Instrucciones para perder | Internacional | EL PAÍS
el dispensador dice: te acostumbras... no sé cómo pero te acostumbras... tal vez cuando uno se deja llevar, las circunstancias te van moldeando para que "aceptes" lo inevitable y lo distingas de aquello que puede ser "evitable"... te aseguro que te acostumbras... en lo personal, la vida me enseñó a aceptar que lo "inevitable" no se puede "evitar" y que tampoco es bueno intentar "evitarlo", por consiguiente comienzas a comprender que "perder" no es malo y que "ganar" es rayano con lo "milagroso", lo "escaso" y lo matemáticamente "imposible"...
allí te das cuenta que la historia de ganadores y perdedores es falsa...
los ganadores que se creen tales, nunca ganan...
los perdedores que se asumen como tales, nunca pierden...
fijate vos que no pude "evitar" que mi madre muriera... y lloré desde temprano su ausencia, su falta, su caricia... pero ella misma, me enseñó que "morir" no es sinónimo de pérdida... me lo dijo en sueños... muchas veces... me hizo comprender que morir es acceder a la verdadera vida, porque esto de respirar no es más que un sueño...
fijate vos que tampoco pude evitar la muerte de mi padre... y tampoco pude evitar mis enfrentamientos con él, propios de vidas desencontradas por hechos incompatibles con el pensamiento propio de geometrías disímiles...
más allá... la vida me enseñó a que "perder" no es para nada malo y de hecho que es bueno porque uno comienza a desovillar una madeja compleja que merece mucho más de una mirada, y que es siempre dependiente de las perspectivas... y que si no reparas en los detalles, lo que te pasa de largo es la vida...
tuve éxito en mis primeras horas de escribiente aspirante a escritor... nací con eso... autodidacta de mis propias notas... pero luego de aquellos tres primeros éxitos, todo fue una sumatoria de ninguneos y fracasos inducidos por los editorialistas corporativos que desprecian cualquier cosa que les ponga en peligro el negocio de la mediocridad que alimenta a las corporaciones editoriales que fabrican cultura ignorante para evitar la toma de consciencia social... un hecho que sucede igual a pesar de las iniciativas en su contra...
el último premio lo obtuve en 2004... pero nunca me lo entregaron... seguramente porque dije cosas que disgustaron a los obsecuentes de las falsas lealtades... tal vez, tampoco hubiese asistido a recibirlo, porque siento lo que siento y mi conexión con la cultura y el mundo de las ideas, no pasa ni se somete a ideología alguna ni a política de turno, porque de hecho la cultura genuina no es ni política ni ideológica...
claro está, ya venía acostumbrado a ser "perdedor" consuetudinario señalado por propios y ajenos... los propios necesitaban mis espaldas para colocar las culpas de sus responsabilidades no asumidas, de las culpas consecuentes a sus carencias de consciencia, de las culpas por defecto de sus propias ignorancias... los ajenos, señalan con el dedo cuando conviene a sus intereses depredatorios... ya que para un argentino no hay nada peor que otro argentino que saque la cabeza fuera de la línea de flotación de la mediocridad...
te acostumbras a que te mientan amor...
te acostumbras a que te mientan los hechos mediante un borbotón de palabras...
te acostumbras a que te atropellen y luego te palmeen la espalda... y te hablen de la importancia de la cuadratura del círculo... insultándote la inteligencia, que nadie sabe si la tienes o no...
y cuando te acostumbras... te das cuenta que estás solo para todo y que dependes de vos mismo para sobrevivir a cualquier drama y a cualquier tragedia... y que el mejor premio que puedes recibir es la propia paz de tu consciencia, y no más que eso... ya que todo lo demás es pasible de ser puesto en duda...
como siempre me digo a mí mismo... en el silencio de mi soledad... "la confianza se traiciona sólo una vez"... si aceptas que la traición se repita... el que traiciona a la propia consciencia es uno mismo, y eso es inaceptable. DICIEMBRE 05, 2015.-
Instrucciones para perder
En la ambivalente América Latina, la derrota pertenece a la superación personal
No es por presumir, pero acabo de perder un premio. Ahorraré los detalles puntuales, pues no pretendo caer en el melancólico revanchismo de sugerir que todo pudo haber sido de otro modo. Mi propósito es reflexionar sobre una arraigada costumbre latinoamericana: la derrota.
Colombia y Perú organizan premiaciones literarias en las que se invita a cinco finalistas para anunciar a un ganador. Esto genera emoción en tiempo real; los aspirantes tiemblan de nerviosismo, solidariamente tomados de las manos.
La dinámica parece inspirada en la entrega del Oscar, con la diferencia de que los escritores no disponemos de adiestramiento en el Actors Studio para fingir alegría en el infortunio.
¿Qué tan grave es perder? Si un escritor se indigna de no recibir un premio significa que el mal trago le hacía falta. Nadie puede exigir aceptación garantizada. La valoración artística pertenece al veleidoso mundo subjetivo. Un jurado representa la combinación de cinco bien intencionadas arbitrariedades. Y aún más: la originalidad posee una carga disruptiva; algo falla cuando lo desconcertante es celebrado. Andrés Trapiello señaló que si el Premio Cervantes hubiera existido en tiempos del autor del Quijote, el ganador hubiera sido Lope de Vega.
Los autores estamos al tanto los unos de los otros, a veces más de lo que conviene. Google permite sondear la insoportable vanidad del ser. Hay quienes tienen una alerta para saber lo que se dice de ellos y quienes tienen alertas de lo que se dice de sus “rivales”. Sin embargo, la competencia literaria no es directa y escapa a la irrefutable medición.
No se escribe contra el otro, sino hacia el otro. Obligados a elegir entre Proust y Joyce, caeríamos, simultáneamente, en un acierto y una injusticia. Y sin embargo, la tradición requiere de jerarquías, comparaciones, orientaciones en el bosque de los signos. Los premios pertenecen a los esfuerzos por crear un canon o a lo que Brecht llamó “los modos de producción de la gloria”; contribuyen a la cartografía de la cultura y, como los mapas antiguos, son corregidos por el tiempo.
Normalmente, no te enteras de que estás perdiendo un premio. Tal vez fuiste considerado, pero no lo supiste. La iniciativa de congregar a cinco ilusionados para que uno gane y cuatro pierdan permite reflexionar sobre nuestras costumbres. En la mesa redonda previa al fallo, dije: “Como buen mexicano, estoy preparado para perder”. De inmediato, mis compañeros de Perú, Chile, Bolivia y Ecuador reivindicaron sus respectivos aprendizajes en la derrota y pasamos a un entusiasta intercambio sobre las tragedias nacionales que nos habían capacitado para la caída. América Latina nos había preparado mejor que el Actors Studio para ponerle al mal tiempo buena cara.
He jugado póker pocas veces. En una ocasión me tocó la suerte del principiante y me sentí mal de quitarle dinero a mis amigos. No sabía qué hacer para librarme de la culpa y el destino me seguía maltratando con cartas magníficas. Me puse tan nervioso que tomé uno de los frijoles que hacían las veces de fichas y me lo metí al oído. A las dos de la mañana me tuvieron que llevar al médico. Al volver, olvidamos la partida y sentí alivio de no ganar.
Hace unos días, los cuatro que perdimos suspiramos al saber que regresábamos a la normalidad. La cofradía de la esperanza se transformó de inmediato en la cofradía de las ilusiones perdidas. Nuestra única preocupación fue hacerle saber a la conmovida ganadora que no nos ofendía con su victoria. Nunca habíamos pasado por esa prueba, pero demostramos ser expertos en la tarea.
En la ambivalente América Latina, la derrota pertenece a la superación personal.
allí te das cuenta que la historia de ganadores y perdedores es falsa...
los ganadores que se creen tales, nunca ganan...
los perdedores que se asumen como tales, nunca pierden...
fijate vos que no pude "evitar" que mi madre muriera... y lloré desde temprano su ausencia, su falta, su caricia... pero ella misma, me enseñó que "morir" no es sinónimo de pérdida... me lo dijo en sueños... muchas veces... me hizo comprender que morir es acceder a la verdadera vida, porque esto de respirar no es más que un sueño...
fijate vos que tampoco pude evitar la muerte de mi padre... y tampoco pude evitar mis enfrentamientos con él, propios de vidas desencontradas por hechos incompatibles con el pensamiento propio de geometrías disímiles...
más allá... la vida me enseñó a que "perder" no es para nada malo y de hecho que es bueno porque uno comienza a desovillar una madeja compleja que merece mucho más de una mirada, y que es siempre dependiente de las perspectivas... y que si no reparas en los detalles, lo que te pasa de largo es la vida...
tuve éxito en mis primeras horas de escribiente aspirante a escritor... nací con eso... autodidacta de mis propias notas... pero luego de aquellos tres primeros éxitos, todo fue una sumatoria de ninguneos y fracasos inducidos por los editorialistas corporativos que desprecian cualquier cosa que les ponga en peligro el negocio de la mediocridad que alimenta a las corporaciones editoriales que fabrican cultura ignorante para evitar la toma de consciencia social... un hecho que sucede igual a pesar de las iniciativas en su contra...
el último premio lo obtuve en 2004... pero nunca me lo entregaron... seguramente porque dije cosas que disgustaron a los obsecuentes de las falsas lealtades... tal vez, tampoco hubiese asistido a recibirlo, porque siento lo que siento y mi conexión con la cultura y el mundo de las ideas, no pasa ni se somete a ideología alguna ni a política de turno, porque de hecho la cultura genuina no es ni política ni ideológica...
claro está, ya venía acostumbrado a ser "perdedor" consuetudinario señalado por propios y ajenos... los propios necesitaban mis espaldas para colocar las culpas de sus responsabilidades no asumidas, de las culpas consecuentes a sus carencias de consciencia, de las culpas por defecto de sus propias ignorancias... los ajenos, señalan con el dedo cuando conviene a sus intereses depredatorios... ya que para un argentino no hay nada peor que otro argentino que saque la cabeza fuera de la línea de flotación de la mediocridad...
te acostumbras a que te mientan amor...
te acostumbras a que te mientan los hechos mediante un borbotón de palabras...
te acostumbras a que te atropellen y luego te palmeen la espalda... y te hablen de la importancia de la cuadratura del círculo... insultándote la inteligencia, que nadie sabe si la tienes o no...
y cuando te acostumbras... te das cuenta que estás solo para todo y que dependes de vos mismo para sobrevivir a cualquier drama y a cualquier tragedia... y que el mejor premio que puedes recibir es la propia paz de tu consciencia, y no más que eso... ya que todo lo demás es pasible de ser puesto en duda...
como siempre me digo a mí mismo... en el silencio de mi soledad... "la confianza se traiciona sólo una vez"... si aceptas que la traición se repita... el que traiciona a la propia consciencia es uno mismo, y eso es inaceptable. DICIEMBRE 05, 2015.-