura católico es hallado degollado y castrado en medio de un enorme charco de sangre en las estancias de una de las familias más significativas de la zona de Wexford, cuna del propio Banville. La familia, liderada por un militar retirado, protestante pero con mucho prestigio en la zona, es todo lo variopinta y oscura que puede ser una familia de alta alcurnia en aquella época por aquellos parajes. El cura, amigo del padre, murió en terribles circunstancias pero ni el hijo mayor, ni la alocada hija ni, por supuesto, la señora de la casa y segunda esposa de coronel han visto u oído nada, en una metáfora perfecta de la sociedad irlandesa de la época. “Es una historia muy negra que trata sobre las acciones profundamente oscuras cometidas por un sacerdote y las personas que lo encubrían, y las consecuencias que tuvieron que sufrir los que les rodeaban”, resumía el propio Black en Barcelona.
El conflicto está asegurado porque la Iglesia no quiere que se investigue y utiliza todo su poder para censurar cualquier información y presionar a la policía. Saben lo que hay detrás, conocen de sobra las razones por las que alguien querría matar al simpático padre Tom y prefieren que quede como un accidente. Les suena, ¿verdad?
Y aquí entra en juego el detective Strafford, de nombre St. John, aunque él prefiera evitarlo por ridículo. Se trata del vástago de un prestigioso hombre protestante que se aparta de todo lo que su familia esperaba para él y se hace policía. Su aspecto desgarbado pero elegante, sus modales y su acento, su origen protestante, el hecho de que no le guste beber y de que no fume lo convierten desde el primer momento en un extraño dentro de la policía y a ojos de los ciudadanos, más acostumbrados a la rudeza y la falta de estilo de sus compañeros.
“El inspector tenía 35 años y parecía 10 años más joven. Era alto y delgado, de rostro estrecho y afilado, ojos que bajo cierta luz eran verdes y pelo de ningún color en particular, con un mechón que tendía a caerle sobre la frente” nos cuenta el narrador al principio en un gesto inusual en Black, puesto que siempre hemos conocido a nuestro querido Quirke o a la extraordinaria Phoebe a través de los ojos de otros y nunca por una descripción tan certera. Strafford es un tipo inteligente y tranquilo, nada especial, alguien movido por el deseo de saber, un solitario al que no le gusta la gente, hombre desarraigado y, en sus propias palabras, “ la sombra de lo que pudo haber sido” sin saber exactamente qué significa eso. Un personaje maravilloso del que esperamos tener más noticias pronto.
Rápidamente el lector puede comprobar de la mano del inspector Strafford y su ayudante Jenkins que el asesino tiene que ser alguien de la casa, pero la investigación fluye despacio, con ese ritmo tan característico de Black, aprovechando las idas y venidas, los interrogatorios y las conversaciones para mostrarnos en pocas líneas las heridas de una sociedad machacada por una guerra civil, dividida por sus creencias y ahogada por el poder omnívoro de la Iglesia Católica, tema muy presente en las novelas de Quirke y en las preocupaciones de Banville.
Para los fans de las novelas de Quirke, este aparece nombrado de pasada, como el inefable Costigan. Más presente está Hackett, aquí ascendido a comisario y visto en una faceta distinta, al mando, soportando las presiones de quienes quieren echar arena sobre el caso, digno pero distante, algo amargado por no poder estar en la calle con personajes como su amigo Quirke.
Para los amantes de la novela enigma, aquí hay algo de eso también y el caso está resuelto con brillantez y sin fuegos de artificio.
Por último, para los aficionados a la buena literatura, sea del color que sea, aquí tienen una narración de primer orden.
Este proyecto afincado en Bilbao da un salto de gigante con su labor editorial y abre un camino desconocido pero esencial en el campo del arte: la producción de ideas
Radio Show consonni con Azkuna Zentroni.MAITE ARBERAS
Se define a sí misma como una productora de arte contemporáneo y editorial especializada, aunque tras el trabajo de consonni se filtra una identidad mucho más confusa, convulsa incluso, y un tanto queer. Desde que el proyecto naciera en 1996 acumulan muchas virtudes. Entre ellas, ser una estructura adaptable, ligera y flexible que ocupa muchos de los intersticios, los espacios libres y los huecos de ese tablero llamado mundo del arte. Su labor es poco lucida, pero fundamental a la hora de dar respuesta y ofrecer un servicio público a la comunidad artística. Trabajan bajo la idea de intercambio sin jerarquías y sin esa losa llamada productividad asociada a los museos. También destacan por una mirada siempre experimental que va más allá de lo expositivo y por romper fronteras e ideas preestablecidas en torno a lo artístico. En los veinte años que lleva en activo, consonni se ha colado con cámaras ocultas en el Guggenheim con Andrea Fraser, han desarrollado una marcha zombi en la zona de Barakaldo con Iratxe Jaio & Klaas van Gorkum, se han lanzado al mar a buscar ballenas con Fermín Jiménez Landa y han andado campo a través por el monte con Gerard Ortín. En los últimos años, han dado un paso más con el campo de la edición y su colección Paper, llenando otro de los huecos en la edición en España con el ensayo sobre arte.
Tal vez el éxito pasa por su amor por las semillas pequeñas, algo que se filtra hasta en el nombre, escrito en minúscula. El equipo ha ido variando desde que el artista Franck Larcade, su fundador, decidiera crear “un centro de prácticas artísticas contemporáneas”, tomando el nombre a una fábrica de la península de Zorrozaurre, en Bilbao. Hoy por hoy, y desde un local a pie de calle del barrio Bilbao La Vieja, trabajan Munts Brunet, Iñaki Landa, Arkaitz Olea y María Mur Dean. Imparten talleres sobre edición y arte (con_textos), alojan un programa de residencia de artistas (HPC) y ofrecen recursos para el entorno creativo local. Aunque, por encima de todo, trabajan con el afecto: “Alrededor de consonni hay muchas complicidades. Es fundamental la aportación del variado alumnado de prácticas que nos acompaña en diferentes situaciones así como múltiples colaboradores que participan en cada producción, en cada libro así como familiares y amistades que nos sostienen. Sin el apoyo de esta comunidad de proximidad que se compone de cómplices habituales y puntuales, públicos y referencias, consonni no podría respirar, simplemente no existiría”, explican.
Consonni propone registrar las diversas maneras de hacer crítica en la actualidad y de crear esfera pública, con los feminismos como hoja de ruta, y a través de diversos formatos colectivos, como producciones de arte, libros de ensayo, podcasts, Radio Shows, talleres…. Una labor basada en la colaboración, la mirada crítica, la obstinación, las meteduras de pata y los aciertos, e intercambio de conocimiento y el apoyo al sector artístico cultural. En esta charla María Mur Dean desvela cómo y por qué.
¿Qué ocurría en 1996 en Bilbao para crear un proyecto como consonni? ¿Nació como alternativa a algo?
En aquel momento, se podían observar las obras de un edificio que es a día de hoy paradigma de ciertas políticas culturales, el Museo Guggenheim Bilbao. Era un momento en que, quizás, había un canto de sirenas, un run run sobre lo que podría ser una alternativa al modelo económico industrial, un momento en el que se empezaba a generar un debate sobre la cultura como recurso frente la cultura sobre derecho, en que se hablaba de la cultura como motor de una ciudad. En Bilbao, en aquel momento no existen todas las estructuras independientes que hay hoy. Se estaba construyendo el Guggenheim, pero también se crea Bilbao Arte y se remodela la Sala Rekalde. Es un momento en que empiezan a organizarse artistas y creadores para desarrollar espacios propios, como consonni, Abisal, y Amasté entre otros. En aquel momento, Arteleku en San Sebastián supone un epicentro para alimentar energías en diferentes direcciones, y existían una serie de proyectos colaboradores alrededor de este centro que estaban suponiendo una semilla para que iniciativas privadas pudieran echar a andar.
Y ahora, ¿cómo es el vínculo con el contexto artístico vasco? ¿Y el resto?
Proyecto de Little Frank and his carp de Andrea Fraser en el Museo Guggenheim en 2001.
Pues es nuestro contexto más próximo, al que le debemos nuestra génesis y del que nos nutrimos. Es un contexto variado con sus conflictos y grandezas, como todos, del que aprendemos y desaprendemos continuamente. Para nosotras la colaboración y la negociación con nuestro entorno de proximidad es fundamental, con artistas pero también con instituciones privadas o públicas, grandes o pequeñas. En la ciudad de Bilbao hay estructuras privadas independientes de diferente signo que están haciendo una gran labor y ofreciendo una programación muy variada (Okela, Bulegoa Z/B, Histeria Kolektiboa, La Taller, Wiki Toki, Anti-Liburudenda, Ant Espacio y un largo etcétera). Nos parece importante la coordinación entre diferentes programaciones, apoyarnos mutuamente y no pensar en términos de competición sino de colaboración y cooperación.
¿Cómo se financia?
Como podemos. Trabajamos arduo para diversificar fuentes y formas de financiación. Hasta ahora, sobre todo han sido las formulas públicas las que más hemos desarrollado (contratos con instituciones o subvenciones) pero estamos investigando otros modelos, ya que creemos que la financiación también es parte del proceso creativo y que no está carente de ideología. Depender de subvenciones es muy pesado e imposibilita la sostenibilidad y la autonomía de los vaivenes políticos constantes. Estamos fortaleciendo los ingresos por venta de libros, reforzando una comunidad de proximidad y procurando alimentar una economía social feminista. Generar modelos mixtos de financiación donde combinar lo público con lo privado y procurar huir de la auto explotación constante.
Como punto de partida, consonni es una productora. ¿Qué significa producir en el contexto del arte?
El uso del concepto ‘producción’ en el arte es una extrañeza. Invitamos a artistas a desarrollar trabajos que generalmente no adoptan un aspecto de objeto de arte expuesto en un espacio. Las figuras de referencia suelen ser artistas, críticos, comisarias, galeristas, directores de institución… las productoras de arte seguimos sin existir como pieza del tablero del mundo del arte. Producir, en contra de lo que se suele creer, no es sólo seguir una reglas del juego dadas sino que muchas veces supone crearlas. ‘No hacer uso del viejo aparato de producción sino transformarlo’, decía Walter Benjamin en Autor como productor(1934). No se trata solo de representar la realidad sino de impactar sobre ella y devenirla. Es lo que Gilles Deleuze y Felix Guatari llamaron la estrategia de pantera rosa que ya es parte del ADN de consonni. El mimetismo, el camuflaje, es producto de una lógica binaria. La pantera rosa no imita nada, decían Deleuze y Guattari, no reproduce nada, pinta el mundo de su color. No huye del mundo, sino que provoca que el mundo huya y así deviene mundo impactando en él. En consonni, discurso y producción van de la mano, y producción no es sólo hacer sino que lleva implícito pensar e imaginar esos modos de hacer así como el sistema de producción en el que se inscriben. La producción, frente al comisariado, gana protagonismo en proyectos expansivos y colectivos, centrados en investigaciones, que implican múltiples agentes.
Expositor en la Feria de Libros Bala en bilbao en 2016.
Soléis decir que la producción en consonni se encuentra en la edición. ¿Cómo enlaza una cosa con la otra?
Las publicaciones en consonni se han convertido en un espacio de resistencia. Tras más de veinte años produciendo proyectos muy diferentes entre sí, la edición se convierte en un lugar de reflexión que materializa las ideas en las que se sostienen las producciones artísticas aunque ni siquiera se mencionen. Iniciamos en 2009 una línea editorial para publicar sobre las producciones que desarrollábamos, y en el 2016, dimos un paso más allá y nos establecemos como editorial. Contamos con más de medio centenar de títulos y parece que, poco a poco, van haciéndose un hueco en el mundo editorial, sobre todo a través de sus ensayos de crítica cultural, dentro la colección Paper, internacionalmente reconocida por público y crítica. La producción editorial, para nosotras, no es sólo fabricación de libros, es sobre todo la reproducción de ideas, de pensamiento crítico. Y es una forma además de apelar directamente a una comunidad que nos sostiene adquiriendo los libros que publicamos, leyéndolos y comentándolos. Una comunidad amplia más allá del Estado Español, ya que en América Latina también distribuimos nuestras ediciones.
¿Cuál es el hilo que agrupa esos libros? ¿En función de qué ideas se eligen los temas y autores?
En la actualidad la editorial cuenta con tres colecciones, Proyectos, Beste y Paper, aunque probablemente aumentemos las colecciones y las posibilidades de publicar crítica cultural. Ahora mismo estamos muy centradas en la colección Paper. Combinamos la traducción de textos esenciales con la publicación de escritos en idioma original. Nos parece que no hay mucho espacio para publicar a autores cuyo idioma original es el español y pensamos que esa es una labor muy importante, todavía pendiente de cubrir y en la que estamos trabajando. Las autoras, por tanto, son muy diferentes (con mayor y menor trayectoria, con mayor o menor experiencia en la escritura, de diferentes contextos geográficos y prácticas…) y llegan de forma muy diferente. A veces, somos nosotras las que nos aproximamos a ellas, otras veces se acercan ellas con propuestas. Resulta muy satisfactorio colaborar en difundir pensamiento de autoras a las que admiramos desde hace tiempo como Lucy Lippard, Pablo Helguera, Remedios Zafra o Víctor del Río. También ofrecer la posibilidad de publicar a profesionales muy reconocidos en el arte que, sin embargo, no tenían un título propio hasta ahora, como es el caso de Peio Aguirre, Martí Manen, Maite Garbayo o Mery Cuesta. Nos parece una labor importante.
Hace poco que habéis abierto un nuevo formato de comunicación desde consonni, las Radio Show, con el podcast como almacén de datos. ¿Cómo está siendo el experimento?
Es una herencia de un proyecto más largo y complejo que hemos realizado en consonni, que ha sido LaPublika, un laboratorio de investigación artística sobre esfera pública que duró tres años (2014-2016) y se hizo en coproducción con Tabakalera y DSS2016. Siguiendo a la teórica del arte Rosalyn Deutsche en su texto Agorafobia, concebimos la esfera pública como una oportunidad para la diversidad y el disenso. Para Deutsche, la esfera pública no es solo un lugar para el discurso; es también un lugar construido discursivamente. Todo el proyecto estuvo atravesado por el espíritu de la radio, un medio que produce experiencias de intimidad y distancia al mismo tiempo, en el que voces extracorpóreas encarnan cuerpos imaginados y reales, construyendo lo cotidiano, la vida en común. Cerramos el proyecto de LaPublika en 2016, con una web archivo (lapublika.org) con cientos de podcats, pero nos quedamos con el formato de la radio. Buscamos distintas fórmulas para compartir y diseminar contenido de cultura crítica. Para que este contenido llegue al público, puede adoptar múltiples formatos. Por ejemplo, además de las consabidas presentaciones en librerías, para dar a conocer el libro SGAE: el monopolio en decadencia de Ainara LeGardon y David García Aristegui, organizamos un Radio Show con público en directo junto con el centro cultural Azkuna Zentroa (Bilbao). Debatimos sobre “propiedad intelectual y prácticas artísticas” y partimos del libro pero lo trascendemos generando un debate con múltiples agentes desde las leyes, la creación, el activismo, y las entidades de gestión de derechos. El contenido saltaba del libro impreso para convertirse en un debate público y en un podcast accesible online. Por otro lado, realizamos un taller dentro del programa Madrid45 en el que realizamos por primera vez un Radio Show colectivo con quienes se apuntaron al taller, todas mujeres por cierto. Fue una experiencia maravillosa, la radio en vivo es muy potente para amplificar contenidos y crear comunidad. Como sostiene Walter Benjamin en sus textos sobre la radio, el medio radiofónico es una técnica arriesgada que moviliza “el saber en dirección de lo público y lo público en dirección del saber”.
De hecho, hace unos días poníais en marcha el segundo Radio Show de este año en Azkuna Zentroa, con la lectura expandida del libro de Lippard. ¿Cómo ha sido la experiencia?
Ha sido una bomba de relojería. Como nos decían varios amigos, con este radio show nos hemos traído la radio al terreno del arte. Esta vez no hemos tenido conversaciones, ha sido más radical que en otras ocasiones. Un repertorio de piezas que debían funcionar en dos planos, el escénico y el de la radio. Este Radio Show analizaba a través del libro de Lucy Lippard tres cuestiones principalmente: la ficción, la critica cultural y el feminismo. Estos conceptos estuvieron presentes a través de las propuestas de escritoras como Kattalin Miner o Silvia Nanclares, las artistas Mabi Revuelta, o Elena Aitzkoa, Macarena Recuerda, la coreógrafa Idurre Azkue, el fotógrafo David Hornback, el crítico de danza Jaime Conde Salazar, el crítico de arte Peio Aguirre, la urbanista Oihane Ruiz, la musicóloga Agnes Pe, entre otros. Como hilo conductor, la compositora Mursego realizó una pieza musical para cada capitulo que arrancó carcajadas, admiración y lágrimas por igual. De forma colectiva y durante dos horas y media, la máxima feminista muy manida “lo personal es político” esta vez cobró un significado muy real y empoderador. La capacidad transformadora de lo político estuvo presente de una forma muy poética mediante los relatos e interpretaciones desde las entrañas de cada participante. Se creó un clima honesto, especial. Hay quienes incluso insistían en decir que ha sido de lo mejor que hemos hecho, aunque quizás eso sea mucho decir pero desde luego, el público, las participantes y nosotras mismas acabamos conmovidas. Este libro con una magia muy especial adoptó el formato de radio show y ahora se puede acceder a él como podcast de esa lectura colectiva.
Ese título, Yo veo / Tú significas, de Lucy Lippard, es toda una declaración de intenciones. ¿Qué nuevos espacios abre este texto?
Hay muchas críticas de arte, curadores y artistas del contexto español que escriben habitualmente en múltiples revistas, catálogos y blogs, y no tienen libro propio. En el taxi de vuelta de una de las innumerables fiestas que se dan en el marco de la feria ARCO, le pregunté al comisario de arte Martí Manen si él querría escribir un libro y publicarlo con nosotras. Así comienza la colección Paper y con ella, una inmersión más profunda en el mundo editorial. En el 2016, con una decena de títulos en la colección, pasamos a definirnos como productora de arte y editorial especializada. Nos aventuramos a cabalgar entre dos mundos en apariencia bien distintos, el mundo del arte y el mundo del libro. Ese mismo año, publicamos nuestra primera traducción que supone un trabajo muy exhaustivo, la novela experimental Yo veo / tú significas (2016) de la critica y activista feminista Lucy R. Lippard, que nos introduce la noción de crítica cultural. Nos resulta inspirador para que Paper siga siendo especializada pero amplíe el foco. Es un libro con el que su autora sale del armario como feminista en los setenta y que con esta traducción cuarenta años después comprobamos que sigue de plena actualidad y demuestra que una novela experimental puede ser un formato maravilloso para hacer critica cultural. Además de la inspiración que está suponiendo en el mundo del arte y del libro, para nosotras ha sido gran influencia en una redefinición de la colección. Paper navega entre la crítica cultural y la cultura crítica. La crítica cultural que analiza fenómenos culturales de diferentes disciplinas y cultura crítica como la cultura que se nutre de pensamiento crítico sobre el contexto donde se ubica. Publicando bajo licencias Creative Commons, se combinan autor*s noveles y consagrad*s, locales e internacionales, se trabajan cuidadas traducciones y se experimenta con formatos, contenidos y géneros literarios, multiplicando las posibilidades de escribir, editar, publicar y leer crítica cultural y crítica de arte.
¿Qué capacidad tiene el arte de generar esfera pública?
El concepto de esfera pública desarrollado en Agorafobia por Rosalyn Deutsche, amplía considerablemente el territorio de lo político en las artes para incluir todas aquellas prácticas que, de un modo u otro, activan el potencial constituyente de lo público. Las prácticas que trabajan con o sobre esfera pública, existen por tanto en ese espacio transinstitucional, espacio de frontera que se manifiesta en una multitud de escenarios de antagonismo y complicidad. De alguna forma se trata de crear debate sobre la realidad que nos rodea y se puede hacer con lenguajes más poéticos o más literales, dentro y fuera del marco institucional y con múltiples formatos. Para crear esfera pública lo que sí me parece que es imprescindible, es dejarse afectar, en los términos como los describe Marina Garcés en su texto La honestidad con lo real: “Dejarse afectar no tiene nada que ver con el interés, puede ir incluso en contra del propio interés. Ser afectado es aprender a escuchar acogiendo y transformándose, rompiendo algo de uno mismo y recomponiéndose con alianzas nuevas”.
El periodista Juan Cruz, a la izquierda, y el escritor José Manuel Fajardo en la presentación de ‘Viaje a las islas Canarias’, en Nueva York.SANDRO POZZI
La escritura es como los anillos de un árbol, que sirven para interpretar con el paso del tiempo si un año fue seco o lluvioso. Esa especie de recorrido a capas es el que hace Juan Cruz en su libro Viaje a las islas Canarias, que ha presentado este jueves en su versión en inglés, en el marco del Festival de la Palabra que se celebra en la sede del Instituto Cervantes de Nueva York.
Las islas están presentes en todos los registros del escritor, editor y periodista tinerfeño. El libro es un relato de un viaje sentimental a la esencia misma del archipiélago y sus gentes. Es una fusión de literatura y de viaje tejido por lecturas, recuerdos y experiencias personales que invita a descubrir. “Los libros te llevan de viaje. Sé más de Londres por los libros que cuando viví allí”, ha bromeado.
“Este libro es mi vida”, ha afirmado ante el público. Cruz evita siempre hacer metáforas de las islas. Pero sí las ve como un horizonte que cambia siempre de sitio, que el navegante va buscando con la esperanza de llegar a un lugar. “Este libro va buscando ese horizonte”, ha afirmado. A la vista del visitante, ha añadido que es “como llegar al paraíso”. Pero una vez estás allí, esa soledad habitada te absorbe.
El festival del Instituto Cervantes cuenta este año con autores como Alberto Manguel, que abrió el ciclo. “Me hubiera gustado nacer en una biblioteca”, ha dicho Juan Cruz al tomar la palabra tras el ensayista y editor argentino, “en una biblioteca dirigida por él”. En la presentación del libro han estado presentes también los escritores Fernando Aramburu, Jesús Carrasco y José Manuel Fajardo, que ha moderado la conversación.
“En la librería me conocían como el chico que tocaba los libros”, ha recordado Cruz. Ahora cuenta que le emociona ver a los jóvenes leer, “es lo más grande”. El libro, ha comentado, es como una isla, “de donde uno se va pero siempre sabes que te espera”. Viaje a las islas Canarias, ha explicado, es un trabajo que nace de un archipiélago de libros, pero que ha tomado como referencia principal Cuaderno de godo, de Ignacio Aldecoa.
El debate ha girado sobre la idea de las islas como intérpretes de la realidad cultural. Hubo muchas referencias durante el intercambio a la catástrofe humanitaria en Puerto Rico y que forzó a modificar el programa del festival. Los autores esperan que la palabra sirva para entender desde abajo, desde la gente que sufre, lo que está sucediendo. “Cuando todo se derrumba, queda la cultura”, ha concluido Manguel.
Le llamaban el ojo de Bamako. Se definía a sí mismo como “un fotógrafo de retratos, naturalista y no filosófico”. Le gustaba vivir la noche. Le gustaba vivir la vida, compartiendo el espíritu eufórico de emancipación e identidad del que hacían gala los jóvenes urbanos del Mali poscolonial de los sesenta. Así, Malick Sibidé (Soloba 1935-2016, Bamako, Mali), con sus cándidas imágenes en blanco y negro, se convirtió en cronista de una promesa de libertad, de un momento de inocencia y de vehemencia en el que todos querían ser fotografiados bailando.
“Las chicas en minifalda, los chavales con pantalones de pata de elefante, la llegada de la música cubana, la amistad con China, los países “fraternales”, todo esta ahí, Malick no fotografía la nostalgia, sino la historia”, escribió el fotógrafo Françoise Hugier. La Fundación Cartier de París, mostrará, a partir del 20 de octubre, esta visión de la historia de África a través de una retrospectiva, Mali Twist, donde se rinde tributo al artista un año después de su muerte, el 4 de abril de 2016. “Malick comunicaba su alegría, daba su vida. Amaba a los jóvenes y los jóvenes le amaban a él. Toda su obra brota de ahí, de ese amor”, apunta André Magnin, uno de los comisarios de la muestra.
Abrió un estudio fotográfico en Bamako en 1958, después de haber trabajado como ayudante para el fotógrafo Gerard Guillet. El haber perdido la visión de un ojo, en un accidente cuando era niño, nunca fue una limitación para él. Su estudio tampoco era como el de cualquier otro fotógrafo; escaso de mobiliario, permitía a la gente llevar cualquier cosa para ser retratada: la moto, la bicicleta o una oveja. El talento del artista comenzó a despuntar en la infancia, cuando el jefe de su pueblo le eligió para disfrutar de una beca promovida por un colegio de blancos. Su habilidad para el dibujo le permitió estudiar arte en Bamako. Poco se podía imaginar este hijo de un pastor cuando a los ocho años andaba descalzo cuidando bueyes que llegaría a alcanzar la fama internacional: en 2003 fue galardonado con el prestigioso premio Hasselblad, cuatro años más tarde se convirtió en el primer africano en ganar el León de Oro de la Bienal de Venecia, en 2008, el Centro Internacional de Fotografia ( ICP ) le concedió el Infinity Awards a toda su trayectoria artística, y un año más tarde recibió el premio PHotoEspaña.
Por las noches solía coger su bicicleta y equipado con su cámara acudía a los clubs nocturnos. Allí rápidamente se identificaba con el ambiente, manteniendo siempre una distancia que le permitía estar alerta a ese momento en el que una mirada o un gesto fugaz e irrepetible le hacía disparar el obturador. “Sidibé disfrutaba de la compañía de los demás. Empatizaba con los extraños que encontraba aquí y allá, y quedaba fascinado por sus rostros, su riqueza y su diversidad. Por la 'sabiduría de la naturaleza' que hace a cada persona distinta”, escribe la comisaria Brigitte Ollier en el catálogo que acompaña a la muestra. De vuelta al silencio de su estudio, revelaba las copias para que al día siguiente sus clientes eligieran la mejor. Fue en uno de esos clubs de moda, donde el pop, el soul y el rock'n'roll hacían estragos, donde tomó “Nuit de Noel”, elegida por la revista Time entre las 100 fotografías más influyentes de todos los tiempos. “La música nos hacía libres. De repente un chico joven podía acercarse a una chica y cogerla con sus manos. Antes no estaba permitido. Todos querían ser fotografiados bailando cerca uno del otro”, recordaba el fotógrafo.
Tanto en los clubs nocturnos como en las fiestas, las bodas, los bautizos y las demás celebraciones al aire libre en las que era solicitada su presencia, o en la intimidad de su estudio, Sidibé tenía el don para que sus modelos se sintieran cómodos. Manejaba a la perfección el equilibrio entre la discreción y la indiscreción, esa consonancia tan necesaria para los fotógrafos. “La sociabilidad y la amabilidad” debían ser las dos características principales de un retratista. “Hay siempre algo de mí en las imágenes. Es como un juego, en el que ni yo ni el cliente tenemos el control. Es el genio, el espíritu quien toma la fotografía”, señalaba el autor. “Una fotografía no es algo para uno mismo, es para los demás”, destacaba, sintiéndose en la necesidad de que sus modelos resultasen favorecidos. “No me gusta la tristeza en la fotografía”.
A partir de los años setenta comenzaría a practicar el retrato dentro de su estudio en el barrio de Bagadadji. Este se convirtió en una meca tanto para los jóvenes como para las familias. La austeridad del lugar quedaba compensada por el colorido de las telas que utilizaba como fondo, en el que los modelos se funden perdidos en el silencio de sus ensoñaciones, de ahí el carácter atemporal de sus imágenes. Por su estudio pasó toda una generación de jóvenes africanos, abiertos al mundo con sus desinhibidos atuendos y su descarado dinamismo. “Desveló momentos de verdad, de solemnidad y de fantasía, y construyó un mosaico de pequeños relatos que se entrelazan para formar una sola y única historia”. destaca el fotógrafo senegalés Omar Victor Diop. Una historia de África que nos aleja del estereotipo y del afropesimismo al que estamos acostumbrados.
“El hombre intentó imitar a Dios a través del dibujo, pero más tarde inventó la fotografía, escribía el artista. ”La fotografía es la mejor forma de perpetuar nuestra imagen. Creo en el poder de las imágenes. Por eso invertí mi alma en ellas, todo mi corazón, con el fin de de embellecer al sujeto. Creo que la fotografía es la mejor forma de permanecer vivo después de la muerte".
Malick Sidibé. Mali Twist. Fundación Cartier, París. Desde el 20 de Octubre hasta el 28 de febrero
Intentar mostrar la riqueza de la cultura saharaui. Ese es el objetivo de este espacio. Una cultura nacida de la narración oral, de los bellos paisajes del desierto, de las vidas nómadas y el apego a la tierra, de su origen árabe, bereber y musulmán, de sus costumbres únicas y de la relación con España que se remonta a más de un siglo. Una cultura vitalista, condicionada por una historia en pelea por la supervivencia desde 1975. Coordina Sukeina Aali Taleb
La rosa que tú eres
Por: Bahia M.H Awah| 10 de octubre de 2017
Texto: Mohamed Ali Ali Salem
Ilustración: Fadel Jalifa
Si le preguntas a un saharaui sobre su dolor interior causado por el largo exilio, el largo refugio, la diáspora, términos desconocidos en su lengua hasania o hassaniya, lo más probable y sin evadirse que te respondería con un verso en vez de palabras de desconsuelo. El 10 de octubre es el Día de la Mujer Saharaui, el brazo fuerte en la sociedad y lucha política del Sahara Occidental.
(Palabras para evaporar el desconsuelo)
Cuando dormir no puedas,
cierra los ojos
aunque tengas desgarradamente
desvelada el alma,
rehén del dolor,
un arañazo en el corazón.
Algo.
Algo que se te escapa,
que persigues en los pensamientos.
Algo.
Algo que no puedes retornar,
ni seguir,
ni esperar.
Y te sientes vacía,
ausente
y anidas en tu ausencia.
Tu ausencia de graznidos,
tueras, serpientes
y espinas que ocultan la rosa,
la rosa que tú eres
y te ves pequeña
y enormemente herida
y cabes en tu herida.
Cuando dormir no puedas,
cierra los ojos,
abre tu alma,
enciende tu voluntad
y busca...
Busca allí,
allí, tu rosa,
tu rosa separada
de malezas y espinas.
Admira su hermosura.
¿Ves?
Ves el rocío
que lentamente la acaricia.
Mírala...
Fíjate en su altivez,
su donaire.
Se siente digna,
digna de sí misma.
Se quiere,
se sabe apreciada
porque se quiere
se quiere a sí misma
y puede vencer al dolor
y puede cerrar los ojos
y dormir
porque cree,
cree en sí misma.
SOBRE LOS AUTORES
Hija del exilio, Sukina Aali-Taleb nació en Madrid por casualidad, de padre saharaui y madre gallega. Es miembro del grupo de escritores La Generación de la Amistad Saharaui y coautora del libro "La primavera saharaui, los escritores saharauis con Gdeim Izik", tras los acontecimientos de El Aaiún, en 2010. Periodista y profesora de Lengua Castellana y Literatura en institutos públicos de Madrid. Como no puede ser de otra manera, apoya al Frente POLISARIO en proyectos de ayuda a su pueblo, refugiado y abandonado a su suerte en Tinduf (Argelia), desde hace cuatro décadas.
Roberto Maján, ilustrador. Le gusta decir que fue el último humano nacido en su pueblo; piensa que eso lo hace especial. Y que su abuela se empeñó en llamarle Roberto en memoria de Robert Kennedy asesinado cuatro días antes. En la época en que nació y se bautizó, el Sahara era español, en el mal sentido de la palabra. El lo sabía por las cartas que recibía de su tío Ramón, destinado allí en su servicio militar. Los sellos que las franqueaban prefiguraron el universo imaginario que tratará de recrear en las imágenes de este blog.
Bahia Mahmud Awah. Escritor, poeta y profesor honorario de Antropología Social en la Universidad Autónoma de Madrid, natural de la República del Sahara Occidental. Nacido en los sesenta en la región sur del Sahara, Tiris, la patria del verso y los eruditos. Cursó estudios superiores entre La Habana y Madrid, donde reside. Pertenece al grupo de Escritores Saharauis en lengua castellana.
Willy Veleta. Willy Veleta consiguió su licenciatura de periodismo de una universidad estadounidense (ahí queda eso) y ha trabajado en todos los canales privados de TV en España… de los que huyó cuando se dio cuenta de que querían becarios guapos. Ahora es profesor de periodismo en inglés y prepara su tercer libro, una novela sobre los medios.
Liman Boicha. Se licenció en Periodismo en la Universidad de Oriente en Cuba. Después de una larga ausencia regresó a los campamentos de refugiados saharauis y durante cuatro años trabajó en la Radio Nacional Saharaui. Actualmente reside en Madrid. Ha publicado Los versos de la madera y ha participado en varias antologías de poesía saharaui: Añoranza, Um Draiga, Aaiún, gritando lo que se siente, entre otras. Forma parte del grupo poético Generación de la Amistad Saharaui y es miembro de la Asociación de Escritores por el Sahara-Bubisher.
Larosi Haidar. Tras el alto el fuego, se instaló en Granada, donde se licenció y doctoró en Traducción e Interpretación. Actualmente es profesor de esta misma disciplina en la Universidad de Granada y ha publicado varios trabajos relacionados con la cultura saharaui. También ha participado en varias antologías de poesía saharaui.
Intentar mostrar la riqueza de la cultura saharaui. Ese es el objetivo de este espacio. Una cultura nacida de la narración oral, de los bellos paisajes del desierto, de las vidas nómadas y el apego a la tierra, de su origen árabe, bereber y musulmán, de sus costumbres únicas y de la relación con España que se remonta a más de un siglo. Una cultura vitalista, condicionada por una historia en pelea por la supervivencia desde 1975. Coordina Sukeina Aali Taleb
Seguramente la libertad...
Por: Bahia M.H Awah| 09 de octubre de 2017
Texto: Mohamed Salem Abdelfatah, Ebnu
Ilustración: Fadili Yeslem.
Poema contra el "Muro de la vergüenza marroquí" que divide el territorio del Sahara Occidental desde 1986. Similar al muro de Gaza y el de México.
Qué hay detrás de estas paredes que detienen mi silencio,
que apagan mi respiración.
Qué hay al otro lado
de este muro que se abalanza aplastando mi estatura,
hundiendo mi espalda corva.
Qué hay después de estas alambradas que zanjan las miradas,
que hieren los horizontes.
Qué hay allende los barrotes que atraviesan los brazos,
que oxidan las articulaciones.
No lo sé…
Tal vez unos niños jugando a las canicas entre las jaimas,
tal vez unos camellos rumiando un año de lluvia.
No lo sé…
Quizás las olas de espuma besando los pies de una duna,
quizás una madre acunando por primera vez su alegría.
No lo sé…
Acaso la sombra de un oasis que adornan las manos de alheña,
o la belleza en unos ojos que esperan la paz de la primavera.
No lo sé…
A lo mejor mi madre meciendo el océano en su odre de abundancia
o moliendo los granos tostados en el horno de la espera.
No lo sé…
SOBRE LOS AUTORES
Hija del exilio, Sukina Aali-Taleb nació en Madrid por casualidad, de padre saharaui y madre gallega. Es miembro del grupo de escritores La Generación de la Amistad Saharaui y coautora del libro "La primavera saharaui, los escritores saharauis con Gdeim Izik", tras los acontecimientos de El Aaiún, en 2010. Periodista y profesora de Lengua Castellana y Literatura en institutos públicos de Madrid. Como no puede ser de otra manera, apoya al Frente POLISARIO en proyectos de ayuda a su pueblo, refugiado y abandonado a su suerte en Tinduf (Argelia), desde hace cuatro décadas.
Roberto Maján, ilustrador. Le gusta decir que fue el último humano nacido en su pueblo; piensa que eso lo hace especial. Y que su abuela se empeñó en llamarle Roberto en memoria de Robert Kennedy asesinado cuatro días antes. En la época en que nació y se bautizó, el Sahara era español, en el mal sentido de la palabra. El lo sabía por las cartas que recibía de su tío Ramón, destinado allí en su servicio militar. Los sellos que las franqueaban prefiguraron el universo imaginario que tratará de recrear en las imágenes de este blog.
Bahia Mahmud Awah. Escritor, poeta y profesor honorario de Antropología Social en la Universidad Autónoma de Madrid, natural de la República del Sahara Occidental. Nacido en los sesenta en la región sur del Sahara, Tiris, la patria del verso y los eruditos. Cursó estudios superiores entre La Habana y Madrid, donde reside. Pertenece al grupo de Escritores Saharauis en lengua castellana.
Willy Veleta. Willy Veleta consiguió su licenciatura de periodismo de una universidad estadounidense (ahí queda eso) y ha trabajado en todos los canales privados de TV en España… de los que huyó cuando se dio cuenta de que querían becarios guapos. Ahora es profesor de periodismo en inglés y prepara su tercer libro, una novela sobre los medios.
Liman Boicha. Se licenció en Periodismo en la Universidad de Oriente en Cuba. Después de una larga ausencia regresó a los campamentos de refugiados saharauis y durante cuatro años trabajó en la Radio Nacional Saharaui. Actualmente reside en Madrid. Ha publicado Los versos de la madera y ha participado en varias antologías de poesía saharaui: Añoranza, Um Draiga, Aaiún, gritando lo que se siente, entre otras. Forma parte del grupo poético Generación de la Amistad Saharaui y es miembro de la Asociación de Escritores por el Sahara-Bubisher.
Larosi Haidar. Tras el alto el fuego, se instaló en Granada, donde se licenció y doctoró en Traducción e Interpretación. Actualmente es profesor de esta misma disciplina en la Universidad de Granada y ha publicado varios trabajos relacionados con la cultura saharaui. También ha participado en varias antologías de poesía saharaui.
Mamadou Gomis, en su exposición "Dakar, una mirada", en Casa África. NACHO GONZÁLEZ
La lucha, la moda o el transporte público son algunos de los aspectos del Dakar cotidiano que podemos apreciar en la exposición fotográfica Dakar, una mirada, del fotoperiodista senegalés Mamadou Gomis (1976). El proyecto, realizado en colaboración con el periodista catalán Pere Ortín (1968), se completa con vídeos alrededor del tiempo y el alma de la capital senegalesa, creados por el actual director de Altair, revista viajera de referencia. Un número especial de la publicación, en papel y dedicado a Dakar, con firmas como las de Boubacar Boris Diop e imágenes de Gomis son la base de esta muestra que hasta enero ofrece Casa África. Es una exposición que gira entorno al trabajo diario de Gomis, a pie de calle, en la ciudad que habita y que ha propiciado a su vez, de alguna forma, un segundo proyecto que le traslada, armado con su cámara, a las calles de urbes europeas. Una iniciativa en proceso que ha titulado Snapshot Reflection.
"Mi primera foto la recuerdo muy bien", rememora el artista en una entrevista para Radio Nacional de España a propósito de la muestra de Casa África y su trayectoria profesional. "Hice un retrato de un joven senegalés. Digo joven porque yo era joven, pero algo más viejo que el retratado, que debía tener 12 años. Quizás 11. Fue mi primera imagen, con un encuadre algo fallido, pero él adoró esa fotografía", recuerda. Gomis contaba con 15 años y acudió a un estudio profesional ajeno en el que se formó y trabajó. Más de dos décadas después, tiene el suyo propio. Respecto a esa primera foto, especula: "Si esa fotografía no hubiera visto la luz, puede ser que me hubiera desanimado. O puede que me hubiera esforzado en hacerlo mejor todavía".
La mirada de Mamadou Gomis no se ha quedado varada en el Dakar que documenta día a día y donde vive: tiene vocación de escaparse hacia otras latitudes, en el Norte, en cuyas urbes se fija con curiosidad. Es consciente de que la imagen es muy poderosa y se queja de que los turistas y sus smartphones han devaluado la fotografía a lo largo y ancho del planeta. Su personal "venganza" frente a esta realidad es buscar su tema, documentarse y trabajar con profesionalidad a caballo entre África y Europa. "En 20 años no he trabajado en otra cosa. No he sido camarero en un café. Durante 20 años he sido fotógrafo", remacha.
Dakar, una mirada muestra su trabajo diario en territorio senegalés, desde la normalidad y la experiencia de ser nativo de esa tierra, sin folclorismos. Y por otro lado, Snapshot Reflection captura el reflejo de algunas ciudades europeas con las que le unen vínculos emocionales y profesionales, con vocación de visitante que ve, retrata y regresa a casa. Lo hace aprovechando los cristales de ventanas, vidrieras y escaparates para inmortalizar allí las figuras y sombras que crean la publicidad, los edificios, los paseantes y los carteles de todo tipo que plagan las calles. Gomis precisa que intenta mostrar la vida y el pasado de esas ciudades, además del entorno.
ampliar fotoMamadou Gomis en Las Palmas de Gran Canaria.NACHO GONZÁLEZ
"Tengo la costumbre de mirar a Europa de otra manera, en relación a la inmigración, a la gente que hace fotos de la Torre Eiffel o la Estatua de la Libertad y otras cuestiones", explica por Skype desde Barcelona, donde recala unos días tras inaugurar en Canarias y antes de regresar a Dakar. "Lo que me interesa en Snapshot Reflection es mirar como africano las ciudades europeas. Lo he hecho en Barcelona, Las Palmas de Gran Canaria, Berlín, Bruselas, Amsterdam. En plena mundalización, pienso que África tiene que tener una mirada sobre las ciudades europeas. Sobre todo, los fotógrafos. Cuando viajamos, es importante volver con regalos: es el espíritu africano. Y con respecto a los regalos que hacemos, como africano y fotógrafo, pienso que es importante compartir con generosidad las fotografías del mundo".
Gomis plantea que Las Palmas fue su primer destino europeo y que es una ciudad que cuenta para él, que tiene su hueco en su corazón. "Así que me gustaría mostrar cómo veo esa ciudad que amo", añade. "Se ha convertido en mi ciudad, en el primer lugar donde dormí fuera de África". Continúa explicando que ha viajado mucho a Berlín por motivos laborales y por tanto, también es una ciudad que tiene mucha historia para él. "¿Por qué Bruselas y no París?", se interroga, en relación a las presencias y ausencias en su catálogo de ciudades europeas a fotografiar. "No he estado en París, por eso no está. Soy senegalés y Francia es la metrópolis de la antigua colonia en que nací, pero no tengo los medios de ir, es muy caro. A pesar de que tengo amigos allí. Quizás lo haga en el futuro. Si hay ocasión de incluir otras ciudades".
"En plena mundalización, pienso que África tiene que tener una mirada sobre las ciudades europeas"
Hace casi cinco años que el artista se embarcó en esta aventura, que comenzó en 2013. La compagina con su trabajo habitual y con otros proyectos, como el de Dakar, que se plasmó en papel en 2016 y hoy se muestra en Casa África. "Es difícil para mí encontrar financiación en África, así que los viajes que realizo para exposiciones y otros proyectos y mis ahorros son los que me permiten seguir adelante con Snapshot Reflection. De viaje en viaje, me quedo en casas de amigos y araño días para trabajar en la calle", cuenta. Cree que ha llegado el momento de mostrar una primera parte de ese proyecto y compartir la experiencia para intentar conseguir algo de apoyo financiero y logístico. "Es un trabajo que me importa mucho y me gustaría hacer un catálogo con escritores que hablen de la iniciativa de un fotógrafo que mira a Europa de otra manera", señala.
ampliar fotoUna de las imágenes del proyecto Snapshot Reflection.MAMADOU GOMIS
Mamadou Gomis documenta mucho su trabajo, busca información. No realiza montajes, da un aire misterioso, evocador y diferente a sus fotos europeas. Cuenta que la suya es una mirada personal sobre lo que le interpela. Además, quiere mantener el espíritu de un ave de paso, de alguien que vive en otro sitio y fija unos ojos limpios sobre otras realidades."Para mí es importante mostrar mi mirada de africano que viaja pero que siempre regresa a Dakar, que vive en África", dice. "Podemos ser un ejemplo para la juventud africana. Muchos artistas africanos que conozco se han instalado en Europa, pero para mí es importante quedarme en mi país. Siempre que me dan un visado, me voy y vuelvo. Hacerlo así es abrir oportunidades para otros africanos". Para el fotógrafo, hay que tener presente que es falso que la única ambición de la mayor parte de los africanos es quedarse en Europa. "Hace casi 10 años que viajo fuera y podría haberme quedado en algún país europeo, pero no lo he hecho", subraya, orgulloso.
Gomis ve las ciudades europeas desde un punto de vista arquitectónico, pero también se fija en que la gente es diferente a la que ve normalmente en los cruces de Dakar e investiga. Prepara los viajes y las imágenes a conciencia.
"Es fundamental para mí, como fotógrafo, no tocar la dignidad humana"
"Hay ocasiones en las que el trabajo de un fotógrafo europeo en África no está respaldado con documentación, con investigación", opina. "La mayor parte aterriza como si estuviera de turismo, de alguna manera. Vienen, miran las cosas de manera antinatural, ven una persona que monta en un burro o un carro y capturan esa imagen o la suciedad de una playa. No puedo generalizar: no todos son iguales y no juzgo. Respeto el trabajo de los otros, su técnica. Pero creo que para algunos europeos, a veces, es más sencillo sacar fotos en África: las mujeres en los pueblos, los niños, cosas que les resultan pintorescas. Para mí no es lo mismo cuando vengo a Europa".
A Gomis le preocupan los "safaris" fotográficos de extraños que sacan sus teléfonos en las calles y mercados de su país, cómo los viandantes pueden sentirse asaltados, cómo pueden molestarse porque haya gente que se alimenta con sus imágenes o, en el caso de la infancia, traumatizarse si alguna vez tienen acceso a sus imágenes compartidas en redes sociales. "Es fundamental para mí, como fotógrafo, no tocar la dignidad humana", concluye. "Hay que respetar la dignidad de las personas".
Un arco de caza de madera y un solo hilo de fibra vegetal surge como uno de los más antiguos instrumentos musicales de cuerda fabricado por el hombre. Cuando no se utilizaba con flechas contra los animales, servía para crear sonidos y ritmos recurriendo a la boca como caja de resonancia. Este, que pertenece a los pigmeos del Congo, es uno de los cerca de 500 objetos musicales del África subsahariana de la exposición permanente ¿Te suena África?, ubicada por el momento en una nave habilitada como sala en el polígono Calonge, en la periferia de Sevilla.
Tambores, arpas, flautas y sonajas se disponen discretos en una valiosa colección que comenzó hace más de 30 años el farmacéutico y cooperante gaditano Javier Ballesteros y que un conservador del Metropolitan Museum de Nueva York ya valoró hace una década como un "bello y cuidadosamente escogido grupo de instrumentos". "Los más antiguos pueden llegar a tener hasta un siglo, pero datarlos es muy complicado. Lo que es seguro es que su uso es milenario, son los primeros”, asegura el boticario, que ha viajado a una decena de países africanos en cerca de 30 ocasiones desde que terminó su carrera en 1981.
Como cooperante, a la vez que asesora al personal de los centros de salud y hace análisis clínicos, se las ingenia para recopilar las joyas que hoy conforman esta colección completada con envíos de sus compañeros y otras compras. El objetivo de Ballesteros, que ha cedido el tesoro a la asociación El Gulmu, es trasladarlo al centro de Sevilla para que sea más visible. “Requerimos apoyos institucionales para difundir este maravilloso punto de encuentro. Tan necesario", sostiene entre instrumentos de cuernos, pieles de serpiente, de iguana y caparazones de tortuga como amplificadores.
ampliar fotoTambor de hendidura, instrumento de Camerún, en la exposición '¿Te suena África?', en Sevilla.P. P.
ampliar fotoUna mbira de Zimbabue, o piano de pulgar.P. P.
“El Metropolitan mostró interés en adquirirla, pero le dejamos claro que no", dice convencido Ballesteros, que es promotor junto al cantautor Javier Ruibal, de una iniciativa registrada en el Forum Unesco para que la música tradicional africana sea declaradaPatrimonio Inmaterial Mundial.
“Como la humanidad, la música surge de África y aquí se observa a la perfección”, indica Manuel Jiménez, músico multinstrumentista y guía de la muestra, quien maneja con destreza lo que considera “los orígenes del piano”. Es un piano de pulgar, una mbira o sanza de Zimbabue que se compone de teclas de metal sobre una madera en una especie de pandereta ancha que desprende un sonido limpio y brillante. Pasa después a interpretar otros ritmos en los balafones de la etnia mandinga, similares a las marimbas o al xilófono. Están ahí, se vislumbran en ellos los ancestros de las baterías, los clarinetes o las guitarras, con palometas para afinar las notas incluidas, base de lo que se extenderá al mundo.
“Es un bello y cuidadosamente escogido grupo de instrumentos”, declaró el conservador del Metropolitan Museum
Son riquezas que conforman las culturas del vasto continente, que se conserva en su mayoría a través de la oralidad, de los griots, como los trovadores. “Siempre se dice que cuando muere un anciano en África, es como si ardiera una biblioteca”, señala el cooperante, que colabora en la construcciónd de una casa de la Música en Burkina Faso y resalta cómo estas piezas asumen cada vez más valor por la pérdida de su historia, las mezclas con las corrientes contemporáneas o el devenir de la realidad.
“Siempre se dice que cuando muere un anciano en África, es como si ardiera una biblioteca”, señala Ballesteros
Quedan resguardados así los orígenes de instrumentos como los morteros, que provienen de los golpes de los mazos de las mujeres para moler cereales; o las sonajas, de sacudir pulseras, tobilleras y cinturones de huesos, piedras y conchas para invocar deidades u otras costumbres. También lo que Jiménez denomina el teléfono fijo: un tambor llamado parlante compuesto por un tronco de casi dos metros vaciado y con dos aperturas que sirve para mandar mensajes codificados a poblaciones vecinas. “Anuncian con ellos nacimientos, bodas, defunciones... cada evento tiene sus ritmos”, dice el músico frente a un ejemplar de Camerún.
Y como si hablara un griot, por la exposición se leen letreros titulados "Cuenta la leyenda..." donde se narran historias como la del primer sonido musical jamás escuchado, que provocó que el sol arrancara su primer rayo de luz. “La siguiente nota creó al hombre (...) Aún hoy, en el momento que una nueva nota salga de un sanza, un nuevo niño nacerá en cualquier parte del mundo”, se lee.
ampliar fotoIdiófonos africanos en la exposición '¿Te suena África?, en Sevilla.PACO PUENTES
Al gaditano Javier Ruibal (Puerto de Santa María, 1955) se le avecinaba una mañana de sosiego, charletas y brisa marina en Santa Cruz de Tenerife, a la espera del concierto que ofrecía por la tarde en la ciudad y al día siguiente en La Palma. Pero una llamada de Montserrat Iglesias, la directora general del INAEM, le cambió por completo la agenda y los biorritmos. La consecución del Premio Nacional de las Músicas Actuales, dotado con 30.000 euros, constituye el reconocimiento a una trayectoria que acaba de cumplir 35 años y siempre ha destacado por su luminosidad melódica y el compromiso con el acervo cultural andaluz. “Hasta ahora he sentido como si hubiera estado jugando, porque nunca se puede perder la dimensión lúdica de este oficio, pero este premio es una cosa muy seria y cargada de responsabilidad”, reconocía por teléfono el autor de discos tan importantes para la canción mestiza y aflamencada como Pensión Triana, Contrabando o Quédate conmigo.
El nombre de Ruibal engrosa un palmarés en el que ya figuraban los de Santiago Auserón, Martirio (ambos, integrantes del jurado), Amaral, Carmen París, Kiko Veneno o Jorge Pardo. Y el carácter ilustre de estos compañeros de viaje era un motivo adicional de orgullo para el trovador gaditano. “Supongo que nos une a todos una misma vocación de hacer música sin expectativas triunfalistas, de hacer lo que prometimos sin aspavientos ni fantasías de éxito inmediato”, reflexionaba.
En su caso, estas tres décadas y media de repertorio propio le han servido para rendir tributo a las geografías que más le fascinan, siempre con vocación fronteriza (Andalucía y el Mediterráneo, pero también el Magreb, India o el Caribe), y para, de paso, “dar respuesta a las preguntas vitales que nos asaltan a todos”. “Solo puedo asegurar”, anotó, “que llevo un montón de tiempo trabajando para no echar agua al vino. Siempre he sido un vinatero entregado…”.
Javier Ruibal no tuvo un debut excesivamente precoz (Duna, su primer trabajo discográfico, llegó a los 28 años), pero el galardón ministerial le trajo a la memoria el sueño de aquel chavalín que leía a Lorca y trasteaba con la guitarra sin desmayo. “A veces pienso que llevar tanto tiempo en esto es un milagro, un bingo”, confiesa. “Yo era un niño que vivía la obsesión de cantar, tocar y componer, y al que algunos colegas cómplices le iban diciendo: ‘Bien, Javierito, tú sigue’. Cumplir 35 años y seguir en ello es una bendición y la constatación de que la vida te da palmaditas en la espalda. Bueno, y de que el tiempo dura muy poco…”.
Los amigos, desde Drexler a Carmen Linares, Miguel Ríos, Dorantes, Pasión Vega o Kiko Veneno, le habían agasajado hace una temporada con cuatro noches, junto a las murallas de Cádiz, de las que salieron las treinta y tantas grabaciones incluidas en su doble álbum 35 Aniversario. “Habían sido cuatro fiestas inolvidables, de esas que se guardan para siempre en la memoria del corazón”, relata el cantautor, ahora consciente de que la distinción ministerial le hará redoblar sus parámetros de autoexigencia. “Los premios te ponen en la tesitura de que vas a ser más observado a partir de ahora, e incluso de que habrá nuevos públicos que miren hacia ti. Y será importante que me pillen escribiendo y demostrando que me tomo el arte muy en serio”.
En 35 Aniversario ya deslizó Ruibal algunos temas nuevos de los que le asaltan de un par de años a esta parte, pero confía en reunir los suficientes como para entregar un nuevo álbum a lo largo de 2018. “No había pensado en el título, pero a lo mejor después de lo de hoy tengo que ponerle Continuará…”, improvisaba entre risas. El timbre se le ensombrece, sin embargo, cuando se le pregunta si los episodios de estas últimas semanas tienen algo de poético. “Siento una grandísima preocupación al comprobar la escasísima profesionalidad de los políticos españoles”, se lamenta. “No se pueden hacer las cosas a las bravas, ni las reivindicaciones ni las represiones, pero nuestros dirigentes no están demostrando ni la prudencia ni el diálogo que deberían serles consustanciales”. Y hace una pausa final antes de remachar: “Solo una cosa sí tengo clara. La letra, con sangre, no entra. En todo caso entra con poesía…”.
“Cuando Asmaa abrió los ojos en este mundo, lo primero que vio fue el guembri”, dice con picardía Aïcha, la hermana mayor de la primera maestra marroquí de gnawa, el blues del desierto llamado mâalema, en árabe. Asmaa Hamzaoui nació en Casablanca, tiene 20 años, y es, según dicen en el ambiente "la primera mujer en tocar profesionalmente el guembri", ese ancestro africano del bajo, instrumento emblemático del folklore magrebí.
Tan importantes y sagrados son los instrumentos en el gnawa que cada maâlem(maestro) transmite este título honorífico legando su guembri a un discípulo, que entonces queda investido como tal. Esta es la otra parte de la historia que hace de Asmaa una maâlema: su padre, Mâalem Rachid Hamzaoui, la llevó a tocar con él a un festival, cuando ella tenía 12 años, y tras ese concierto bautismal decidió legarle su propio guembri y, en él, su título.
“Mi padre es Rachid Hamzaoui, que también era heredero de un gnawi”, relata su hermana Aïcha, de 24 años y corista del grupo Bnat Timbouktou. “Somos solo dos hijas mujeres: mi padre es argelino y mi madre, del Sahara (de un oasis cerca de M’hamid). Asmaa empezó a tocar a los siete años, es una apasionada del guembri. Ahora el grupo lo formamos 100% mujeres y todas amigas de la infancia, de Casablanca, donde vivimos”, desgrana Aïcha.
Aïcha oficia de portavoz y cautiva al invitado con su sonrisa inmensa de saharauia. Asmaa, en cambio, es muy seria, arriba y abajo del escenario. En el backstage es una chica de 20, lacónica, reconcentrada. Cuando le toca subir, ella toda se vuelve montaña, macizo imponente.
Asmaa Hamzaoui & Bnat Timbouktou clausuró la última y valiosa edición del Festival de Jazz Au Chellah, que ya lleva más de 20 años celebrando en Rabat la fusión de jazz europeo y músicas magrebíes y rescatando al otoño de su apacible ritmo rabatí. Siempre hay una calidad compacta en los artistas que se seleccionan pero, este año, además, la colaboración entre los dos directores artísticos –Majid Bekkas y Jutta Unger– ha sido especialmente fructífera en presencia femenina. Tres de las cuatro noches dedicaron buena parte del programa al arte de las mujeres: pasaron por aquí, entre otras, Gemma Abrié, Nabyla Maan, María Joao y la propia Asmaa Hamzaoui. También hubo mucha música hors Chellah (fuera del castillo de Chellah), con fanfarrias recorriendo las calles y plazas de la capital y la vecina ciudad de Salé.
"Es la primera mujer en tocar profesionalmente el guembri", según dicen en el ambiente
El tramo final del Festival se reservó al gnawa, esa música rústica de plegarias, con letras que siempre le cantan a Dios , y que transmite la parsimonia del dromedario cerrando los ojos, la cadencia de su paso hundiéndose en las dunas del Sahara. Trance, aceleración y resistencia, como la de las cuerdas del guembri, instrumento líder de toda formación gnawa, que compensa los bajos de cuero y madera con los agudos del canto y el ritmo metálico de las krakebs (castañuelas).
Símbolo del mestizaje marroquí, el ritmo africano se fundió con la precisión del jazz en el último concierto dentro del castillo a orillas del río Bouregreg. En esa mutua ofrenda, el gnawa pone el poderío profundo de la tierra del Norte de África para que los jazzeros se amolden y acompañen el trance con sutileza. Asmaa toca el guembri pero también canta con una voz que atraviesa desiertos y llega a las cumbres del Atlas.
"Ahora el grupo lo formamos 100% mujeres y todas amigas de la infancia, de Casablanca”, dice Aïcha
Es su primer año como solista, porque hasta el año pasado tocaba con su padre, y ya colabora con músicos de todos lados. Sin ir más lejos, al camerino se acerca Alex Simu, el clarinetista rumano que toca en el ensemble del jazzman egipcio Amr Salah. Les regala un disco, las anima a tocar vientos y bromea entre cumplidos: “las mujeres están mejor equipadas físicamente”, dice Simu. “Dentro de 20 años podré decir que he tocado con ellas cuando eran chiquitas. Son poderosas y necesitamos más mujeres en la world music”, añade.